viernes, 29 de junio de 2007

Villarrica: tres veces nacida...

POBLACION INDÍGENA COLONIAL DE LA VILLA RICA:

Los “indios de guerra”: Quiebre de relaciones y unidad interna del pueblo mapuche:

Es de importancia destacar aquí, un aspecto de quiebre social mapuche generalizado y originado a raíz del contacto interétnico temprano hispano-Indígena, hecho que se manifestó en la irreconciliable disturbación de relaciones internas entre los denominados “ Indios Amigos ” quienes abrazaron la fe cristiana, aceptaron la “civilización“ hispana y se sometieron a la autoridad del Rey; y en su contraparte otro factor humano protagonista: Los “Indios de Guerra” quienes se opusieron consciente y rotundamente a la invasión occidental que amenazaba profundamente la autonomía-nación del pueblo mapuche, intuyendo en la intervención del wingka invasor la pérdida de su territorio y la consecuente desintegración de su ancestral cultura.
Así, de este modo, deduciendo los términos expuestos, nos encontramos con una confrontación tribal interna local de los mapuches desarrollada, en una parte, por los mapuches lacustres cristianos, o lafkenches “occidentalizados”, que eran aliados de los hispanos y combatían junto a las tropas del Rey, “indios amigos” de los cuales en la antigua Villa Rica fue icono el Cacique Kurimanke, quien con su familia e “indios leales”, pereció trágicamente defendiendo la ciudad junto a los soldados españoles del capitán Rodrigo de Bastidas. Por la otra parte, encontramos a los mapuches beligerantes o alzados que luchaban por la unidad política militar y la supervivencia cultural de sus pueblos, de los cuales fiel representante en el distrito de La Rica colonial fue la Toki Janekeo.
La competencia natural entre tribus mapuches que buscaban expansión territorial y consolidación vital, tienen fundados antecedentes pre y posthispánicos; estos conflictos internos perdurarían a través de los siglos incluso hasta el siglo XIX. Esta bien establecido, históricamente, que a mediados del siglo XVII, mapuches del Mallowelafkén y Kalafkén mantenían discordias ancestrales con las parcialidades puelches de la vertiente oriental cordillerana. Los puelches repudiaban el tratado de Quillín de 1641 por el cual eran beneficiados “en el comercio y la seguridad mutua” los mapuches del Mallowelafkén y Kalafkén; condición de garantías que perduraría mientras fueran respetadas las disposiciones de paz convenidas en el tratado. El año de 1649, una irrupción puelche trasandina a territorio mapuche occidental derivó en un Malón, o represalia armada que fue seguida de saqueos y muerte a discreción. El Malón de 1649 afectó a una tribu de Challupén, ante lo cual el cacique de la parcialidad, el Longko Pinchulef, solicitó a las autoridades hispanas la presencia y auxilio de tropas de la Corona. Los hispanos efectuaron un operativo militar en el que fueron apoyados por “indios amigos” de la parcialidad de Boroa o Forowe. Finalmente, el capitán Luis Ponce de León, al mando de 16 soldados hispanos secundados por 1.000 mapuches aliados, arribó al área de Challupén-Pukura, auxiliaron a los mapuches locales, dieron persecución y desbarataron las hordas de los belicosos puelches en un cruento enfrentamiento acaecido en el área del lago Epulafkén, actual lago Wechulafkén, allende a la cordillera, en el actual territorio de la República Argentina. (Padre Diego de Rosales: "Histórica Relación del Reino de Chile." Tomo III, Págs. 394 a 399)
Para inicios del siglo XIX, la pérdida del dominio y control español sobre sus colonias americanas y la independencia de las mismas, generaron la disminución del intercambio económico y la ausencia de resguardo militar que afectaron a las tribus que se relacionaban amistosamente o “trataban” con la Corona Ibérica. El desamparo provocó la necesidad de protección armada y la reactivación de relaciones de comercio con entidades la naciente República de Chile, para así permanecer con las ventajas de seguridad y garantías de prosperidad que se habían mantenido con las destituidas autoridades hispanas. Para mediados del siglo XIX aun se registraba la subsistencia de enemistades tribales y conflictos de intereses mapuches que afectaban la relación y “entendimiento” pacífico de los Aillarewes situados al sur del Leufu Kagtén o río Cautín. En lo que respecta al área del antiguo corregimiento colonial de la arruinada Villa Rica, durante fines del año 1848, ante las carencias de protección externa ante irrupciones y amenazas bélicas de peñis belicosos, los longkos del Mallowelafkén y Kalafkén manifestaron serias intenciones de autoanexión a la República de Chile; motivación que descansaba en razones que evocaban conflictos étnicos internos de seguridad tribal ancestrales que se mantenían con otras parcialidades y etnias. Finalmente, para el desarrollo de los sangrientos episodios del “Alzamiento Mapuche de 1881” se registra un radical cambio en los ánimos y relaciones de las tribus del Aillarewe del Mallowelafkén con las restantes parcialidades existentes entre los ríos Cautín y Toltén. El aspecto de “conciencia de amenaza” despertado por la invasión armada del Ejército de Chile o “Ejército del Sur” y la evidente perdida del territorio, factor fundamental para la supervivencia y subsistencia de la raza y cultura mapuche, movilizó a longkos y ülmenes a la unificación y resistencia armada que se desplegó, sin excepciones, desde el río Malleko hasta el río Wadalafkén o Calle Calle. (“Nampüllkafe”: Viaje de los Mapuches de la Araucanía a las Pampas Argentinas. Movilidad Espacial, Cultura y Sociedad en los siglos XIX y XX, Informe Final Proyecto Fondecyt, Nº 1000097, año 2002.)
Durante el siglo XVI, la división de voluntades como resultado de la elección de participación en la sociedad colonial occidental cristiana o la exclusión de esta, puso en una profunda confrontación a los hermanos de una misma etnia estableciéndose, a raíz de esto, profundos e irreconciliables odios entre los peñis mapuches; diferencias que finalmente se transformaron en represalias de sangre y fuego reciprocas, causando aquellos actos de violencia, numerosas e innecesarias muertes entre ambos bandos indígenas.
Por ultimo, es de importancia destacar que los europeos aprovecharon y optimizaron la división social que generaron los habitantes originarios bautizados, occidentalizados y colaboradores en el desarrollo de la conquista; fenómeno social que permitió, con la ayuda de estos ”indios amigos”, el sometimiento humano y el control armado territorial a manos de una disminuida población, de apenas 5.000 hispanos situados al sur del Bio Bio, por sobre los cientos de miles de almas que constituían la población originaria de la tierra-mapu o Araucanía. En fin, la colaboración de los denominados “auxiliares”, “yanaconas”, ”aliados”, o “indios amigos” fue un factor fundamental para el logro de la empresa de la conquista del sur del Reino de Chile, e igualmente de las demás capitanías, gobernaciones y virreinatos de América; pues, la misma situación de quiebre de relaciones y unidad étnico-social se manifestó por todo el nuevo continente a través de irreparables discordias que se presentaron “entre los hijos naturales de las nuevas tierras de las Indias occidentales”.

