viernes, 29 de junio de 2007

Villarrica: tres veces nacida...

ABANDONO Y SILENCIO DE TRES SIGLOS:

Un paréntesis en la historia nacional de casi 3 siglos afectó a la antigua Villa Rica después de ser arrasada a principios del siglo XVII, el año de 1602; extenso periodo de “vacío histórico” que se manifestó a raíz de la desolación del área urbana de la ciudad, siendo franqueada o quebrantada esta condición solo en breves, contadas y arriesgadas oportunidades; ya que el sitio de las ruinas, en poder del pueblo mapuche hasta 1883, era considerado como lugar vedado en el que recaía la extrema prohibición de acceder al sitio o traza urbana que ocupara en antaño la ciudad. Esta costumbre prohibitiva alcanzaba y afectaba a los naturales de toda la zona circundante al lago Mallowelafkén y por ende, para los siempre curiosos extranjeros o wingkas existía una mayor restricción de acceso al sitio histórico.

Desde el 07 de febrero de 1602, en que Villa Rica fue arrasada hasta sus cimientos por el toki Kuminawel, la malograda ciudad no quedo del todo olvidada en el acontecer político y militar de las autoridades españolas de los siglos XVII y XVIII; menos aún de las autoridedes republicanas autoritarias y liberales chilenas del siglo XIX. Los intereses sobre el estratégico paso cordillerano hacia las pampas patagónicas con un atractivo fundamento comercial con las provincias de Córdoba y Buenos Aires, se materializó, más de una vez, en las frustradas intenciones de proyectos de repoblar la antigua plaza hispana. En estos proyectos y aspiraciones de refundación, la seguridad militar del área de la Villa Rica se presentaba como un factor de importancia relevante en la contención y freno a posibles alzamientos o rebeliones de los mapuches beligerantes, puelches y williches, asentados al sur del Toltén como también al interior cordillerano.

No obstante la estricta vigilancia mapuche desplegada sobre el área del lago Mallowelafkén, algunos curiosos aventureros o arriesgadas autoridades, hispanas y republicanas, se internaron hasta el área de las ruinas de la antigua Villa Rica, buscando franquear el paso cordillerano, o intentando dar con algún tesoro colonial o algún yacimiento mineralógico de interés económico relevante; otros arribaron con motivos de campañas militares de seguridad y contención; otros con un interés unicamente cristiano misional.

-Registro histórico de las incursiones, visitas y exploraciones desarrolladas a las Ruinas de la Villa Rica, entre los años 1602 y 1882:

Entre los antecedentes documentales administrativos e histórico bibliográficos referentes a los siglos XVII, XVIII y XIX, encontramos variados registros que mencionan a la desolada y abandonada Villa Rica. Las crónicas rescatan el desarrollo de exitosas incursiones a las ruinas coloniales, intentos de repoblamientos y exploraciones frustradas hasta el área del lago Mallowelafkén. En casi tres siglos de silencio la ruinosa planta de la otrora Ciudad Rica fue objeto de esporádicas visitas y precipitadas observaciones de la traza urbana colonial. Para conocer estas “visitas históricas” debemos recurrir a los siguientes episodios y registros coloniales y republicanos:

-El año 1604 el Gobernador Alonso e Ribera, en junta celebrada el 18 de Junio del citado año, promueve la urgente e imperiosa necesidad de repoblar la Ciudad Rica; proyecto que descansaba en un interés militar y económico que finalmente, por el aumento de la crisis de la Guerra de Arauco se vio frustrado. (Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile. Segunda Serie, Tomo VII, Documentos Nº 93 y 96 respectivamente.)

-En el año 1614, en el contexto de la Guerra Defensiva, el padre jesuita Luis de Valdivia efectúa una incursión hasta las belicosas parcialidades mapuches de Forowe o Boroa, de Kagtén o antigua Imperial y Mallowelafkén o Villa Rica. La evangelización y doctrina se vio truncada por el Martirio de Elikura; hecho de sangre acaecido en la actual área cordillerana Kunko-Lautaro en que, a manos del toki Anganamón, perdieron la vida que los padres Horacio de Vechi, Diego de Montalbán y Martín Aranda de Valdivia, este ultimo nacido en Villa Rica el año 1560. (Diego de Rosales: “Historia General del Reino de Chile. Flandes Indiano” Tomo II, Págs. 394 y 395; 431 y Sgtes.)

-Entre los años 1627 y 1630 se reactiva la acción misionera jesuita que, en pos del río Toltén, alcanza el área de la abandonada Villa Rica con la intención de fundar una misión. Es así como los padres Diego de Rosales y Alonso del Pozo finalmente alcanzan las ruinas de la ciudad. Los padres, una vez explorada la planta de la antigua ciudad, se dirigieron hacia la cordillera con el interés de inspeccionar el paso o boquete de la Villa Rica.

Finalmente el cariño y confianza alcanzada con los mapuches locales les permitió frecuentar dicho paso en pos de las pampas patagónicas; de este modo, durante todo el siglo XVII, el paso cordillerano de la Villa Rica fue conocido como “El Paso de los Jesuitas” quienes a su vez bautizaron al mismo como “El Camino de las Flores”, por las bondades geográficas que este paso cordillerano manifestaba en todos sus términos. (Diego de Rosales: “Historia General del Reino de Chile. Flandes Indiano” Tomo II, Págs. 435-440.)

-El año 1645 el Gobernador Martín de Mujica sube hasta el área de la Villa Rica a desbaratar algunas fortificaciones de los aguerridos indios puelche. La incursión se desarrolló en pleno invierno y se extendió desde Valdivia siguiendo el cause del río Cruces. Mujica después de cruentos enfrentamientos devuelve la paz a las parcialidades indígenas que “trataban” con los españoles, esto a la luz del parlamento de Quillín de 1641 que estableció un tratado de paz y colaboración mutua entre los mapuches lafkenches de los lagos Mallowelafkén y Kalafkén y los súbditos de la Corona. (Vicente Carvallo y Goyeneche: “Descripción Histórico-Geográfica del Reino de Chile”, Tomo III, Pág. 139 y sgtes.- Revista Chilena de Historia y Geografía. Tomo 53; Págs. 427 a 436.)

-El año 1649 nuevamente el área cordillerana de la Villa Rica presenta desordenes y violencia por parte de los indígenas puelches. Las escaramuzas o malones puelches afectaban a las tribus de paz de los lagos Kalafkén y Mallowelafkén. Para alcanzar la paz de la zona, los caciques locales beneficiados por las paces de Quillín firmada el año 1641, solicitaron la presencia de un ejército que los protegiera. Ante la solicitud el Gobierno de la Capitanía General envió desde el fuerte de Boroa al capitán Luis Ponce de León, que apoyado por seis oficiales hispanos y mil “indios amigos”, subió hasta la Villa Rica a poner orden. La presencia de las tropas de Ponce expulsaron a los puelches y devolvieron temporalmente la paz a la zona lacustre. (Diego de Rosales: “Historia General del Reino de Chile. Flandes Indiano” Tomo II, Págs. 394 y 395; 485 y Sgtes.)

-El año 1714 las autoridades eclesiásticas y de la Corona aprueban la fundación de la Misión de Toltén Alto, en la parcialidad mapuche de Danghill o Donghill. Desde allí los misioneros se dirigían río arriba, hasta alcanzar las poblaciones indígenas diseminadas a orillas del lago Mallowelafkén y hacían extensiva su labor hacia las tribus cordilleranas. La misión y las incursiones evangelizadoras durarían solo hasta el año 1714, fecha en que la Misión de Toltén Alto fue destruida por una rebelión general mapuche iniciada a finales del mismo año precitado. (Gabriel Guarda: “Los Caciques Gobernadores del Toltén” Articulo en BAACH, Págs. 56 y 57, Nº 78.)

-El año 1716 las noticias de las riquezas mineralógicas de los cerros de la Villa Rica atraen hasta la zona lacustre la presencia del padre misionero Francisco Imons, perteneciente al convento franciscano de Valdivia. El padre Imons explora la zona y eleva un informe a su prior en donde expone la geografía local, los registros mineralógicos y el estado del paso cordillerano de la Villa Rica. (Informe del Padre Francisco Imons a su Superior, 16 de marzo de 1716. Pablo Treutler: "Andanzas de un Alemán en Chile" Págs. 269 -270.)

-En el año 1641 el cronista y misionero jesuita Miguel de Olivares efectúa trabajos de evangelización en el área del Mallowelafkén, alcanzando hasta la zona cordillerana y las pampas patagónicas. El Padre Olivares se ganó la confianza y amistad de los caciques y población indígena local. Al amparo de esta confianza y empatía mutuas, se le autorizó acceder a las ruinas de la antigua Villa Rica. Olivares pudo registrar con toda calma y detalle los extensos escombros de la legendaria población reconociendo perfectamente, entre estos, las casas principales, iglesia matriz, conventos y fortificaciones. Apunta además que los arroyos circundantes arrojaban vestigios de haber servido para faenas mineras y de molienda. Remata sus impresiones con una copiosa descripción geográfica de la zona. (Miguel de Olivares: “Historia Civil, Eclesiástica y Militar del Reino de Chile.” Pág. 137.)

-El año 1750, desde la Misión de San José la Mariquina, los esforzados frailes franciscanos alcanzan la ribera sur del Toltén y llevan su labor pastoral río arriba, con dirección a la arruinada ciudad, alcanzando las parcialidades mapuches orientales que custodiaban las ruinas de la antigua ciudad. (Gabriel Guarda: “Los Caciques Gobernadores del Toltén” Articulo en BAACH, Págs. 58 y 59, Nº 78.)

-El año 1756 el Gobernador Manuel Amat y Juniet, con la intención de repoblar la zona del Mallowelafkén, organiza un poderoso ejército y se interna a efectuar un catastro geográfico, hidrográfico e incluso demográfico de la zona del antiguo Corregimiento de la Villa Rica. Amat y Juniet, efectuó un extenso estudio geográfico que incluyó una detallada descripción de las parcialidades indígenas de aquella época; informe que elevó a la Cortes Hispanas a fines del mismo año 1756. (Revista Chilena de Historia y Geografía, Tomo 63; Págs. 427 y Sgtes.)

-En el año 1757 arriba al área lacustre y cordillerana de la Villa Rica el capitán del Dragones del Regimiento de Valdivia, don Vicente Carvallo y Goyeneche. La incursión de reconocimiento, control y seguridad del territorio subandino la desarrolló al mando de un numeroso y bien armado contingente, además de la compañía y asesoría de Ignacio Fontecilla y el explorador Justo Miguel de Heredia. (Vicente Carvallo y Goyeneche: “Descripción Histórico-Geográfica del Reino de Chile”, Tomo III, Págs. 186 y 187.)

-El año 1764 nuevamente los misioneros franciscanos se arriman a las aguas del Toltén buscando acceder a las ruinas de la Villa Rica y solicitar a los mapuches la autorización de instalar allí una misión, solicitud que fue terminantemente denegada, a pesar de las buenas relaciones que se los misioneros mantenían con los mapuches lafkenches locales. Finalmente, e inesperadamente, los mapuches del área de la ribera sur del Toltén solicitaron la instalación de una misión en el área baja del Toltén; sin embargo, aunque se contaba con el beneplácito de los caciques del suroeste del Toltén, la fundación se postergó por motivos del alzamiento mapuche del año 1767. Una vez pasada y superada la emergencia armada, los franciscanos logran fundar a mediados del año 1764 la Misión de Nuestra Señora de Copacabana de Toltén Bajo; desde la cual promovieron el evangelio hacia el Alto Toltén y zona precordillerana de la Villa Rica. La obra cristiana fue arrasada el año 1787 por mapuches beligerantes opositores a la presencia evangelizadora en aquellas latitudes. (Gabriel Guarda: “Los Caciques Gobernadores del Toltén” Articulo en BAACH, Págs. 59 y 60, Nº 78.)


-En Octubre de 1823 el Director Supremo, don Ramón Freire, ordena la repoblación de las ciudades de la Imperial, Valdivia y Villa Rica. El proyecto de repoblación y colonización de vio impedido por la crisis presentada por el desarrollo de la guerra que aún se sostenía contra España en el área del Archipiélago de Chiloé. (Manuel Anguita: “Leyes Promulgadas en Chile” Pág. 127.)

-A inicios del año 1845, el científico y profesor, don Ignacio Domeyko, efectúa un estudio del área de la Provincia de Valdivia a la cual, para esa época, pertenecía la arruinada Villa Rica. Ignacio Domeyko efectuó un informe natural y geográfico de las zonas de los valles y precordillera. En el desarrollo de sus intereses científicos logró alcanzar los territorios que comprendieron el antiguo Corregimiento de la Ciudad Rica, viendo frustrado el acceso a las ruinas de la misma. (Ignacio Domeyko: “Recuerdos de un Viaje hecho en las Provincias Meridionales de Chile”; Enero-Febrero de 1845; Págs. 127 a 128.)

-En Marzo del año 1848, el Teniente Coronel de las Guardias Nacionales, don Ignacio Agüero, junto a las autoridades republicanas chilenas integradas por el Segundo Comisionado y Capitán de Caballería Cívica, don Pedro José Montecinos; don Francisco Aburto, Comisario de Naciones; Francisco Becerra, Teniente de Comisario; Joaquín Sapago, ayudante oficial; y los Capitanes de Amigos de Toltén y San José; más una comitiva de civiles que incluía al profesor Guillermo Döll, llega hasta las ruinas de la Villa Rica y efectúa una “Ocupación Simbólica” de la planta colonial. El Teniente Coronel Agüero y el profesor Döll efectúan una detallada revisión de los escombros de la antigua Villa Rica, entre los cuales identifican calles y plaza, además de la existencia de altas murallas e infraestructuras de cuarteles, conventos, solares y fortificaciones. (Ministerio del Interior; Intendencia de Valdivia; Volumen 250; año 1848-1853.- Carta del Profesor del Colegio Alemán de Valdivia, don Guillermo Döll. 18 de marzo de 1848, Fojas 29 a 32. )

-El año 1858 los aventureros norteamericanos John Lee Smith y Francis Cole arribaron hasta el área del Mallowelafkén, y con autorización de los caciques locales lograron examinar las ruinas de la población colonial. Smith y Cole se impresionaron al admirar los aún altos muros de antiguas construcciones y los restos de trapiches y maquinaria utilizada en la extracción de oro de lavadero que se encontraban diseminadas en los esteros que cruzaban la ciudad. (Benjamín Vicuña Mackenna: “La Edad del Oro en Chile”, Pág. 54.)
-En Marzo de 1860 llega al área de la antigua Villa Rica el explorador y aventurero alemán e ingeniero en minas don Pablo Treutler. El alemán, motivado por la existencia de cuantiosos tesoros ocultos en la planta de la ciudad colonial, más la histórica referencia de la existencia de ricos yacimientos de oro y plata en los territorios del Mallowelafkén motivaron, a riesgo de su vida, la visita a las ruinas de la antigua población hispana. Sin embargo, la tenaz oposición mapuche le impidió y prohibió el acceso a las ruinas centenarias, llegando solo hasta el área suroriental de Wingkakara, pudiendo solo aseverar que el cerro homónimo y el área en general poseían valiosos yacimientos mineralógicos. (Pablo Treutler: “Andanzas de un Alemán en Chile” Pág. 262 a 367.)

-El año 1866 visita las ruinas de la ciudad el padre Constancio de Trisobio, misionero capuchino fundador de la Misión de Bajo Imperial, actual Pto. Saavedra. El padre Constancio “subió” hasta Pitrufquén con la intención de fundar allí una nueva Misión. La intención del sacerdote fue frustrada por el hijo del cacique Paillalef, señor de Pitrufquén, quién aborrecía el cristianismo y dio la orden de asesinar al misionero. El sacerdote, buscando salvar su vida y ayudado por unos mapuches amigos, escapó río arriba hasta llegar a las ruinas de Villa Rica. Amparado por “el agüero” y prohibición indígena de ingresar a la traza de la antigua población hispana, el Padre Constancio examinó, de manera fugaz, la planta urbana y algunos escombros coloniales; desde allí se dirigió presurosamente hasta la Misión de San José de la Mariquina en donde relató los pormenores de su arriesgada aventura. (Araucanía Misional. Edición Especial Nº 67. Mosaico Histórico de la Villa Rica. Pág. 05.)

-En abril de 1868, el Intendente de Valdivia don Rafael García, con el apoyo del coronel Cornelio Saavedra, planifica la reocupación de las ruinas de la Villa Rica, el gobierno central otorga las medidas precautorias de seguridad para la materialización del proyecto; sin embargo, la guerra que inesperadamente se presento contra España, nuevamente postergó el proyecto de toma de posesión y colonización. (Cornelio Saavedra: “Ocupación de Arauco” Págs. 100-101.)

-El año de 1869, el Comandante de la Baja Frontera, oficial argentino M. J. Olascoaga, al mando del Coronel Cornelio Saavedra, proyecta una incursión hasta las ruinas de Villa Rica, iniciando la marcha desde la ciudad de Valdivia vía río Cruces. La marcha se vio interrumpida por los mapuches a la altura de la parcialidad de Cheske, distante a solo 10 kms. de las ruinas de la Ciudad Rica. Olascoaga, impelido y obligado a retirarse de territorio indígena, y evitando un incidente mayor, dio la orden de regreso a la ciudad de Valdivia. En su informe final Olascoaga detalla el mantenimiento de una extensa red vial por la que se unían las densamente pobladas parcialidades mapuches. (Estudios de Cartografía y Topografía del Ejército Argentino. “Geografía de Chile” de M. J. Olascoaga. Pág. 191. Año 1867.)

-El año 1877 arriba a la zona de la arruinada Villa Rica el ingeniero, contratista y vecino valdiviano don Germán Ebner. El ingeniero Ebner se contacta con los mapuches locales y expone la solicitud para efectuar estudios referentes a la proyección de una futura ejecución de obras públicas y privadas que mejorarían el camino San José-Villa Rica, además de habilitar para carretas el paso cordillerano hacia Argentina. El proyecto de ingeniería de Germán Ebner fue desechado a raíz del estallido de la Guerra del Pacifico el año 1879. (Ministerio del Interior. Intendencia de Valdivia. Volumen Nº 754. Oficio Nº 368. Años 1876- 1883.)

-Por fines del año 1882, antes de efectuarse del arribo del Ejército del Sur, comandado por el coronel Urrutia y la consecuente celebración del parlamento de Wampotue o Putue, nuevamente el ingeniero y contratista Germán Ebner accede a las ruinas de la histórica Villa Rica. Esta vez el ingeniero se hizo acompañar por el Intendente de Valdivia don Anfión Muñoz y algunos funcionarios del servicio de caminos. La reducida comitiva se presenta sin escoltas especiales. Se concreta una reunión con más de 400 mapuches lafkenches del Mallowelafkén representados por sus caciques y capitanes. Los mapuches escucharon atentamente las propuestas en una sencilla ceremonia que presidió el Intendente Anfión Muñoz. La autoridad de la República, de buena fe, expuso a los mapuches las ventajas y beneficios de los proyectos a ejecutar; posterior a esto se dio tiempo para tranquilizar los ánimos asegurando que la libertad y dominios territoriales mapuches no se verían vulnerados a raíz del adelanto vial. La propuesta fue recibida con beneplácito por toda la concurrencia indígena, que cerró la reunión con un caluroso aplauso. No obstante lo anterior, el arribo del Ejército del Sur, al mando del coronel Urrutia, presentaría otra realidad a los mapuches del área del Malowelafkén y el Kalafkén. Su independencia-nación y sus dominios territoriales se verían vulnerados con el Parlamento de Wampotue o Putue, celebrado el 31 de Diciembre de 1882. (Ministerio del Interior. Intendencia de Valdivia. Volumen Nº 754. Oficio Nº 372. Años 1876- 1883.)

Villarrica: tres veces nacida...

FIN DE LA PRESENCIA ESPAÑOLA EN EL ÁREA DEL MALLOWELAFKÉN:
-Muerte del gobernador García Oñez de Loyola, sitio y destrucción de la Ciudad Rica, 1598 - 1602:

Con la muerte del Gobernador Martín García Oñez de Loyola, en Diciembre de 1598, se inicia el irreversible precipitado fin del la presencia y dominio de la Corona Española en la Araucanía. La muerte de Loyola tomó por sorpresa a la población colonial general, de la cual, sus autoridades en completa confusión no acertaban en la toma de una determinación y orden de desalojo de “las ciudades de arriba” o ciudades del sur, retardando la debida urgente reunión de sus habitantes en centros urbanos de seguridad. La orden de su majestad era fundar y poblar ciudades, y las autoridades de la época...”no habrían de hacer de contrario despoblándolas...”
Así, ante la retrasada e inoportuna reacción administrativa central, se tuvo que lamentar, que en menos de un año, la violenta insurrección indígena se presentara organizada, incontenible y letal; encontrándose destruidas y sitiadas por los mapuches las siete australes ciudades hispanas para fines de Noviembre de 1599; para esta fecha, la impecable campaña militar mapuche llevaba solo un año de ejecución y su éxito se extendería por otros tres años más, hasta lograr el aniquilamiento y exterminio de todo vestigio español al sur del Bio- Bio.
El asalto y sitio mapuche a la Ciudad Rica se inició el 24 noviembre de 1599, hecho bélico que sentenció y llevó a la inevitable lenta extinción de las vidas de sus vecinos hispanos, indígenas amigos y auxiliares domésticos. El capitán y Corregidor, don Rodrigo de Bastidas, acompañado de sus caudillos militares, capitanes Marcos Chavarri y Juan Beltrán, se esforzaron titánicamente en la empresa de estrategia, defensa y mantenimiento logístico de la “Cuadra Fuerte”, fortaleza que cobijó a la totalidad de los habitantes de La Rica durante un extenso y sacrificado periodo de tres años de resistencia. El hambre y las bajas producidas por los enfrentamientos con los bravos könas mapuches terminaron finalmente en trágico desenlace, en que la población colonial de alrededor de 750 habitantes hispanocriollos, 600 indios amigos y al menos 400 auxiliares domésticos, se vio reducida a solo 24 esqueléticos, famélicos y haraposos sobrevivientes españoles.
Citamos a continuación al cronista jesuita Diego de Rosales, quien se refiere a la extrema situación que acaecía entre la población de La Rica sitiada por los mapuches:
"...En el cerco de la Villa Rica encarecía el hambre el valor de la comida y hacía esta despreciar el oro y la plata aunque nunca falta quien lo codicie, aunque sepa que la ha de perder. Valía una morcilla de sangre de caballo, diez pesos de oro; un tasajo, catorce; un celemín de cebada, cuarenta. Hombre hubo que durante el hambre se comió media cuera de ante de Castilla y dos panes de jabón. Una mujer se comió, acabada de parir, la criatura de sus entrañas. Carne humana la comieron muchos, y de los indios que mataban hacían cecinas.
Creció tanto la necesidad que los hombres querían echar suertes para comerse unos a otros. Más, el esforzado capitán Bastidas, con su ánimo y mucha prudencia, les disuadió de una cosa tan abominable, persuadiéndoles a lo que era menos mal, que comiesen carne de los indios que se mataban, diciéndoles que con eso estarían más valientes y más gallardos para pelear, porque la gallardía de su valor juntarían con la valentía de los indios, convirtiéndola en sustancia...” (Diego de Rosales: "Historia General del Reino de Chile, Flandes Indiano" Pág. 381.)
Los hispanos que lograron sobrevivir a las precariedades, hambre y padecimientos de más de tres años terminaron siendo, en su mayoría, inmediatamente aniquilados en el ultimo enfrentamiento acaecido el 07 de Febrero de 1602. Los españoles que no sucumbieron en el ataque y asalto final de los triunfantes mapuches, dirigidos por el toki Kuminawel -El Tigre Rojo-, fueron capturados y llevados a la esclavitud, alcanzando algunos de estos hispanos la preciada libertad solo por alrededor del año 1624. De la otrora numerosa población colonial, solo seis escasos cautivos de La Rica fueron posteriormente canjeados por caciques mapuches, esto gracias a las gestiones de paz efectuadas por el padre jesuita Diego de Rosales. Entre estos sufridos, escasos y afortunados sobrevivientes al desastre de La Rica de 1602 la historia rescata los siguientes nombres: El adolescente Juan de Maluenda, su madre María de Plascencia, María Zapata, el capitán Juan Sarmiento de León y su hija nacida en cautiverio, el mercedario fray Juan de Lezcano y la mujer del capitán Bastidas, doña Ana Chavarri.
Otros hispanocriollos e hispanos peninsulares que escaparon al cautiverio y que habían sido apresados en combates acaecidos antes de la caída y destrucción de la ciudad, fueron los capitanes Marcos Chavarri, Pablo Fernández de Córdoba, Juan Vásquez de la Calzada y adolescente Rodrigo de Bastidas Chavarri, hijo del capitán y Corregidor Bastidas. Finalmente, de un total universal de indios amigos, auxiliares domésticos y vecinos hispanos de más de 2.000 almas, que dieron vida a la antigua sociedad colonial de la Villa Rica, solo 11 vecinos hispanos lograron evadir el cautiverio e incorporarse nuevamente a la vida cristiana que logró subsistir al norte del río Bio Bio:
"...Llegó el ultimo día de la ciudad, que a orillas del lago Mallohuelavquén, fundara el capitán Jerónimo de Alderete en 1552. Después de tres años de una lucha tan desigual, hubieron de hacer frente a un poderoso ataque dirigido por el cacique Cuminaguel, el que ordenó simultáneamente prender fuego a los restos del fuerte. Previamente el jefe mapuche mencionado, acompañado de un hijo menor de Bastidas, que tenía en su poder, les instó a rendirse, concediéndoles, en cambio, la vida a él y a los sitiados. La respuesta del valiente Bastidas no se hizo esperar y en un gesto de cólera sublime exclamó:
< ¡Fuego al cañón, fuego a los arcabuces ! >
Hombres y mujeres combatieron indomables con la altivez y heroísmo de siempre; pero como deja constancia don Juan de Maluenda, < ...con ser tan pocos, no perdíamos ningún punto de nuestra defensa, hasta que con fuegos y humacos que nos dieron los enemigos en el fuerte nos rindieron; estábamos conjurados de no rendirnos sino morir por nuestro rey y patria... >
Y en el último soplo de vida que selló la muerte definitiva de Villa Rica, el 7 de febrero de 1602, los restos de edificios o viviendas que permanecían aun en pie, quedaron reducidos a un hacinamiento de cenizas y residuos calcinados...” (Fernando Allende Navarro: "Los Caciques Gobernadores del Toltén, La Ruina de la Villa Rica y La Información de don Juan de Maluenda.", Págs. 186 y 187.)

Con la destrucción de la Villa Rica, se cerraba el capítulo histórico de la conquista. El Reino de Chile ya no volvería a ser el mismo. La soberanía de la Corona se había reducido geográficamente estableciendo como limite austral el río Bio Bio. Con la destrucción y abandono de la Ciudad Rica colonial, después de tres años de sitio o cerco militar; los mapuches toman nuevamente posesión de su mapu-tierra y establecen su legítimo dominio ancestral del área circundante a la ya extinta y arruinada Villa Rica:
“ ...Vino a perecer la Villa Rica a cabo de tres años de amargamente sufrir, la gente más valerosa y constante que ha tenido Chile y que puede ser ejemplo de tolerancia, fidelidad y heroísmo a muchos siglos y reinos...” (Diego de Rosales, cronista español del siglo XVII. “Historia General del Reino de Chile, Flandes Indiano.” Tomo. Pág.382.)
Fin de una época legendaria:

Cayó la Ciudad Rica el día 07 de febrero de 1602, y con ella se extinguía medio siglo de próspera vida colonial. El dominio mapuche se impuso a los españoles a punta de lanza, sangre, esfuerzo y sacrificio. Recobraba el pueblo mapuche su tierra; siendo, posteriormente, reconocido por la Corona Española como Estado de Arauco y potencia militar en el denominado “Wingka Kollog de Kullín”, parlamento de Quillín o “Paces de QuilÍín”, celebrado el 06 de enero de 1641 y tras el cual , mediante Cédula Real, el monarca Felipe IV firmaba la paz con los mapuches y prohibía terminantemente fundar pueblos dentro del territorio indígena, aspecto que los gobiernos españoles respetaron hasta que la Republica de Chile efectuó su penetración armada a la Araucanía el año 1861, hecho con el cual culminaron dos siglos de dominio y autonomía mapuche en los territorios situados entre los ríos Bio Bio y el Guadalafkén o Calle Calle.

Con la destrucción de Villa Rica volvía la tierra "Mapu" a los suyos y se habría un paréntesis de tres siglos en que la antigua Villa Rica colonial comenzaba a cubrirse ya de tupido bosque y selva, los que terminarían por sepultar el último bastión español que resistió al sur del Bio Bio. Se imponía así ante el extranjero o wingka el sentido libertario y genio militar del pueblo mapuche. La soberanía, asentamiento y aprovechamiento mapuche del territorio del área lacustre del Mallowelafkén perduraría hasta la invasión y ocupación militar de la Araucanía, de fines del siglo XIX, campaña militar de anexión que cubriría el período histórico republicano “de pacificación” comprendido entre los años 1861 y 1883.