La Toki Janekeo: Asedio y destrucción del fuerte español Antepepe:

Por el año 1575 los indígenas puelches y williches celebraron una estratégica alianza entre tribus locales beligerantes, pacto que incluía parcialidades disidentes de la otra vertiente cordillerana. La organizada rebelión buscaba desestabilizar los emplazamientos hispanos situados al sur del río Toltén y frenar el avance de las huestes y cultura occidentales hacia territorios allende a los Andes y el extremo sur. Por el año de 1580, los mapuches rebeldes ya contaban con longkos y tokis que comandaban la alianza-resistencia; entre estos caudillos mapuches existió una mujer que conmocionó a los habitantes de La Rica colonial, esa mujer fue la toki Janekeo, también conocida como Yanekeo o Yanequén según algunos cronistas españoles.

Entre los mapuches del siglo XVI, Janekeo destacó notoriamente por encarnar los valores guerreros y sociales más nobles de su raza; figurando en la historia del antiguo Estado de Arauco como la primera y única mujer general entre los valientes guerreros o könas de su pueblo. Janekeo fue ”heroína en tiempo de héroes” y alcanzó fama por su bravura y valentía; también se destacó el brillo de su espíritu revestido por el gran amor que la hacía suspirar y llorar cada día más profundamente por la pérdida y ausencia de quién fuera el hombre de su vida y esposo: El toki Guepotaén, quien fuera muerto en un combate con los españoles mientras este se dirigía a buscarla a un sector cordillerano cercano a la Villa Rica con la finalidad de rescatarla de la amenaza de la guerra. Janekeo, al enterarse de la trágica muerte de su amado a mano de los wingkas, acudió a su hermano el toki Kechuntureo, quienes juntos resolvieron vengar la muerte del admirado, heroico y bravo Guepotaén; para esto, por fines del año 1586, amparados en el alzamiento armado puelche - williche, promovieron actividades armadas locales que tuvieron por objetivo asediar y desbaratar las posiciones castellanas ubicadas en el área situada al suroeste del río Toltén. A principios del año 1587 el levantamiento general puelche - williche ya era un hecho casi incontenible y presentaba graves inconvenientes a las encomiendas y fortificaciones del área cordillerana de las ciudades de Villa Rica, Valdivia y Osorno:

“...En esto se ocupaba aquella gente, cuando la famosa Yanequeo, digna de contarse entre las bravas y varoniles matronas que refieren las historias, trazando la venganza de la muerte de su marido Guepotaén, a quien quitaron la vida los españoles, como se vio en el capitulo pasado, llegó a su hermano Quechuntureo, y proponiéndole la gran soledad en la que la habían dejado, y el dolor y sentimiento que no podía de tan pérdida, le pidió la vengase de quien así la había ofendido: <> ” (Alonso de Ovalle: “Histórica Relación del Reino de Chile.” Pág. 255.)

Dentro del contexto armado generado por la poderosa alianza puelche - williche, una de las posiciones o plazas hispanas intervenidas y hostigadas por los tokis Janekeo y Kechuntureo, fue la encomienda fortificada del distrito de la Villa Rica denominada Antepepe o Andelepe por los españoles y que fuera también conocida como Antüleufe por los mapuches; esta encomienda asediada por los tokis hermanos estuvo ubicada en el actual valle de Llancahue, Llangagüe o Llankawe, al interior de Köñaripe, a 58.7 kms. al sureste de Villa Rica, en las coordenadas geográficas 39º 33`` L.S. y 71º 55`` L.O.

El titular de la encomienda fortificada del valle de Andelepe fue, en sus primeros años, el vecino de la Villa Rica don Pedro Aranda de Valdivia; pero sería su hijo el capitán de caballería de la Ciudad Rica, don Cristóbal Hernando Aranda de Valdivia, quien fortificaría y defendería la encomienda de Andelepe dando fiera y violenta lucha a los mapuches que asediaban constantemente los dominios y privilegios heredados de su padre en 1581.
Por fines del año 1586 la toqui Janekeo dirigía un poderoso ejército de bravos könas o guerreros y se prestaba a vengar la muerte de su esposo Guepotaén, y para cumplimiento de aquel juramento dirigió sus escuadrones hasta la fortaleza de Llankawe, al oeste del lago Kalafkén.

El asedio a la fortaleza de Llankawe se inició a principios de 1587 y después de numerosos asaltos y largos cercos la resistencia hispana culminó trágicamente por fines del mismo citado año, fecha en que los mapuches arrasaron la encomienda fortificada cobrando la vida de todos sus defensores. Después de este rotundo triunfo la Janekeo y su hermano Kechuntureo osada y temerariamente pusieron su atención en la Villa Rica, conjurando asediar y destruir la ciudad hasta extinguir todo vestigio hispano en el área precordillerana.

La destrucción del fuerte cordillerano del distrito la Villa Rica, situado en el valle de Andelepe, fue uno de los síntomas graves de rebelión mapuche desarrollada entre los años 1575 y 1587, los que generarían unos años después la precipitación del gran alzamiento mapuche de Noviembre de 1598; insurrección que cobraría la vida del Gobernador Martín García Oñez de Loyola y terminaría por desbaratar y arruinar la Ciudad Rica en febrero de 1602.


Janekeo; un gran corazón para el amor y para la guerra. Sin duda una de las más grandes mujeres del período colonial. Una mujer de carácter y temperamento dignos de una hija de la raza mapuche. Mujer y esposa digna de ser admirada y recordada por ser la primera general de la historia de Chile. Janekeo o Yanequeo es la mujer más interesante y menos famosa en la temprana historia colonial chilena; a tal punto fueron conocidas en su época su fidelidad y sentimiento profundo de esposa, como le fueron reconocidos igualmente su bravura y heroísmo en la guerra. Tantas fueron sus condiciones y talentos para el amor intenso y el cruento combate, que los cronistas hispanos llegaron a denominarla como "la Juana de Arco de la Araucanía.”