ULTIMA INCURSIÓN MILITAR HISPANA AL AREA DE LA VILLA RICA:

“EL MALÓN DE CHALLUPÉN DEL AÑO 1649 ”:

A mediados del siglo XVII, la preocupación de las autoridades militares y administrativas hispanas de inspeccionar el área de las abandonadas ruinas de La Rica, se generó a raíz de los constantes asedios y correrías efectuadas por guerreros puelches, eternamente disidentes, que terminaban con sangrientos Malones a tribus, pueblos y aldeas de "indios amigos o indios de paz”. La calidad y denominación de “indios amigos “ correspondía a las tribus que en el parlamento o “paces” de Quillín del 06 de enero del año 1641 habían abrazado una actitud pacífica a cambio de protección y auxilio de parte de las autoridades españolas ante los constantes focos de violencia de los indios puelches, acérrimos y antiguos enemigos de la Corona Ibérica. Las tribus de indios amigos estaban beneficiadas por la corona española mientras fueran leales al tratado de Quillín del año 1641.

La más importante incursión militar hispana posterior a la caída de la ciudad la llevó a cabo el Gobernador Martín de Mujíca el año 1649, quien ordenó la expedición de un destacamento de 16 soldados regulares españoles más un refuerzo superior a 1.000 mocetones o guerreros mapuches -könas- pertenecientes a las tribus de paz de las parcialidades de Forowe o Boroa. La expedición se organizó en el fuerte de Boroa y estuvo al mando del capitán de caballería don Luis Ponce de León. Desde la plaza de Boroa se efectuó el avance expedicionario para llegar a la arruinada Villa Rica accediendo de este modo a la precordillera, tierra de los indios puelche, los que motivados por dos desertores holandeses y un negro prófugo habían saqueado y masacrado la parcialidad en que habitaban los indígenas amigos de Challupén, en el área sureste de la arrasada Villa Rica Colonial. (Diego de Rosales: “Historia General del Reino de Chile. Flandes Indiano” Tomo II, Págs. 394 y 395; 485 y Sgtes.)

El capitán Luis Ponce de León, hijo del famoso capitán sobreviviente al desastre de La Rica don Juan Vásquez de la Calzada, por orden de Gobernador Martín de Mujíca arribó al área de Chapullén, situada al norte del lago Kalafkén, llevando, como dijimos, un ejército de 1.000 indios amigos al mando de 16 oficiales españoles; intimidante presencia militar que puso a salvo a la tribu de paz del cacique Pinchulaf, señor de esas tierras. Ponce de León logró pacificar y asegurar el área instalando, al parecer, una guarnición permanente que se habría concretado con la instalación del fuerte Pukura a orillas del lago.

Una vez controlada el área de Challupén, el operativo militar se trasladó a las tierras allende a la cordillera, hacia el lago Epulaukén o Epulafkén, el cual prestó su isla principal a lo que sería un encarnizado asalto naval a las posiciones de indios rebeldes. Al parecer este hecho figura como primer combate de tipo anfibio del periodo colonial siendo obviamente el primero en toda la historia de Chile. El lago perteneciente al distrito colonial del Corregimiento de la Villa Rica, denominado Epulafkén perdió su nombre original con el transcurso de los siglos, actualmente este lago se denomina Wechulafkén o Huechulauquén y pertenece a la zona limítrofe de la República Argentina.
Para una mayor información referente a este episodio bélico acaecido en las proximidades de la antigua Villa Rica, recomendamos conocer la obra del Padre Diego de Rosales "Histórica Relación del Reino de Chile", Tomo III; Págs. 394 a 399, en la cual el cronista relata extensamente este interesante episodio bélico colonial.

A pesar del correr de los siglos, las familias del sector de Challupén y Pukura, ubicadas en el Km. 12 camino Likán Ray -Koñaripe, aún recuerdan este episodio bélico relatado mil veces por “los antiguos” del lugar. El inconsciente colectivo rescata este acontecimiento histórico colonial a través de una leyenda conocida como “ El Malón de Challupén” que hasta nuestros días aún es relatada y la hemos escuchado en boca de los lugareños más de una vez. Esta leyenda con bases históricas irrefutables fue rescatada por la escritora Mayo Calvo en la década de 1970, y figura en su libro “Secretos y Tradiciones Mapuches”; editado el año 1978.

Villarrica: tres veces nacida...

LOS ESCLAVOS NEGROS EN LA CIUDAD RICA:
-Interrelación negro-indígena:
La población colonial de raza negra o afroamericana, estaba conformada por esclavos traídos desde el Virreinato del Perú y desde las gobernaciones trasandinas de Córdoba y Buenos Aires. En el Reino de Chile del siglo XVI poseer esclavos negros era considerado un signo de status y de poderío económico a causa de su elevado costo de importación.
Los negros, eran denominados por la población mapuche con él termino despectivo de “Kuriche” y “Tapayu”. Esto indica, al parecer, que la interacción indígena- negroide fue poco común existiendo un numero muy reducido de sambos nacidos en la antigua Araucanía, figurando estos últimos muy escasamente en la historia del Reino de Chile. Probablemente este distanciamiento negro-indígena se debió, fundamentalmente, al reducido número de negros y en segundo término, a la calidad de esclavos que recaía sobre los negros y el cual era de carácter hereditario consanguíneo, condición social que no alcanzaba al indígena, puesto que existía una legislación u ordenanza legal determinada por la Tasa de Santillán, que aunque era poco observada, protegía a los indígenas de excesos, les establecía un salario denominado Sesmo, y otorgaba el carácter de individuo tributario de impuestos a la Corona, “ privilegios” que el negro-esclavo no ostentaba por ser solo considerado jurídicamente con la calidad de cosa mueble. El indígena en cambio, como ya expusimos, tenia una calidad jurídica de incapaz relativo pudiendo efectuar ciertos actos jurídicos y civiles, condición que sin duda abrió una brecha poco franqueable entre estas dos razas. Ahora, si sumamos a lo anterior el interés económico del “dominus hispanus” o dueño español de esclavos y a la vez titular de indígenas tributarios, podemos igualmente sostener que existió una tácita estricta prohibición de mestizaje entre estos, para así mantener la pureza del individuo negro, evitando de este manera la devaluación de su precio ante el eventual nacimiento de mulatos o sambos. Posteriormente de este aspecto “de incongruencia de sangres” indo-afro, se encargaría la iglesia Católica a través de la institución del régimen del Patronato; es decir, la reglamentada curaduría y protección de esclavos indígenas y negros existentes en todo el Reino de Chile y América.
El afroamericano, a pesar de su condición social de esclavo, siempre gozó de un mejor trato y atenciones que los indígenas, esto a raíz del elevado valor de intercambio económico que el individuo negro constituía; por tanto, la ocupación primordial del esclavo negro fue la atención de los servicios domésticos y labores menores, siendo muy poco utilizado en obras gruesas o trabajos de agricultura y minería.
Dejamos claro, que la esclavitud indígena se promulgó por Real Cédula el 26 de mayo de 1608 y que además, este cuerpo legal solo comenzó a regir en el Reino de Chile por fines del gobierno de Alonso García Ramón, en el año 1614. En la citada Real Cédula de 1608, se estipulaba que la esclavitud solo se remitiría a los individuos indígenas beligerantes que eran capturados como “piezas de botín de guerra”.
En la relación interracial indo-afro colonial, inevitablemente viene al recuerdo la escena del suplicio del gran toki Kaupolikán, quien al ver que iba a ser ejecutado por un esclavo negro, dio un puntapié a este y lo lanzó lejos del patíbulo mientras, a viva voz, reprochaba a los jefes militares hispanos por la consciente mal intencionada humillación a que era expuesto, exigiendo, como ultima voluntad, ser ultimado por un oficial hispanocriollo.
El comportamiento xenofóbico anterior talvez se debía a las “ventajas sociales y legislativas” del indígena sobre el negro, aspectos que con el correr del tiempo, llevaron al siempre despierto inconsciente colectivo a captar, forjar e instituir una superioridad natural que presumía y demostraba el mapuche en su trato cotidiano con el individuo de raza negra; esta actitud de distanciamiento indo-afro se manifestó desde la colonia hasta bien entrado el siglo XX:
“...Hay que saber que el negro es para los indígenas siempre una figura cómica, y que su propia superioridad física e intelectual respecto de los negros les parece algo muy cierto y seguro...” (Fray Félix de Augusta: ” Lecturas Araucanas”. Pág. 320.)
Todo indica que la población afroamericana en la Villa Rica comprometió un importante numero de individuos. En una carta del Gobernador Rodrigo de Quiroga al Rey, este manifiesta el estado del Reino de Chile después de un violento seísmo, con características de terremoto, que afectó al sur de Chile, en el cual el Gobernador deja constancia que el fenómeno “... Afectó desde Angol a Chiloé, perdiéndose 100 indios en la ciudad Imperial, unos 20 pobladores en Valdivia y tan solo 3 esclavos negros en la Villa Rica...” (Carta de Rodrigo de Quiroga al Rey, 12 de febrero de 1576. En Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile. Tomo II. Documento Número 4, cita 292.)
Los esclavos negros de La Rica después de 1602:
Una vez arrasada y abandonada la ciudad en febrero de 1602, los esclavos negros de La Rica fueron capturados e integrados a las tribus o parcialidades indígenas locales, continuando su existencia en estrecha interacción y relación con los indígenas. Quizás la ausencia de las brechas sociales legislativas hispanas disminuyó las diferencias de estas dos razas logrando, en el transcurso de los años, una amplia descendencia de la cual da cuenta el cronista Miguel de Olivares, sacerdote jesuita e historiador que en el siglo XVIII, visitó a las ruinas de Villa Rica y la correspondiente área cordillerana del paralelo 39 de la antigua ciudad, dando cuenta de la siguiente situación particular observada en esta área:
“...De los negros esclavos de los españoles quedaron muchos en poder de los indios cuando hubo la ruina y desolación de la ciudad, y de ellos viene la descendencia hoy todavía numerosa; y aunque mezclada con la sangre de los indios, se diferencia de ellos en la mayor oscuridad del color de la piel, en los rizos del cabello, en las narices remachadas y labios gruesos...” (Miguel de Olivares “ Historia Militar, Civil, y Sagrada de Chile.” Pág. 137 y 138.)
Refiriéndonos a la información del cronista Miguel de Olivares, cabe mencionar, que hasta nuestros días, en pleno siglo XXI, aún se ven mapuches con marcados rasgos afroamericanos, sobre todo en el área trasandina de Neuquén. Estos rasgos se conservan además acompañados de apellidos que manifiestan un pasado y descendencia negroide o exógena evidente, como son: Curiche, Tapayu, Huinca, Curihuinca, Curicuri, Curiangue, Curilef, etc.
La raza afroamericana dejó escasos vestigios en el pueblo chileno; a pesar del gran número de individuos existentes en el siglo XVI y siguientes. La escasa descendencia se debió principalmente a su paulatina disminución de “importación y adquisición” debido a su alto precio; por otra parte, a la falta de aclimatación y tuberculosis que los fue reduciendo precipitadamente; y un tercer factor consistió en que su calidad utilitaria se vio desplazada por los mestizos, que se presentaron como una nueva fuerza de trabajo más numerosa y por ende más económica.

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POBLACION INDÍGENA COLONIAL DE LA VILLA RICA:

Los “indios de guerra”: Quiebre de relaciones y unidad interna del pueblo mapuche:

Es de importancia destacar aquí, un aspecto de quiebre social mapuche generalizado y originado a raíz del contacto interétnico temprano hispano-Indígena, hecho que se manifestó en la irreconciliable disturbación de relaciones internas entre los denominados “ Indios Amigos ” quienes abrazaron la fe cristiana, aceptaron la “civilización“ hispana y se sometieron a la autoridad del Rey; y en su contraparte otro factor humano protagonista: Los “Indios de Guerra” quienes se opusieron consciente y rotundamente a la invasión occidental que amenazaba profundamente la autonomía-nación del pueblo mapuche, intuyendo en la intervención del wingka invasor la pérdida de su territorio y la consecuente desintegración de su ancestral cultura.
Así, de este modo, deduciendo los términos expuestos, nos encontramos con una confrontación tribal interna local de los mapuches desarrollada, en una parte, por los mapuches lacustres cristianos, o lafkenches “occidentalizados”, que eran aliados de los hispanos y combatían junto a las tropas del Rey, “indios amigos” de los cuales en la antigua Villa Rica fue icono el Cacique Kurimanke, quien con su familia e “indios leales”, pereció trágicamente defendiendo la ciudad junto a los soldados españoles del capitán Rodrigo de Bastidas. Por la otra parte, encontramos a los mapuches beligerantes o alzados que luchaban por la unidad política militar y la supervivencia cultural de sus pueblos, de los cuales fiel representante en el distrito de La Rica colonial fue la Toki Janekeo.
La competencia natural entre tribus mapuches que buscaban expansión territorial y consolidación vital, tienen fundados antecedentes pre y posthispánicos; estos conflictos internos perdurarían a través de los siglos incluso hasta el siglo XIX. Esta bien establecido, históricamente, que a mediados del siglo XVII, mapuches del Mallowelafkén y Kalafkén mantenían discordias ancestrales con las parcialidades puelches de la vertiente oriental cordillerana. Los puelches repudiaban el tratado de Quillín de 1641 por el cual eran beneficiados “en el comercio y la seguridad mutua” los mapuches del Mallowelafkén y Kalafkén; condición de garantías que perduraría mientras fueran respetadas las disposiciones de paz convenidas en el tratado. El año de 1649, una irrupción puelche trasandina a territorio mapuche occidental derivó en un Malón, o represalia armada que fue seguida de saqueos y muerte a discreción. El Malón de 1649 afectó a una tribu de Challupén, ante lo cual el cacique de la parcialidad, el Longko Pinchulef, solicitó a las autoridades hispanas la presencia y auxilio de tropas de la Corona. Los hispanos efectuaron un operativo militar en el que fueron apoyados por “indios amigos” de la parcialidad de Boroa o Forowe. Finalmente, el capitán Luis Ponce de León, al mando de 16 soldados hispanos secundados por 1.000 mapuches aliados, arribó al área de Challupén-Pukura, auxiliaron a los mapuches locales, dieron persecución y desbarataron las hordas de los belicosos puelches en un cruento enfrentamiento acaecido en el área del lago Epulafkén, actual lago Wechulafkén, allende a la cordillera, en el actual territorio de la República Argentina. (Padre Diego de Rosales: "Histórica Relación del Reino de Chile." Tomo III, Págs. 394 a 399)
Para inicios del siglo XIX, la pérdida del dominio y control español sobre sus colonias americanas y la independencia de las mismas, generaron la disminución del intercambio económico y la ausencia de resguardo militar que afectaron a las tribus que se relacionaban amistosamente o “trataban” con la Corona Ibérica. El desamparo provocó la necesidad de protección armada y la reactivación de relaciones de comercio con entidades la naciente República de Chile, para así permanecer con las ventajas de seguridad y garantías de prosperidad que se habían mantenido con las destituidas autoridades hispanas. Para mediados del siglo XIX aun se registraba la subsistencia de enemistades tribales y conflictos de intereses mapuches que afectaban la relación y “entendimiento” pacífico de los Aillarewes situados al sur del Leufu Kagtén o río Cautín. En lo que respecta al área del antiguo corregimiento colonial de la arruinada Villa Rica, durante fines del año 1848, ante las carencias de protección externa ante irrupciones y amenazas bélicas de peñis belicosos, los longkos del Mallowelafkén y Kalafkén manifestaron serias intenciones de autoanexión a la República de Chile; motivación que descansaba en razones que evocaban conflictos étnicos internos de seguridad tribal ancestrales que se mantenían con otras parcialidades y etnias. Finalmente, para el desarrollo de los sangrientos episodios del “Alzamiento Mapuche de 1881” se registra un radical cambio en los ánimos y relaciones de las tribus del Aillarewe del Mallowelafkén con las restantes parcialidades existentes entre los ríos Cautín y Toltén. El aspecto de “conciencia de amenaza” despertado por la invasión armada del Ejército de Chile o “Ejército del Sur” y la evidente perdida del territorio, factor fundamental para la supervivencia y subsistencia de la raza y cultura mapuche, movilizó a longkos y ülmenes a la unificación y resistencia armada que se desplegó, sin excepciones, desde el río Malleko hasta el río Wadalafkén o Calle Calle. (“Nampüllkafe”: Viaje de los Mapuches de la Araucanía a las Pampas Argentinas. Movilidad Espacial, Cultura y Sociedad en los siglos XIX y XX, Informe Final Proyecto Fondecyt, Nº 1000097, año 2002.)
Durante el siglo XVI, la división de voluntades como resultado de la elección de participación en la sociedad colonial occidental cristiana o la exclusión de esta, puso en una profunda confrontación a los hermanos de una misma etnia estableciéndose, a raíz de esto, profundos e irreconciliables odios entre los peñis mapuches; diferencias que finalmente se transformaron en represalias de sangre y fuego reciprocas, causando aquellos actos de violencia, numerosas e innecesarias muertes entre ambos bandos indígenas.
Por ultimo, es de importancia destacar que los europeos aprovecharon y optimizaron la división social que generaron los habitantes originarios bautizados, occidentalizados y colaboradores en el desarrollo de la conquista; fenómeno social que permitió, con la ayuda de estos ”indios amigos”, el sometimiento humano y el control armado territorial a manos de una disminuida población, de apenas 5.000 hispanos situados al sur del Bio Bio, por sobre los cientos de miles de almas que constituían la población originaria de la tierra-mapu o Araucanía. En fin, la colaboración de los denominados “auxiliares”, “yanaconas”, ”aliados”, o “indios amigos” fue un factor fundamental para el logro de la empresa de la conquista del sur del Reino de Chile, e igualmente de las demás capitanías, gobernaciones y virreinatos de América; pues, la misma situación de quiebre de relaciones y unidad étnico-social se manifestó por todo el nuevo continente a través de irreparables discordias que se presentaron “entre los hijos naturales de las nuevas tierras de las Indias occidentales”.

La Toki Janekeo: Asedio y destrucción del fuerte español Antepepe:

Por el año 1575 los indígenas puelches y williches celebraron una estratégica alianza entre tribus locales beligerantes, pacto que incluía parcialidades disidentes de la otra vertiente cordillerana. La organizada rebelión buscaba desestabilizar los emplazamientos hispanos situados al sur del río Toltén y frenar el avance de las huestes y cultura occidentales hacia territorios allende a los Andes y el extremo sur. Por el año de 1580, los mapuches rebeldes ya contaban con longkos y tokis que comandaban la alianza-resistencia; entre estos caudillos mapuches existió una mujer que conmocionó a los habitantes de La Rica colonial, esa mujer fue la toki Janekeo, también conocida como Yanekeo o Yanequén según algunos cronistas españoles.

Entre los mapuches del siglo XVI, Janekeo destacó notoriamente por encarnar los valores guerreros y sociales más nobles de su raza; figurando en la historia del antiguo Estado de Arauco como la primera y única mujer general entre los valientes guerreros o könas de su pueblo. Janekeo fue ”heroína en tiempo de héroes” y alcanzó fama por su bravura y valentía; también se destacó el brillo de su espíritu revestido por el gran amor que la hacía suspirar y llorar cada día más profundamente por la pérdida y ausencia de quién fuera el hombre de su vida y esposo: El toki Guepotaén, quien fuera muerto en un combate con los españoles mientras este se dirigía a buscarla a un sector cordillerano cercano a la Villa Rica con la finalidad de rescatarla de la amenaza de la guerra. Janekeo, al enterarse de la trágica muerte de su amado a mano de los wingkas, acudió a su hermano el toki Kechuntureo, quienes juntos resolvieron vengar la muerte del admirado, heroico y bravo Guepotaén; para esto, por fines del año 1586, amparados en el alzamiento armado puelche - williche, promovieron actividades armadas locales que tuvieron por objetivo asediar y desbaratar las posiciones castellanas ubicadas en el área situada al suroeste del río Toltén. A principios del año 1587 el levantamiento general puelche - williche ya era un hecho casi incontenible y presentaba graves inconvenientes a las encomiendas y fortificaciones del área cordillerana de las ciudades de Villa Rica, Valdivia y Osorno:

“...En esto se ocupaba aquella gente, cuando la famosa Yanequeo, digna de contarse entre las bravas y varoniles matronas que refieren las historias, trazando la venganza de la muerte de su marido Guepotaén, a quien quitaron la vida los españoles, como se vio en el capitulo pasado, llegó a su hermano Quechuntureo, y proponiéndole la gran soledad en la que la habían dejado, y el dolor y sentimiento que no podía de tan pérdida, le pidió la vengase de quien así la había ofendido: <> ” (Alonso de Ovalle: “Histórica Relación del Reino de Chile.” Pág. 255.)

Dentro del contexto armado generado por la poderosa alianza puelche - williche, una de las posiciones o plazas hispanas intervenidas y hostigadas por los tokis Janekeo y Kechuntureo, fue la encomienda fortificada del distrito de la Villa Rica denominada Antepepe o Andelepe por los españoles y que fuera también conocida como Antüleufe por los mapuches; esta encomienda asediada por los tokis hermanos estuvo ubicada en el actual valle de Llancahue, Llangagüe o Llankawe, al interior de Köñaripe, a 58.7 kms. al sureste de Villa Rica, en las coordenadas geográficas 39º 33`` L.S. y 71º 55`` L.O.

El titular de la encomienda fortificada del valle de Andelepe fue, en sus primeros años, el vecino de la Villa Rica don Pedro Aranda de Valdivia; pero sería su hijo el capitán de caballería de la Ciudad Rica, don Cristóbal Hernando Aranda de Valdivia, quien fortificaría y defendería la encomienda de Andelepe dando fiera y violenta lucha a los mapuches que asediaban constantemente los dominios y privilegios heredados de su padre en 1581.
Por fines del año 1586 la toqui Janekeo dirigía un poderoso ejército de bravos könas o guerreros y se prestaba a vengar la muerte de su esposo Guepotaén, y para cumplimiento de aquel juramento dirigió sus escuadrones hasta la fortaleza de Llankawe, al oeste del lago Kalafkén.

El asedio a la fortaleza de Llankawe se inició a principios de 1587 y después de numerosos asaltos y largos cercos la resistencia hispana culminó trágicamente por fines del mismo citado año, fecha en que los mapuches arrasaron la encomienda fortificada cobrando la vida de todos sus defensores. Después de este rotundo triunfo la Janekeo y su hermano Kechuntureo osada y temerariamente pusieron su atención en la Villa Rica, conjurando asediar y destruir la ciudad hasta extinguir todo vestigio hispano en el área precordillerana.

La destrucción del fuerte cordillerano del distrito la Villa Rica, situado en el valle de Andelepe, fue uno de los síntomas graves de rebelión mapuche desarrollada entre los años 1575 y 1587, los que generarían unos años después la precipitación del gran alzamiento mapuche de Noviembre de 1598; insurrección que cobraría la vida del Gobernador Martín García Oñez de Loyola y terminaría por desbaratar y arruinar la Ciudad Rica en febrero de 1602.


Janekeo; un gran corazón para el amor y para la guerra. Sin duda una de las más grandes mujeres del período colonial. Una mujer de carácter y temperamento dignos de una hija de la raza mapuche. Mujer y esposa digna de ser admirada y recordada por ser la primera general de la historia de Chile. Janekeo o Yanequeo es la mujer más interesante y menos famosa en la temprana historia colonial chilena; a tal punto fueron conocidas en su época su fidelidad y sentimiento profundo de esposa, como le fueron reconocidos igualmente su bravura y heroísmo en la guerra. Tantas fueron sus condiciones y talentos para el amor intenso y el cruento combate, que los cronistas hispanos llegaron a denominarla como "la Juana de Arco de la Araucanía.”

Queda en deuda, como siempre, el tributo, el honor y la fama para esta mujer cuyo ejemplo de dignidad, valentía y alta iniciativa, que aún hoy, más de cuatro siglos después, continúa siendo un modelo vigente para todas las chilenas del siglo XXI. Ojalá la historia, algún día, reivindique a esta ilustre hija de la raza mapuche, la primera gran mujer genuinamente chilena que destaca y recuerda la historia nacional en sus más remotos años.

Por último, la mención de la trágica y heroica historia personal de la toqui Janekeo, nos lleva a destacar y dejar bien claro, que la participación de la mujer mapuche en la Guerra de Arauco no era improvisada o casual, ni mucho menos accidental; al contrario, la colaboración femenina mapuche en los combates era según el Gobernador Alonso de Sotomayor “costumbre arraigada”:

“...Llevan también a sus indias para su servicio en la guerra, y si hallara algún remedio para excusar que no las tengan consigo, seré el hacerlo muy acertado y, en esto conviene ir muy despacio, porque el quitar de golpe una costumbre antigua y arraigada en los ánimos de la gente de guerra de aquel reino, que es llevar indias consigo, será muy dificultoso y se irán ofreciendo muchos inconvenientes, y poco a poco tendrán mejor remedio...” (Informe del Gobernador Alonso de Sotomayor a Felipe II, año 1583. “Sobre el Estado de las Cosas de Chile”. Texto citado por Nicolás Palacios en su libro “Raza Chilena.”; Pág. 54.)


La presencia activa de la toki Janekeo en la Guerra de Arauco, resalta y sitúa históricamente la participación y colaboración de la mujer en a guerra de la conquista de Chile: Mujeres mapuches que lucharon junto a sus hombres para la liberación de su tierra del yugo español. Mujeres que lanza en mano fueron protagonistas de triunfos y derrotas bélicas y para las cuales la Janekeo es digna representante histórica de todas aquellas anónimas combatientes de la sangrienta y dilatada Guerra de Arauco:

“...Y es tanta la falta de gente por la mucha que ha muerto en esta demanda, que para hacer más cuerpo y henchir los escuadrones, vienen también las mujeres a la guerra, y peleando algunas veces como varones, se entregaron con grande ánimo a la muerte...” (Prólogo de Alonso de Ercilla en su obra " La Araucana." Edición Española, 1906.)

Varios fueron los hechos de armas acaecidos en el área cordillerana de La Rica colonial, actual localidad de Llankawe al interior de Köñaripe comuna de Panguipulli; la historia rescata y describe parte de aquellos sucesos que tuvieron como protagonista principal a la toki Janekeo, la que “entre aquellas valientes huestes alcanzó fama heroica”, fama y valentía coloniales que aún hoy muchos ignoran; pero sin embargo, quienes la han conocido a través de la blibliografía epica e histórica repiten y admiran ampliamente su gran hazaña. Para el propósito del reconocimiento y valor de la figura de la toki Janekeo, recomendamos estudiar la obra "Histórica Relación del Reino de Chile" de Alonso de Ovalle, Págs. 251 a 254.

ACTIVIDAD SOCIAL INTERÉTCNICA HISPANO-INDÍGENA EN LA VILLA RICA:
-Interrelación hispano-indígena:
El Indígena en el Reino de Chile, fue considerado jurídicamente como incapaz relativo, por tanto susceptible de la ejecución de ciertos actos jurídicos y civiles, esto según lo dispuesto el año 1558 en la Tasa de Santillán, cuerpo legal que otorgaba al indígena un salario llamado “Sesmo” que equivalía a la sexta parte del producto bruto de su trabajo. La actividad laboral tributaria era obligatoria para los varones entre 18 y 50 años de edad, quienes “guardaban reposo” solo los domingos y festivos. El indígena, por Cédula Real, estaba excluido de la esclavitud, siendo considerado como súbdito tributario de la Corona, por lo cual estaba obligado a pagar los impuestos y tributos anuales correspondientes, excluyéndose del trabajo y del pago de esta obligación económica solo a los caciques y los componentes de su familia hasta el tercer grado de parentesco.
Por su parte, el español a cargo del régimen de encomiendas estaba obligado a proteger, instruir y cuidar de los indígenas de los cuales era titular y responsable física, moral y espiritualmente. La carga de la esclavitud de la población indígena en el Reino de Chile, solo se decreto el 26 de Mayo de 1608 y prevaleció hasta fines de la colonia, periodo en el cual se excluye a la Villa Rica por haber sido destruida en el año 1602. Con este antecedente, se puede destacar, que el indígena en la corta existencia de la Villa Rica, no sufrió la carga de la esclavitud y fue partícipe de un contrato de servicios expreso y regulado por una autoridad específica denominada “Curador de Indios”, integrándose el componente social indígena en todos los ámbitos de la actividad colonial, existiendo históricamente testimonios de matrimonios y relaciones sociales, religiosas, militares, comerciales y otras diversas entre hispanocriollos y componentes del estrato social denominado “indios amigos”.
No obstante, a pesar de todas las garantías y cauciones dispuestas en las Ordenanzas Reales para la fiel observación de las “prolijas atenciones humanas y cristiano cuidado de los indios”, la realidad demostró un reiterativo abuso por parte de algunos conquistadores encomenderos, desmedro hacia la calidad de vida indígena y actitud tiránica que con el tiempo incubaría un odio ancestral al wingka e impulsaría al violento alzamiento armado mapuche. El año 1593 llegó a Chile el padre y misionero jesuita Luis de Valdivia, quien observó y censuró los desmanes y nocivas actitudes hispanas que mantenían en precarias condiciones humanas a una gran cantidad de infortunados indígenas; el padre Valdivia inicio una campaña prodignidad indígena dirigida al clero y sociedad civil colonial; el año 1618 llevó las denuncias hasta las altas cortes hispanas europeas. A su regreso a Chile, el resultado de la publicidad de estos descargos ante las autoridades, impulsó una nueva política militar-evangelizadora denominada “Guerra Defensiva”, actividad que disgustó a los terratenientes y autoridades españolas del Reino de Chile, quienes coludidos, finalmente, lograron la expulsión definitiva de la orden jesuita de territorio chileno por el año 1767.
Testimonio de la participación de la población indígena en la Villa Rica al ámbito social-religioso hispano criollo, es el hecho histórico que indica que para la celebración de semana santa de 1567 participaron de la aquellas de fiestas religiosas cerca de 2.000 indígenas tributarios bautizados pertenecientes al capitán Arias Pardo. Según testimonio del cronista Pedro Mariño de Lobera en su “Crónica del Reino de Chile” en su página 38, se rescata además, que para la celebración de la Fiesta de Pascua de Resurrección del año 1576 se reunió una cantidad de 10.000 indígenas cristianos en la plaza de la ciudad, participando estos, activamente, de aquel encuentro eucarístico.
A luz dela información anterior, cabe señalar también los antecedentes de don Claudio Gay, en que hace referencia a la Villa Rica, en su obra “Historia Física y Política de Chile” Págs 39:
“...En los conquistadores, como en los indios, habían penetrado profundamente los consejos del piadoso Prelado Marmolejo, y las tribus entraban en vida social, cristianos y laboriosos, constituyéndose en pueblos con una habilidad sin ejemplo hasta entonces...”
-Población colonial interétnica:
Anteriormente, hacíamos referencia a una población urbana de interrelación étnica, estimada en más de 2.000 almas; esta cifra de habitantes, que suma a hispanocriollos, mestizos, mulatos, indígenas, sambos y esclavos negros, no deja de ser abultada o numerosa para la época. Sin embargo, este antecedente explica, indirectamente, porqué la ciudad llegó a contar, en el momento de su mayor desarrollo urbano, social y económico, con tres fortificaciones permanentes, tres conventos y tres templos mayores de los padres Franciscanos, Mercedarios y Dominicos. La relación anterior refleja, más que la infraestructura militar-eclesiástica, una ardua preocupación por la estratégica administración bélica-religiosa destinada a la seguridad física y formación de las almas de los numerosos pobladores dependientes del distrito colonial.
El elevado número de habitantes se reafirma igualmente, por el antecedente documental cartográfico de las ruinas de la ciudad que arroja la existencia de dos grandes molinos para el sustento y abasto de la población; no obstante, los restos arqueológicos acusan la existencia de 6 tipos de muelas de piedra de molino de distintas características lo que indica una gran actividad de suministro alimenticio que solo tendría explicación en la consideración de una vecindad de un elevado numero de individuos.
Insistimos en el cálculo especulativo expuesto, manifestando que ante el histórico levantamiento general mapuche de 1598, el corregidor de la ciudad capitán Rodrigo de Bastidas, ordenó la construcción de un fuerte de grandes proporciones, centro de seguridad que ocupó la cuadra del solar del vecino don Luis de Oviedo. Las dimensiones aproximadas que tuvo el baluarte correspondería a una cuadra de 120 a 125 metros por lado. Presumimos que la construcción de esta Cuadra Fuerte se debió a que las fortificaciones de vigilancia y seguridad permanente, entre las que se cuenta el actual sitio histórico de Villa Rica, VR-7, no dieron abasto para cobijar a todos los habitantes debiendo el capitán y Corregidor Rodrigo de Bastidas, ante el primer asalto a la ciudad, ingresar la población hispana al recinto militar de proporciones, disponiendo como cerco humano, en el perímetro exterior del fuerte, a los indios amigos y sus familias al mando del cacique Kurimanke; los que después de ser diezmados en gran numero por la horda atacante fueron definitivamente recogidos al interior de la Cuadra Fuerte.
Igualmente, no podemos dejar de referirnos a la interacción hispano indígena como resultado del régimen de encomiendas de La Rica colonial. Cabe destacar, en este aspecto, el estudio realizado por el extinto arqueólogo don Américo Górdon desarrollado el año 1991, donde se excavó y sondeó un recinto en que existió una encomienda española colonial. Los vestigios de esta encomienda fortificada están ubicados en el sector de Kaburgua - Wife o Huife, al interior de Pukön. El sitio arqueológico se conoce técnicamente como “Casa Fuerte Santa Sylvia.” En esta encomienda fortificada Américo Górdon identificó una capilla que además fue utilizada como mausoleo familiar. El estudio final arrojó la identificación de 5 enterratorios de los cuales cuatro correspondían a hispanos y el restante a una mujer indígena; hallazgo que manifiesta el grado de participación activa en los ámbitos social y religioso que tuvieron los indígenas puelches, williches y pewenches con los hispanos de la Villa Rica del siglo XVI; se incluye además a otro grupo humano que se desenvolvió es esta antigua encomienda y que corresponde a los sambos, probablemente traídos desde el Virreinato del Perú y que se habrían desempeñado en los centros de explotación mineralógica circundante al emplazamiento. (Américo Górdon: “Casa Fuerte Santa Sylvia. Excavación de Sondeo”. Actas del Primer Congreso Nacional de Arqueología Chilena, Santiago. Tomo III. 1991.)
Por último, queremos destacar aquí, el resultado final de medio siglo de interacción étnico - racial que se generó en el periodo colonial de la Villa Rica y que tuvo resultados inmediatos durante el siglo posterior a su destrucción. Entre 1602 y 1708 continuó registrándose la procreación entre distintos grupos humanos de distinto origen socio-racial; con sus respectivas necesidades morales-cristianas, heredadas también del esfuerzo evangelizador del periodo colonial de La Rica. Así, podemos ver, la situación en que se encontraban hispanopeninsulares e hispanocriollos, indios amigos, negros, mestizos, mulatos y sambos que, forzados o no, subsistían y convivían integrados socialmente en el área de Mallowelafkén después de la destrucción de la Ciudad Rica; aspecto que no escapaba a la preocupación de las autoridades administrativas y religiosas de la época, debido al gran número que estos conformaban, registrándose durante todo el siglo XVII, loables y fructíferos esfuerzos por la atención social de estos elementos humanos disidentes por medio de la entrega de auxilio moral religioso o su rescate de la cautividad; hecho que incluso se extendería hasta bien entrado el siglo XVII.
En cuanto se refiere a interrelaciones étnico-raciales, posteriores al siglo XVI, existe un documento que expone don Claudio Gay en su obra “Historia Física y Política de Chile”, obra en la que se registra la preocupación del Padre Antonio Cobarrubias, Procurador General de la Compañía de Jesús, quién por mediados del año 1708 no perdía las esperanzas de emplazar una misión en la densamente poblada área de la arruinada Villa Rica; deseo que se materializó en una petición expresa de este anhelo y que expuso en una carta dirigida a la Real Junta de Misiones, fechada el 24 de septiembre de 1708, y en la cual hacía la siguiente referencia:
“...Es menester auxiliar en la fe a aquel inmenso gentío de indios, mestizos, negros, mulatos y sambos que, a mí declarado saber, pedían con grandes instancias doctrineros que los alumbraran con la luz de la Fe en la espaciosa Villa Rica, paraíso de aquellas tierras...” (Claudio Gay: “Historia Física y Política de Chile.” Documentos, Tomo I, Dcto. Nº XXXIV.)
Como resultado de la imperiosa situación de desamparo cristiano que afectaba a tantas almas en el área del antiguo distrito de la Rica, el gobernador de la ciudad de Valdivia, don Juan Cardoso, consciente de tal situación, y presionado por las suplicas del Padre jesuita Antonio Cobarrubias, que había logrado la rápida aprobación de la Real Junta de Misiones, decretó la creación de la Misión de Villa Rica, conocida también como “Misión de Toltén Alto”, que para júbilo de todos se fundaba en tierras de la reducción indígena de Danghill o Donguil, el 13 de noviembre de 1714. La obra sería subvencionada por las arcas del Virreinato del Perú y estaría a cargo de los padres jesuitas, “...los cuales habrán de asistir a la predicación del Santo Evangelio, conversión y enseñanza de los indios y cautivos de la Villa Rica...” (Claudio Gay. Ibidem. Ob.Cit.)
El júbilo y amparo espiritual generados por la presencia de los jesuitas duraría poco, ya que la misión de Villa Rica, situada a la altura del curso superior del río Donguil, sería destruida por la implacable rebelión mapuche de 1723, reduciéndose a cenizas los esfuerzos desplegados por las autoridades administrativas y religiosas de la época. (Gabriel Guarda: “Los Caciques Gobernadores de Toltén.” Articulo en BACHH; Cita 379, Pág. 57, Nº 78.- Claudio Gay: Ibidem. Ob. Cit. Dcto. XXXIV.)

Villarrica: tres veces nacida...

INTERACCION SOCIOCULTURAL EN LA VILLA RICA:

Como ya mencionamos, con la fundación hispana de la Villa Rica en el área del lago Mallowelafkén, en abril de 1552, se da origen al período histórico local del cual emergen tres principales tipos de habitación de grupos humanos con sus posteriores legados y testimonios de carácter histórico culturales que podemos encontrar en la Villa Rica actual:
a) Los asentamientos hispanos conformados por la ciudad, encomiendas, fuertes y fortines.
b) Los asentamientos de indios amigos consistentes en aldeas, arrabales, fuertes, fortines y "pueblos de indios".
c) Finalmente, los reducidos sitios de los denominados "indios de guerra" o alzados; materializados en reductos de tipo bélico correspondientes a fuertes y fortines; emplazamientos que fueron erigidos durante el período bélico colonial de Villa Rica que se extendió por medio siglo, entre 1552 y 1602.
Tipos de interacción socio-cultural colonial: Los naturales del área de La Rica colonial interactuaron con los españoles de dos maneras:
a) La forma de interacción cultural integrada y amistosa manifestada en el mantenimiento de vínculos sociales de carácter comercial, laboral y religioso. Este tipo de interacción amistosa dio origen a un tipo social denominado "indios amigos o de paz"
b) La interacción hispano - mapuche violenta o bélica que se originó por la resistencia al sometimiento extranjero que dio origen al hostigamiento militar permanente o esporádico dirigidos a centros y focos de origen español y llevados a efecto por los mapuches beligerantes o sublevados, los que dieron origen al tipo social colonial disidente denominado "indios de guerra o alzados”.
RADIO URBANO Y DENSIDAD DE LA RICA COLONIAL:
"...Por abril en adelante poblé la Villa Rica, que es por donde se ha de descubrir la mar del norte: Hice cincuenta vecinos, todos tienen indios...” (Pedro de Valdivia al Emperador Carlos V; 26 de Octubre de 1552.)

De los 50 vecinos que instalara Pedro de Valdivia en la nueva fundación denominada "La Rica”, en abril de 1552; podemos afirmar que este número de vecinos se vio más que triplicado con el correr del tiempo. Afirmamos este antecedente citando a López de Velasco, quien en el censo de 1575 registra a la Ciudad Rica con la asignación de 120 vecinos y 12.000 "indios tributarios" (Gabriel Guarda: "Historia Urbana del Reino de Chile". Pág. 35. y Patricia Cerda Hegerl: ”Las Fronteras del Sur.” Pág. 34.)

La antigua Ciudad Rica contó inicialmente con doce cuadras en su planta urbana, las que al igual que su población, se vieron acrecentadas con el paso de los años. Así, la ciudad y sus habitantes, al correr medio siglo de fundada, logró ser un centro urbano de gran importancia en el Reino de Chile de la conquista.

Diego Arias de Saavedra:

La primera descripción del entorno geográfico y extensión urbana de la antigua Ciudad Rica la encontramos, de manera poética y sucinta, en la obra épica “Purén Indómito” del capitán y escritor colonial don Diego Arias de Saavedra; quien fuera vecino de la Villa Rica por algunos años y que posteriormente se traslado con su hacienda a la ciudad de La Imperial, de donde prevenidamente evacuó a los suyos hacia el norte; acertada decisión que efectuó a la luz de los primeros atisbos y rumores del eminente alzamiento mapuche de fines de 1598.
La calidad de vecino de La Rica del aludido literato hispano, lo sitúa como contemporáneo de los últimos años de la ciudad, y por tanto, esto nos induce a considerar su información como de primera fuente, y por ende, su breve descripción es un valioso testimonio que podría aproximarse a un antecedente de razonable veracidad:

“...Aquesta Ciudad Rica esta poblada
cerca de una laguna caudalosa,
de montes altos y árboles cercada,
Que fuera della apenas se ve cosa;
Esta una casa de otra algo apartada,
La ciudad prolongada y espaciosa,
Y ciento veinte y dos vecinos no cabían
En cuarenta y tres cuadras que tenían...”
(Diego Arias de Saavedra: “Purén Indómito.” Canto XII, Estrofa 918.)

A la luz de la información, aportada por la estrofa anterior, se rescata el detalle en que Arias de Saavedra atribuye a la ciudad 122 vecinos; ahora, considerando una familia promedio, por parte baja, de 5 o más integrantes, nos evidencia a priori, una hipotética población hispanocriolla fácilmente superior a las 600 almas que dieron vida a la ciudad colonial. El autor indica, igualmente, la existencia de 43 cuadras que divididas, según la ordenanza legal de la época, en cuatro solares cada una podríamos atribuir, teóricamente, la existencia de una infraestructura de más de 80 casas o edificios de carácter urbano que dieron forma y extensión a la antigua Villa Rica.
Consideramos la información de Arias de Saavedra de indiscutible importancia; sin embargo, las crónicas y descripciones referentes a las ruinas y restos de equipamientos urbanos posteriores al siglo XVI, igualmente, arrojan más detalles para así dar estructura al planteamiento de la tesis correspondiente a la densidad y urbanismo de la antigua población; detalles e hipótesis que expondremos y evaluaremos metódicamente en las páginas siguientes.


Guillermo Döll:

El profesor don Guillermo Döll, que fue parte de la comitiva que acompaño al Teniente Coronel de las Guardias Nacionales don Ignacio Agüero, que el 18 marzo de 1848, y por orden del Ministerio del Interior, llevo a cabo la “Toma de posesión simbólica de las ruinas coloniales de La Rica”. Durante la materialización de este histórico acontecimiento, Guillermo Döll, efectuó una relación de los hechos y una descripción de las ruinas de La Rica; el profesor Döll es quien nos entrega la primera importante descripción de la planta urbana de la antigua población colonial en lo que respecta al periodo republicano:

“...El examen de la planta les permitió verificar que sus calles habían corrido de norte a sur y de oriente a poniente y que una arteria se alargaba por espacio de unas 8 cuadras, debió ser la principal; también dieron con dos recintos con todas las trazas de haber sido antiguas fortificaciones; una en el sector sur, cruzada por un estero; y la otra, en el sector oeste, con restos de un edificio que talvez correspondió a una iglesia...” (Carta del Profesor Guillermo Döll: Fojas 29 y 30 documento citado por don Guillermo González Díaz en su obra “Villa Rica, Historia Inédita”. Pág. 232.)

-Documentos cartográficos:

Guevara, Körner y Subercaseaux::

A la luz del mapa de las ruinas de la planta colonial de la Ciudad Rica, levantado por Tomás Guevara el año 1902, la ciudad contaba con seis cuadras de largo por ocho de ancho. Según el mapa levantado por orden del coronel Emilio Körner y materializado por Otto Gudenschwager en 1903, la ciudad contaba con seis cuadras de largo por siete de ancho.

Los antecedentes de Guevara y Körner adolecen de la notable desventaja de haber sido levantados después de ser impactado y removido el suelo por parte de los colonos de principios del siglo XX. Por esto mismo, en nuestra apreciación particular, creemos que el antecedente de expansión urbana más fiable nos la entrega el Sargento Mayor, don Francisco Antonio Subercaseaux, que fuera parte presencial del primer arribo a las ruinas, previo a la tercera refundación de Villa Rica en enero de 1883.

Francisco Antonio Subercaseaux, al observar el suelo que cobijaba las ruinas, sin presentar este ninguna alteración de parte de los colonos, nos entrega una visión más amplia y fidedigna de la verdadera extensión urbana de la población colonial. Subercaseaux expone en su texto “Memorias de la Campaña de Villa Rica” que la ciudad tenía una dimensión que correspondía exactamente a 16 cuadras de largo por 10 de ancho:

“... Algunas calles abriéndose; una de las cuales, extendiéndose de oriente a poniente, mide 16 cuadras y 10 metros de ancho. Otra transversal tiene menos dimensiones contando con otras 10 cuadras...” (Francisco Subercaseaux: ” Memorias de la Campaña de la Villa Rica.” Pág.36.)

La disposición de medidas urbanas de la época colonial consideraba como base la “traza”, que equivalía a una manzana de 138 varas castellanas por lado, “sin incluir calle y vereda”, cuya longitud actual aproximada equivale a unos 120 a 125 metros por cuadra. Cada manzana se dividía en cuatro terrenos de aproximadamente 60 a 65 metros por lado y que cobijaban un solar particular cada uno. Finalmente, las arterias o calles correspondían a dimensiones aproximadas de 8 a 10 metros de ancho.

Con toda la observación de las disposiciones de protocolo de fundación y ordenanzas urbanas castellanas de la época, que Pedro de Valdivia y sus lugartenientes aplicaron en la conquista de Chile, nos atrevemos a señalar que, la ciudad habría contado, aproximadamente, con la siguiente extensión o radio urbano:

-10 cuadras de norte a sur más 5 calles, que corresponden, aproximadamente, a 1.250 metros de ancho.
-16 cuadras de este a oeste, más 8 calles, equivalentes, aproximadamente, a 2.064 metros de largo.

Las medidas anteriores, analizadas y proyectadas hoy en día, ocuparían la actual ciudad, aproximadamente, desde la ribera del lago hasta calle Pedro León Gallo, de norte a sur. De oriente a poniente, desde calle J.M.Carrera, hasta las dependencias del Balneario del Banco Estado de Chile, ubicado en Avenida Pedro de Valdivia esquina calle Colo Colo.


-Extensión urbana extraoficial:

Sin embargo, los vestigios arqueológicos indican una proyección extensa hacia el oriente y poniente, alcanzando, incluso, hasta las dependencias del actual Hotel Kolping en calle Isabel Riquelme por el oeste y de manera más uniforme y continua hacia el actual camino a Pukön, por el este; pues incluso, hemos identificado cimientos y restos de construcciones coloniales en el sector de calle Saturnino Epulef en los sitios pertenecientes al Sr. Eduardo Negroni y Sr. Washington López. También en la ex ”pampa del lago”, en el área que actualmente ocupa la tienda "Sodimac Constructor", sitio ubicado igualmente en calle Saturnino Epulef: En este lugar se encontró una placa conmemorativa escrita en latín y que recordaba la visita del obispo de La Imperial, Antonio de San Miguel en 1577, pieza arqueológica que pertenece hoy a la Diócesis de la Araucanía; y en octubre del año 2003, por medio de un estudio arqueológico preliminar de la Comisión Técnica de Monumentos Nacionales, se estableció que el “Sitio Sodimac” correspondía al lugar en que funcionó la antigua fabrica española de cerámicos, ladrillos y tejas. (Arqueólogo José Saavedra: “Informe Técnico del Sitio Arqueológico ‘Sodimac Constructor`, Villa Rica - Octubre de 2003.”)
Referente a los vestigios arqueológicos españoles que existen en las inmediaciones del área que cobijara el antiguo emplazamiento urbano colonial, presumimos que estas construcciones que estuvieron situadas tan alejadas del centro cívico de la ciudad, debieron comprender un conjunto de casas quintas de particulares o probablemente arrabales de Indios Amigos, o bien a emplazamientos habitacionales de auxiliares domésticos, como lo eran los negros y los sambos.
La proyección extraoficial anterior, se aproxima a las medidas de extensión urbana que señala don Juan Antonio Subercaseaux, en su texto “Memorias de la Campaña de la Vila Rica” a fines del siglo XIX; información historica, a la luz de las ruinas coloniales, que indica que la ciudad hispana contó con “16 cuadras de largo por 10 de ancho”.

DESCRIPCION GEOGRAFICA Y ARQUITECTONICA DE LA RICA COLONIAL:

Padre Miguel de Olivares:

El padre jesuita Miguel de Olivares, visitó el área de la Villa Rica por fines del siglo XVIII. Olivares inspeccionó con sumo detalle las ruinas de la planta de la ciudad, destacando además la imponente belleza del entorno natural: Comienza su descripción admirando la naturaleza, el lago y su isla, el río Toltén, las montañas, el volcán, los arroyos que cruzaban la ciudad. Finalmente remata su copiosa descripción con un breve catastro de ruinas de edificios coloniales, dejando así un breve, pero importante registro de las características urbanas de los emplazamientos hispanos del siglo XVI ubicados al sur del Bio Bio. Va aquí el testimonio que nos legó el padre Miguel de Olivares:

“... De aquí destacó el gobernador Valdivia a Jerónimo de Alderete con sesenta hombres pera que fundase cerca de la cordillera, como fundó por noviembre de 1552 (Sic.), una población a la cual llamo Villa Rica en 39 grados de latitud Austral, distante de la gran cordillera y del famoso volcán que tomó el nombre de la misma Villa, a siete leguas della. El asiento de la fundación es una campiña espaciosa y amena inmediata al desagüe del río Toltén que sale de un lago de 16 leguas de circunferencia, a la cual por su grandeza llaman los indios en su idioma Lafquén, que significa mar. Tiene este lago un montecillo en medio, tal como los mitologistas describen al Bindo de la laguna Aganipe: Su base es perfectamente circular, y sube en la misma forma de circulo cada vez menor, según se va elevando, hasta rematar en punta, y esta todo el hermoseado de yerbas y flores. Las aguas del lago en que habitan innumerables peces, son comúnmente mansas y fáciles de navegar, aunque a veces se encrespan, y levantan tumultuando sus cristales al violento soplo los vientos, contra cuyo imperio no tiene alguna defensa. Las tierras que caen al norte de esta laguna, son montuosas y silvestres; mas no tanto las que caen al sur, y entre sur y oriente, son mas llanas y desembarazadas, y así están bien cultivadas, pobladas de habitadores y llenos de numerosos atos de ganado. Del asiento de la ciudad hacia la parte del oriente, hay un recuesto que va bajando moderadamente, según se acerca a la laguna, y del en ella desaguan seis o siete gruesos arroyos que están en casi igual distancia unos de otros, y manifiestan por la semejanza y rectitud de su cause ser hechos a manos. Al notarlos no se ofrece otro pensamiento, sino que fueran acequias de otros tantos molinos de oro o de pan. De una suerte o de otra manifiestan que la ciudad fue rica o populosa; y esto ultimo se conjetura bien de sus ruinas que hemos registrado cuidadosamente y con reflexión a la corta vida de todas las cosas humanas y que también mueren las ciudades como los hombres. Se distinguen por sus sitios y medidas, la plaza, el castillo, la matriz, dos casas grandes, al parecer de regulares; otros edificios también grandes para gente rica y principal, y otros menores para el pueblo menudo...” (Padre Jesuita Miguel de Olivares: “Historia Militar, Civil y Sagrada de Chile.” Tomo IV. Cáp. XIV. Pág. 137.)
-Construcciones, edificios y áreas públicas:
Continuando con la breve descripción arquitectónica anterior, efectuada por el jesuita Olivares, incluimos un registro del equipamiento urbano y edificios públicos y particulares que existieron en La Rica entre los años de 1552 y 1602. Citamos, para esto, algunos antecedentes que recopiló y publicó don Santiago Lorenzo en un articulo intitulado “Las Ciudades Chilenas” texto que fue redactado con base en su conocida e interesante obra intitulada “Las Ciudades de Chile” (Editorial Andrés Bello, Santiago, 1983.)
Con el auxilio del documento bibliográfico aludido, más la suma de otras fuentes históricas, se puede concluir que a la antigua Villa Rica se le atribuyen oficialmente las siguientes construcciones y obras urbanas coloniales:
-Dos Fuertes y un Cuartel General o Capitanía. ( Dcto. Cartográfico: Emilio Korner - Otto Gudenschwager, 1903.)
-Una Cuadra Fuerte de seguridad general. ( Diego Arias de Saavedra. Purén Indómito. Canto XII. Pág. 231.)
-80 casas de particulares. ( Dcto. Cartográfico, Tomás Guevara, 1902.)
-Hospital “Santa María de la Gracia.” Obra Pía, fundado en 1575 por fray Antonio de San Miguel, Obispo de la Imperial. (Mosaico Histórico de la Villa Rica, Pág. 05.- Santiago Lorenzo. Las Ciudades de Chile. 1986.)
-Hospital para Indígenas. Fundado en 1582, por el vecino Pedro Aranda de Valdivia. (Pérez García. Protocolo Eclesiástico de la Imperial. Archivos de Concepción. Araucanía Misional Nº 67, Pág. 23.)
-Dos Escribanías: Pública y de Número. (Santiago Lorenzo Ob. Cit.)
-Casas de Regulares. (Ibidem.)
-Casas de Quintos. (Ibidem.)
-Ejidos. Cabildos. Corregimiento. (Ibidem.)
-Cárcel o Presidio. (Guillermo González. Villa Rica, Historia Inédita. Pág. 94, Nota Nº 158.)
-Fábrica de lienzos. (Inaugurada en 1573, G. González. Ob. Cit. Pág. 146.)
-Industria de cecinas. (G. González. Ibidem.)
-Fundición minera y casa de moneda. (G.González Ob. Cit. Pág.150; P. Treutler. Andanzas de un Alemán en Chile. Pág. 268.)
-Fábrica de cerámicos, ladrillos y tejas. (José Saavedra: Informe Técnico Arqueológico, Oct. 2003. - G. González. Ob. Cit. Pág.146.)
-Fábrica de artefactos de greda. (G. González. Ob. Cit. Pág. 150.)
-Parroquia o iglesia matriz: Con advocación a Santa María Magdalena. (Córdoba y Figueroa. Historia de Chile. Pág. 63.)
-Tres templos o iglesias mayores: Franciscano, Dominico y Mercedario. (Córdoba y Figueroa. Ob. Cit.)
-Tres conventos: Dominico, Mercedario y Franciscano - Este ultimo con advocación a Santa. María de las Nieves, fundado en 1574.- (Vicente Carvallo Goyeneche. Descripción Histórica y Geográfica de Chile. Tomo II. Pág. 186.)
-Cinco capillas: Doctrinas Mercedarias. (Fray Pedro Nolazco. Historia de las Misiones Mercedarias en América, Pág. 434 - 438.)
-Una ermita en honor a San Sebastián. (Obra Pía; Fundada por el vecino Juan de Almonacid, año 1567. Mosaico Histórico de Villa Rica, Pág.16.-Pérez García. Protocolo Eclesiástico de la Imperial. Archivos de Concepción. Araucanía Misional Nº 67, Pág. 23.)
-Un arrabal de indios amigos. (Gabriel Guarda. Historia Urbana del Reino de Chile. Pág. 47.)
-Dos molinos de harina. (Juan Antonio Subercaseaux. Memorias de la Campaña de Villa Rica. 1881-1883.)
-Cinco molinos auríferos. (Restos arqueológicos en analogía con la información de John Lee Schmidt y Francis Cole, año 1858. Doc. Epist. Trumbull / Vicuña Mackenna. La Edad del Oro en Chile. Pág. 54 - 55.)
-Un embarcadero. (Teniente Coronel Ignacio Agüero - Profesor Guillermo Döll. 14 de Marzo de 1848. Doc. Epist. Fojas 31-32.)
-Paseo del lago. (Diego de Rosales. Histórica Relación del Reino de Chile. Pág. 426.)
-Un pretil: Murete o muelle público “que ordenado como lozas a la orilla del lago servía para lavar.” (Diego de Rosales. Ob. Cit. Pág.426.)

POBLACIÓN HISPANA COLONIAL DE LA VILLA RICA:
Todas las ciudades y villas del siglo XVI y demás asentamientos con características semi urbanas como las improvisadas “casas fuertes” o encomiendas fortificadas en tiempo de guerra, correspondieron a centros de relaciones interétnicas. Por lo anteriormente señalado, la Ciudad Rica se debe adherir al tenor del aspecto social general del Reino de Chile del periodo de la Conquista: A saber, en La Rica colonial compartieron un mismo suelo los hispanos peninsulares, los hispanos criollos, los mestizos, mulatos, sambos, la población Indígena y en menor grado los esclavos negros.
Vecinos hispanos peninsulares e hispanos criollos:
Calculamos, mediante un estudio de los mapas de Tomas Guevara y Emilio Körner, que la ciudad antes de ser arrasada contó con un mínimo de 30 cuadras que divididas en 4 solares cada una nos da un promedio de 120 vecinos; resultado que coincide con el antecedente histórico del censo de 1575 en que López de Velasco asigna a La Rica 120 vecinos y 12.000 indios de paz. Contando estos 120 vecinos con un grupo familiar mínimo aproximado de 6 a 8 individuos, nos da un total de 720 a 960 habitantes hispano criollos para fines del siglo XVI. Otra información de interés se desprende de un documento cartográfico que corresponde al mapa de Tomás Guevara en que describe los restos de cimientos de 80 casas destruidas.
La aproximación poblacional de La Rica, que estima una densidad citadina e interrelación social de 720 a 960 vecinos, concuerda con los antecedentes históricos que aseguran que la población hispanopeninsular e hispanacriolla colonial, existente al sur del Bio Bio, fluctuaba entre los 5.500 y los 6.000 súbditos de la Corona Ibérica repartidos en 7 centros urbanos.
A la luz de los vestigios arqueológicos y antecedentes históricos y cartográficos, podemos deducir que centenares de españoles conformaron y dieron vida a la Villa Rica colonial; ciudad en la que desarrollaron sus vidas junto familiares y amigos, existencias que llevaron cabo en área urbana como vecinos titulares de solares y casas quintas, como también en el área rural del corregimiento colonial en calidad de vecinos feudatarios o encomenderos.


En la Ciudad Rica, como en toda Latinoamérica del siglo XVI, existieron condiciones o status sociales muy bien determinados como lo eran los hispanopeninsulares, que correspondían a los españoles originarios de la antigua Europa Ibérica. Estaban también los hispanocriollos que eran hijos de españoles nacidos en tierra americana. Proseguían en el orden social los mestizos, mulatos, los "indios amigos", los "indios de servicio" yanaconas o sambos, los esclavos negros y finalmente los "indios de guerra" o könas.

Para poder comprender un poco más el quehacer social cotidiano de la población hispana que se desarrolló en La Rica colonial, es necesario conocer a algunos de los individuos que dieron existencia y sustentaron aquella sociedad del siglo XVI en la Ciudad Rica. Para esto, hemos realizado una lista de vecinos villarricanos españoles preeminentes; los que presentaremos en orden de relevancia histórica local.

Cabe mencionar, que para realizar esta breve nómina hemos acudido a los textos de historia y sociedad colonial que rescatan antecedentes biográficos de algunos de los moradores de la antigua Villa Rica. Entre estos textos, figuran: "Las Antiguas Familias del Obispado de Concepción", de Gustavo Opazo Maturana; "Los Conquistadores Españoles" y "Formación de la Sociedad Chilena" ambos textos pertenecientes a don Tomas Thayer Ojeda; "La Ruina de la Villa Rica" de Fernando Allende Navarro; el "Nobiliario de la Capitanía General de Chile" de Don Juan Luis Espejo, y el libro “Villa Rica, Historia Inédita” de don Guillermo González Díaz.

Creemos que la nómina de vecinos que exponemos a continuación nos entrega una imagen generalizada de la estructura social hispanocriolla; es decir, de quienes desarrollaron sus vidas hace más de 450 años, entre los paisajes y suelos de la Villa Rica. A nuestro particular parecer, entre los habitantes de la Villa Rica española que merecen ser destacados y recordados por su relevancia social histórica, podemos indicar a los siguientes vecinos coloniales:

Rodrigo de Bastidas: Capitán de caballería de la Ciudad Rica. Fue el ultimo jefe militar y corregidor de la ciudad hasta ser arrasada en 1602. Nació aproximadamente por el año 1551. El reconocimiento oficial de sus méritos personales y servicios a la corona le llevaron a ocupar el cargo de corregidor de La Rica en 1598.
Contrajo nupcias con Ana Chavarri, hermana del famoso caudillo y capitán Marcos Chavarri, con la que tuvo un solo hijo llamado Rodrigo.
El capitán Bastidas es el icono en que convergen todos los acontecimientos de los últimos días de la antigua Villa Rica. Muere el 07 de febrero de 1602 inmediatamente después de la caída del fuerte, siendo sacrificado ritualmente por los mapuches.
Rodrigo de Bastidas es, sin duda, el personaje más importante y trascendente en la historia de La Rica colonial. Destacado por sus cualidades de jefe miliar manifestadas en su lealtad y heroísmo en defensa de los suyos, como por sus intransables valores, los que mantuvo firmes hasta entregar su propia vida en el insustentable esfuerzo que ya todos conocemos.

Marcos Chavarri: Criollo, nacido en Villa Rica. Fue hijo del vecino fundador don Juan Bautista Chavarri, que fuera encomendero de La Rica. Marcos Chavarri fue distinguido con el grado de capitán de caballería y ocupó el cargo de regidor de Villa Rica en 1593. Brilló por su astucia y valor combatiendo junto a Bastidas en el sitio del fuerte. Fue capturado por los mapuches en la quinta-huerto del templo de San Francisco, contiguo al fuerte, mientras procuraba abastecer a los sitiados con hortalizas y frutos recolectados. Salvó a la muerte gracias a su conocimiento del mapud’ungu y a las buenas relaciones instauradas, previamente, con los "indios amigos"; situación que lo llevó a servir como secretario oficial, lenguaraz e interlocutor válido en las relaciones hispano-mapuches. Vivió en cautiverio junto a su mujer, hija y suegra, logrando la libertad solo 25 años después de caída la ciudad Rica, esto en 1627.

Juan Beltrán: Mulato, oriundo de la Imperial. Se estableció como vecino de la Ciudad Rica entre los años 1575 y 1580. Contrajo matrimonio con una mujer mapuche. Don Martín García Oñez de Loyola lo distinguió con las jinetas de capitán de infantería el año 1592. El año 1598 figura como jefe del fuerte Maquegua o Makewa, al norte del lago Koliko. Por su fuerte personalidad, arrojo y bravura en la lucha fue temido y admirado por los "indios amigos y de guerra" quienes lo conocían como un combatiente legendario por sus famosas, heroicas y celebradas hazañas bélicas y exitosas escaramuzas.
Murió el año 1601 en una emboscada mapuche realizada en la Iglesia de San francisco, frente a la plaza de la ciudad, mientras iniciaba un patrullaje en busca de alimentos para los sitiados del fuerte.

Andrés de Vivero: Nació en Villa Rica el año 1565. Sus padres fueron los distinguidos vecinos de La Rica, don Álvaro de Vivero, quien fuera titular de una encomienda de las mejores, y doña Beatriz de Paz. Estudio en el seminario de la Imperial y fue ordenado solemnemente en el sacramento del sacerdocio, en la catedral del obispado colonial en esa misma ciudad. Ejerció como sacerdote en la Villa Rica hacia fines del siglo XVI. Tuvo un hermano llamado García Torres de Vivero que también fue sacerdote.
Una vez sitiada la ciudad el cura Andrés de Vivero se hizo célebre por sus incursiones a territorio enemigo en misiones de recolección de alimentos; en uno de estos intentos fue capturado por los mapuches por el año 1601, pereciendo martiriológicamente: Fue azotado cruelmente y después de esto le asaron vivo, y en presencia de los demás prisioneros hispanos, “ofreciendo este cura sus tormentos en alabanza del creador hasta último momento...” (Diego de Rosales. Ob. Cit.)

Pedro de Maluenda: Español peninsular. Nació en la ciudad de Burgos el año 1548. Llegó a Chile como conquistador junto al general Juan de Lozada. Se distinguió como soldado en las guerras de Granada, por lo que se le congratuló con el grado de capitán de caballería. Se radicó en la Ciudad Rica entre los años 1583 y 1592. El Gobernador Alonso de Sotomayor lo favoreció con una encomienda de las mejores emplazada en las tierras situadas al norte de La Rica.
Fue corregidor de la Ciudad Rica por 1585, ocupó además el cargo de Visitador de Pueblos de Indios. Casó con María Placencia Cortés, mujer oriunda de la Villa Rica, con la que tuvo dos hijos llamados Pedro y Juan. El año 1597 fue designado corregidor de la Ciudad Rica y en el desempeño este cargo encontró la muerte en 1598, en un enfrentamiento con los mapuches en un área de ciénagas ubicada al norte del lago Mallowelafkén, entre la Ciudad Rica y el fuerte Makewa. La noticia de su trágica muerte fue de público conocimiento en todo el Reino de Chile, hecho que conmocionó y puso en alerta a los habitantes de las siete antiguas ciudades del sur. Su hijo mayor, Pedro de Maluenda, vecino y soldado, fue muerto trágicamente durante la defensa de la Cuadra Fuerte por el año 1600. Su segundo hijo, llamado Juan, sobrevivió al sitio y desastre final de 1602.

Juan de Maluenda: Nació en Villa Rica el año 1588. Hijo del matrimonio conformado por quien fuera corregidor de la Ciudad Rica, don Pedro de Maluenda y doña María Plascencia y Cortés, nieta del famoso conquistador de México Leonardo Cortés.
Juan de Maluenda fue el único niño testigo de la resistencia y caída de la ciudad, como también de los últimos días de la Cuadra Fuerte, su asalto y destrucción el 7 de febrero de 1602, fecha en la que fue capturado a sus escasos 14 años de edad junto a su madre, abuela, dos primas y una tía. En 1606 alcanzó la libertad junto a su abuela materna. Su madre solo escaparía al cautiverio el año 1610. Una vez reencontrado con su progenitora, en 1612, se asentó con sus escasos familiares sobrevivientes en la Ligua, donde adquirió una hacienda de importancia. Contrajo matrimonio con la española peninsular Cristobalina de Benavides y Aguilera. En 1615 alcanzó el grado de Teniente General de Caballería y el 1621 fue promovido a Maese General de Campo. Se desempeño como corregidor de las ciudades de la Serena en 1621 y Santiago en 1627, ciudad en la que fallece por el año 1635.

Cristóbal Hernando Aranda de Valdivia: Nació en Villa Rica el año 1560. Hijo del que fuera capitán y Corregidor Perpetuo de Santiago por 1579 y posteriormente vecino encomendero de La Rica, don Pedro Aranda de Valdivia -sobrino del Gobernador Pedro de Valdivia- y de Doña Catalina de Saravia Escanvias y Dávalos. Cristóbal fue hermano del cura villarricano Martín Alonso Aranda de Valdivia, actual beato de la iglesia Católica, mártir misionero de Eliucura a manos de Anganamón en 1627. El año 1581 Cristóbal Hernando se presenta como heredero y sucesor titular de la encomienda de su padre, propiedad familiar que estaba ubicada en el valle cordillerano de Andelepe o Llangagüe, a siete leguas al sur oeste de La Rica. El año 1587 subió al valle de Andelepe a fortificar la encomienda de la cual era legatario y que administraba y sostenía por esos años, quedando como jefe y caudillo del Baluarte construido para protección del inmueble. Defendiendo esta fortificación encontró trágica muerte a manos de la toki Janekeo y su hermano el toki Kechuntureo, el mismo año de 1587.

Gabriel de Villagra: Nació en la ciudad de la Imperial el año 1560. Sus padres fueron don Gabriel de Villagra y doña Isabel de Villarroel, los que serían años mas tarde distinguidos vecinos de la Ciudad Rica. Contrajo nupcias con doña María Carrillo, con la que tuvo cuatro hijos. Fue procurador de La Rica lo que le llevó, a principios de 1599, a la adjudicación de una encomienda de manos del Gobernador Pedro de Vizcarra. Fue capturado durante el asalto y destrucción de la ciudad de Valdivia el año 1600, y fue presentado ese mismo año como rehén junto a su mujer ante las puertas de la Cuadra Fuerte de la Villa Rica, momento en que se escaparon astutamente de sus captores e ingresaron a la fortaleza hispana en la cual comunicaron al capitán Bastidas y a los sitiados la destrucción total de las ciudades de la Imperial y Valdivia, asestando los mapuches, por medio de estos fugados vecinos, un gran golpe psicológico y sensación de abandono a los defensores del baluarte de la La Rica.
Don Gabriel de Villagra se sumó a la defensa del fuerte resistiendo junto a Bastidas hasta el ultimo día, 7 de febrero de 1602, en que muere dando fiera resistencia a los numerosos y aguerridos mapuches.

Alonso Becerra Altamirano: Nació en Trujillo, España, por el año 1560. Figura como vecino de la Ciudad Rica solo desde el año 1580. En 1592 el Gobernador Martín García Oñez de Loyola lo designa Corregidor de la Villa Rica; en el ejercicio de autoridad de este cargo enfrentó la desaprobación generalizada de la población, manifestaciones que terminarían destituyéndolo en un confuso incidente que rescata don Diego Arias de Saavedra en su obra Purén indómito, Canto XII. En el mismo texto también se describe al capitán Alonso de Becerra salvando la vida al capitán Bastidas en una arriesgada incursión militar. Muere junto al capitán Gabriel de Villagra defendiendo la Cuadra Fuerte de la Villa Rica durante el ultimo asalto el 7 de febrero de 1602; igualmente, cayeron dando fiera lucha, junto al capitán Alonso Becerra, el carismático cura Sedeño y el valeroso capitán Domingo de Ursandi, “...que conjurados todos a morir por su Rey antes que rendirse, ofrecieron sus vidas en valeroso estéril arrojo y bravía lucha ante sus enemigos, que eran muchos...” (Rosales. Ob. Cit.)

Juan Álvarez de Luna: Nació en España el año 1530. Entre 1550 y 1557 participó en la conquista de México y luego en la de Perú. Llegó a Chile en 1558, trayendo 20 soldados armados, “sustentados y asalariados” con su propio capital. El Gobernador García Hurtado de Mendoza lo designó Corregidor de la Serena en el año 1554. Fue alcalde de Angol por 1560 instalándose junto a su familia en la Ciudad Rica solo unos años mas tarde. En La Rica destacó como vecino principal, siendo estimado y reputado en todo el Reino de Chile, por lo que su hogar fue común estancia para altos personeros y autoridades del reino, como lo eran gobernadores, maeses generales y coroneles de campo, obispos y otros. En 1579 Rodrigo de Quiroga lo congratula con el título y grado de Maese General de Campo. Casó con la imperialina hispanocriolla María Cortés y Zapata con la cual tuvo tres hijos, Ana, Beatriz y Francisco Álvarez de Luna, que morirían todos durante la defensa de la Cuadra Fuerte colonial, destacando su hijo Francisco, entre sus pares, por su valentía y arrojo.
Don Juan Álvarez de Luna fue uno de los vecinos más afamados y respetados entre la sociedad de la antigua Rica colonial. Murió en Villa Rica el año 1598.

Juan de Almonacid: Nació en Madrid, España el año 1519. En su calidad de peninsular fue amigo común de don Pedro de Valdivia y Francisco de Villagra, con los cuales participó desde un principio en la conquista de Chile. A comienzos de 1553 el gobernador Valdivia lo premió con una encomienda ubicada al sur del corregimiento de la ciudad de la Imperial y cercana a los límites con La Rica.
En 1555, al repoblarse la Villa Rica, se establece como vecino de esta ciudad, en la que sirvió por más de dos décadas en el cargo de Tesorero de la Real Hacienda. En 1575 en virtud de sus méritos personales y servicios a la corona el Gobernador, don Rodrigo de Quiroga, le asigna una encomienda. Nuevamente el año 1583 el Gobernador Alonso de Sotomayor le otorga otra encomienda de las mejores en el distrito del Corregimiento de La Rica. En su calidad de vecino encomendero de la Ciudad Rica prestó sus servicios y patrimonio para el buen desarrollo logístico de la guerra de Arauco, “...Bastimentos que eran de gran auxilio a los capitanes y mayor alegría de la tropa...” Su destacada devoción cristiana le llevó a donar parte de su fortuna para la construcción de una ermita en honor a San Sebastián por el año 1567; obra pía que se emplazó en una estancia de su propiedad cercana al área urbana y ubicada al sur de La Rica. (Sitio histórico "La Ermita" situada al noreste de la actual Villa Todos los Santos; sitio cultural impactado y perdido por obras de construcción efectuadas en septiembre de 2005. Ximena Navarro H. Arqueóloga U. C. Temuko. Nov. 2004.)
En 1584, don Juan de Almonacid, después de engorrosos trámites, obtuvo autorización para regresar a España; sin embargo, nunca pudo concretar su viaje a Europa, pues su anhelado viaje se vio truncado al perecer ahogado el año 1592, mientras efectuaba los preparativos para regresar a su madre patria.

Álvaro Rodríguez: Nació en Villa Rica el año 1571. Obtuvo el grado de Capitán de Caballería como congratulación a sus destacados servicios en la Guerra de Arauco. El año 1600 fue hecho cautivo por los mapuches al participar en la defensa de la ciudad de Valdivia, alcanzando su libertad cuatro años después. En 1606 figura como oficial en la fundación del fuerte de Boroa donde actuó como lenguaraz y secretario en las relaciones con los mapuches logrando, por medio de sus gestiones, el rescate y liberación de muchos cautivos entre los cuales figuran sus propios padres además de otros muchos apresados durante los sitios y destrucciones de La Rica, La Imperial y Valdivia. Se desconoce la fecha de su deceso.

Álvaro de Vivero: Figura como uno de los más antiguos y respetados pobladores de La Rica colonial. Fue vecino encomendero y fiel devoto cristiano. Casó con Beatriz de Paz, unión de la que nacieron dos hijos: don García Torres de Vivero y Andrés de Vivero, quienes abrazaron la vocación sacerdotal prestando sus servicios religiosos a la iglesia local de La Rica en el período comprendido entre las dos ultimas décadas del siglo XVI.

Pedro Camacho: Acompañó a Valdivia y Alderete en conquista del sur de Chile. Fue testigo y fundador de la Villa Rica en 1552. Fue alcalde de La Rica en dos períodos, el primero comprendido entre los años 1553 y 1554. Inició su segundo período alcaldicio el año 1562. Fue retado a duelo público en la plaza de la Ciudad Rica por el vecino Nuño Hernández Rasura, perdiendo la vida en ese "acto de honor y ajusticiamiento de cuentas" el mismo año 1562.

Fray Cristóbal Coronel, OSD: Todo indica que primer religioso que pereció en lo que fuera el primer asalto que dio origen al prolongado sitio y destrucción de la Ciudad Rica, fue un fraile llamado Cristóbal Coronel, perteneciente a la Orden de los Dominicos; convento que según los mapas coloniales figura como una de las construcciones o edificios más apartados de la Cuadra Fuerte que construyera el capitán Bastidas frente a la plaza de armas de la ciudad:

“ ...Quedaron los contrarios por señores
de la ciudad haciendas y campaña
soberbios, iracundos vencedores
humildes y vencidos los de España.
Robaron ¡OH sacrílegos traidores!
los templos, y con grande furia y saña
a Fray Cristobal Coronel mataron...”
(Diego Arias de Saavedra: “Purén Indómito.” Canto XII.)

Diego de Rosales también hace referencia a la muerte de este fraile de la Orden de Santo Domingo y la señala como una de las primeras bajas hispanas en el primer inesperado asalto mapuche a la Ciudad Rica el 25 de noviembre de 1598:

“...Saquearon la ciudad sin contradicción y luego le pegaron fuego, llorando las pobres señoras de ver abrasarse sus casas y al enemigo hecho señor de sus haciendas y alhajas. Mataron en esta ocasión los enemigos a un Fraile de Santo Domingo, que aunque el capitán había mandado, que toda la gente se retirara al fuerte dio en estarse orando en su convento...” (Diego de Rosales: “Historia General del Reino de Chile.” Tomo I, pág.701)



Vida y acontecer cotidiano:

Un antecedente que nos ejemplifica, aproximadamente, cómo era el acontecer social de la antigua Villa Rica hispana, se encuentra en el testimonio que nos entrega el cronista jesuita Diego de Rosales, en que relata la importante atracción que el lago ejercía sobre toda la población colonial, “gran laguna” en que los vecinos de la ciudad paseaban plácidamente, e igualmente, accedían en navíos y barcazas a sus asentamientos y encomiendas ubicados en los contornos ribereños de esta. Por otra parte, los indios amigos también utilizaron las aguas del lago como vía de acceso a sus aldeas o poblados. No cabe duda que el lago Mallowelafkén potenció el factor social al presentarse como área de esparcimiento, vínculo de comunicación y de comercio en aquella lejana época colonial:
"...El sitio de la Villa Rica es el más deleitoso, el más ameno y de mejor vista que hay en todo el reino, porque esta en una meseta un poco levantada a la orilla de una deliciosa laguna que esta en la parte austral, de seis u ocho leguas de circunferencia, de donde nace el famoso río de Toltén; cuando el tiempo esta sereno parece desde la eminencia de la ciudad un hermoso y reluciente espejo, y cuando los vientos lo turban, un pequeño mar humanamente bravo y suavemente espumoso; siempre se deja tratar y nunca avara de regalados peces y en guarda una isla que forma en medio mucha arboleda y deleitosas sombras para el recreo. Y era uno de los grandes que los vecinos y las damas de aquella ciudad tenían el discurrir por las apacibles aguas de la laguna en barcos, el ir a gozar de las frescuras de la frondosa isla, y de las meriendas y reglos que en ella servían al apetito; por esta laguna acarreaban con gran comodidad la tierra poblada de indios en grande abundancia, que el gobernador repartió liberalmente entre los primeros pobladores y vecinos, los cuales hicieron estancias en los pueblos de sus indios y por la laguna iban de unas parte en otras a cuidar de sus estancias y el trajín de sus cosechas, siendo la principal asistencia la ciudad..." (Padre Diego de Rosales: “Historia del Reino de Chile. Flandes Indiano”; Tomo I, Pág. 20.)
Los Mestizos:
La escasez de mujeres hispanocriollas, al sur del Bio Bio, llevó al numeroso contingente militar español a interactuar con las mujeres indígenas integrando a estas al medio social colonial. La interrelación, primeramente, se manifestó de manera liberal y desordenada; sin embargo, la importancia social del mestizaje, su aumento constante y su aceptación en el medio, llevó a que estos vínculos fueran regulados por las autoridades de la época, quienes finalmente establecieron las obligaciones religiosas y consecuencias jurídico civiles correspondientes a estos enlaces.
Por otra parte, y al mismo tiempo, con el desarrollo de la guerra, se registró una gran cantidad de cautivas, hispanopeninsulares e hispanocriollas, que fueron integradas a las tribus rebeldes generando la aparición de los mestizos en los territorios ocupados por agrupaciones indígenas hostiles que escapaban al dominio hispano. El grupo humano resultante de este contacto interracial, espontáneo o forzado, formo rápidamente un estrato social numeroso que ocupó los oficios básicos de servicio doméstico y de guerra. De esta manera los mestizos se constituyeron en los primeros representantes de la identidad chilena propiamente tal. (Osvaldo Silva Galdames: “Aproximaciones al Estudio del Mestizaje en Chile entre los Siglos XVI y XVII.”, Pág. 51. y “Familia, Matrimonio y Mestizaje en Chile Colonial.” Pág. 26.)
En cuanto a la presencia social mestiza en lo que fuera la populosa Ciudad Rica, conocido y trágico fue un hecho bélico acaecido el año 1584 que tuvo por protagonista a un mestizo llamado Alonso Díaz, quien amotinó un elevado grupo de mapuches y asoló las encomiendas ubicadas al noroeste de La Rica y La Imperial. Después del saqueo y pillaje el Mestizo Díaz instaló un fuerte en el área precordillerana, emplazamiento bélico que finalmente fue destruido por fuerzas militares de la Villa Rica. Este alzamiento y alboroto se conoció en todo el Reino de Chile y fue denominado en la época colonial como “La Insurrección del Mestizo Alonso Díaz.”
Igualmente, otro mestizo tuvo una vital incidencia en el desastre y pérdida de La Rica colonial. Por los últimos días de la Villa Rica, por enero de 1602, una gran fuerza militar a cargo del coronel Hernández de Ortiz subía desde la costa en auxilio de la sitiada Ciudad Rica. La orden de auxiliar a la ciudad había sido ordenada por del Gobernador Alonso de Ribera. Durante la marcha, ya en las proximidades de la población, las tropas de Hernández de Ortiz fueron hostigadas por una horda mapuche. Después de un cruento enfrentamiento y desbaratado el sorpresivo ataque, se capturó al desertor, proscrito y escurridizo “Mestizo Durán” que llevaba meses alborotando a las tribus mapuches en contra de la Corona. El Mestizo Durán fue interrogado y con su elocuencia y astucia convenció a los hispanos con la falsa historia que aseguraba que la Villa Rica había sido ya destruida, señalando el mestizo, que el mismo había participado en el asalto final. El coronel Hernández de Ortiz, veía en la declaración del Mestizo Durán la confirmación de las coincidentes falsas noticias que en el trayecto había recopilado entre los indígenas; ante tan catastrófica novedad dio por abortada la misión de rescate a los sitiados, decretando la sentencia de muerte del Mestizo Durán, que sin piedad fue empalado por alta traición. Los sobrevivientes de la sitiada Ciudad Rica fueron víctimas de la última fechoría y artimaña de este mestizo, que con su mentira selló su triste personal final, e igualmente, precipitó a la Ciudad Rica a un trágico inevitable fin que se consumaría solo escasos días después, en febrero de 1602. (Vicente Carvallo Goyeneche: “Descripción Histórico Geográfica del Reino de Chile” Tomo I, Pág. 244.)
Los Mulatos:
Este estrato social surgió de la interacción entre negros y blancos. En la Villa Rica, icono de este enlace interétnico fue el mulato Juan Beltrán, quien alcanzó la categoría y posición social de Oficial Real con el grado de Capitán de Infantería; por los últimos años del siglo XVI figura como cabo y caudillo del fuerte Makewa, el de mayor importancia de La Rica.
El Mulato Beltrán demuestra la plena integración social de los mestizos, por lo menos en lo que cuenta a la Ciudad Rica. Contrajo nupcias con una mujer mapuche. Murió por 1601 cuando estaba cargo de un piquete de oficiales y soldados que los mapuches asaltaron y aniquilaron en el convento de San Francisco, durante el sitio de la ciudad.
Los sambos:
Escaso es el registro de la existencia de sambos en La Rica colonial. Según el estudio arqueológico efectuado por Américo Górdon en la “Casa Fuerte Santa Sylvia” en el sector Caburgua -Huife, al interior de Pukön, se pudo establecer que en aquel asentamiento hispano, correspondiente a una encomienda de carácter económico mineralógico, existió una gran cantidad de indígenas peruanos que se habría ocupado en las faenas de extracción de metales nobles. (Américo Górdon: “La Casa Fuerte Santa Sylvia, Excavación de Sondeo.” Santiago, Año 1991.)
La gran cantidad de esclavos negros existentes en el Virreinato del Perú, arrojó desde temprana época colonial una interrelación con la población indígena mesoamericana generándose el grupo humano denominado civilmente como sambos. En la Araucanía el mapuche fue reticente a la interrelación e integración sociocultural, con los esclavos afroamericanos importados como piezas de valor comercial desde el Perú y las Gobernaciones de Córdoba y Buenos Aires, existiendo el registro de una limitada descendencia de estos. A la luz de los antecedentes expuestos, podemos deducir que la población de sambos de la antigua Villa Rica correspondió, principalmente, a un gran numero de individuos de filiación afroindígena provenientes del Virreinato del Perú, coincidiendo de este modo con el tenor sociocultural que imperó en la Capitanía General del Reino de Chile del siglo XVI y siguientes.
“Indios de paz” o “indios amigos”:
Considerando que cada solar hispano contó, por parte baja, con una cantidad de 3 “indios de servicio” y 2 esclavos negros como mínimo, repartidos estos entre los 120 vecinos, nos da la cifra de 600 auxiliares domésticos, que finalmente sumados a los habitantes hispanocriollos, nos da una universalidad sobre los 1.560 villarricanos, que habitaron en el radio urbano de la antigua ciudad colonial.
Ahora, si agregamos la suma de la eventual participación social de los denominados “Indios Amigos “ la población urbana colonial de La Rica se elevaría considerablemente por sobre las 2.160 almas. Afirmamos esta cifra citando al Cronista Diego de Rosales quien en su “Histórica Relación del Reino de Chile” relata que para el día del primer asalto de los mapuches contra la ciudad, el 25 de noviembre de 1598, en la Villa Rica se encontraban más de 600 indios amigos:
“...El enemigo quedo fuera por señor de la ciudad, la que saquearon sin contradicción, y luego le pegaron fuego, llorando las pobres señoras de ver abrasarse sus casas y al enemigo hecho señor de sus haciendas y alhajas, mataron en esta ocasión a un fraile de Santo Domingo, que aunque el capitán había mandado, que toda la gente se retirase al fuerte dio en estarse orando en su convento y a un buen soldado. Y los heridos fueron muchos y llevose el enemigo gran cantidad de mujeres y niños de los indios amigos, que estaban en la ciudad y que eran más de seiscientos...” (Diego de Rosales: “ Histórica Relación del Reino de Chile.” Tomo I. Pág. 701.)
El total general de “Indios de Paz” dependientes del Corregimiento de La Rica alcanzó, según el censo de 1575, a 12.000 almas que habitaban el radio urbano en los denominados “Arrabales de Indios Amigos”; además de los diseminados en las encomiendas o emplazamientos fortificados repartidos por el distrito, como también en “aldeas y pueblos de indios circundantes a la ciudad”. (Gabriel Guarda: “Historia Urbana del Reino de Chile.” Pág.35.)

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