Queda en deuda, como siempre, el tributo, el honor y la fama para esta mujer cuyo ejemplo de dignidad, valentía y alta iniciativa, que aún hoy, más de cuatro siglos después, continúa siendo un modelo vigente para todas las chilenas del siglo XXI. Ojalá la historia, algún día, reivindique a esta ilustre hija de la raza mapuche, la primera gran mujer genuinamente chilena que destaca y recuerda la historia nacional en sus más remotos años.

Por último, la mención de la trágica y heroica historia personal de la toqui Janekeo, nos lleva a destacar y dejar bien claro, que la participación de la mujer mapuche en la Guerra de Arauco no era improvisada o casual, ni mucho menos accidental; al contrario, la colaboración femenina mapuche en los combates era según el Gobernador Alonso de Sotomayor “costumbre arraigada”:

“...Llevan también a sus indias para su servicio en la guerra, y si hallara algún remedio para excusar que no las tengan consigo, seré el hacerlo muy acertado y, en esto conviene ir muy despacio, porque el quitar de golpe una costumbre antigua y arraigada en los ánimos de la gente de guerra de aquel reino, que es llevar indias consigo, será muy dificultoso y se irán ofreciendo muchos inconvenientes, y poco a poco tendrán mejor remedio...” (Informe del Gobernador Alonso de Sotomayor a Felipe II, año 1583. “Sobre el Estado de las Cosas de Chile”. Texto citado por Nicolás Palacios en su libro “Raza Chilena.”; Pág. 54.)


La presencia activa de la toki Janekeo en la Guerra de Arauco, resalta y sitúa históricamente la participación y colaboración de la mujer en a guerra de la conquista de Chile: Mujeres mapuches que lucharon junto a sus hombres para la liberación de su tierra del yugo español. Mujeres que lanza en mano fueron protagonistas de triunfos y derrotas bélicas y para las cuales la Janekeo es digna representante histórica de todas aquellas anónimas combatientes de la sangrienta y dilatada Guerra de Arauco:

“...Y es tanta la falta de gente por la mucha que ha muerto en esta demanda, que para hacer más cuerpo y henchir los escuadrones, vienen también las mujeres a la guerra, y peleando algunas veces como varones, se entregaron con grande ánimo a la muerte...” (Prólogo de Alonso de Ercilla en su obra " La Araucana." Edición Española, 1906.)

Varios fueron los hechos de armas acaecidos en el área cordillerana de La Rica colonial, actual localidad de Llankawe al interior de Köñaripe comuna de Panguipulli; la historia rescata y describe parte de aquellos sucesos que tuvieron como protagonista principal a la toki Janekeo, la que “entre aquellas valientes huestes alcanzó fama heroica”, fama y valentía coloniales que aún hoy muchos ignoran; pero sin embargo, quienes la han conocido a través de la blibliografía epica e histórica repiten y admiran ampliamente su gran hazaña. Para el propósito del reconocimiento y valor de la figura de la toki Janekeo, recomendamos estudiar la obra "Histórica Relación del Reino de Chile" de Alonso de Ovalle, Págs. 251 a 254.

ACTIVIDAD SOCIAL INTERÉTCNICA HISPANO-INDÍGENA EN LA VILLA RICA:
-Interrelación hispano-indígena:
El Indígena en el Reino de Chile, fue considerado jurídicamente como incapaz relativo, por tanto susceptible de la ejecución de ciertos actos jurídicos y civiles, esto según lo dispuesto el año 1558 en la Tasa de Santillán, cuerpo legal que otorgaba al indígena un salario llamado “Sesmo” que equivalía a la sexta parte del producto bruto de su trabajo. La actividad laboral tributaria era obligatoria para los varones entre 18 y 50 años de edad, quienes “guardaban reposo” solo los domingos y festivos. El indígena, por Cédula Real, estaba excluido de la esclavitud, siendo considerado como súbdito tributario de la Corona, por lo cual estaba obligado a pagar los impuestos y tributos anuales correspondientes, excluyéndose del trabajo y del pago de esta obligación económica solo a los caciques y los componentes de su familia hasta el tercer grado de parentesco.
Por su parte, el español a cargo del régimen de encomiendas estaba obligado a proteger, instruir y cuidar de los indígenas de los cuales era titular y responsable física, moral y espiritualmente. La carga de la esclavitud de la población indígena en el Reino de Chile, solo se decreto el 26 de Mayo de 1608 y prevaleció hasta fines de la colonia, periodo en el cual se excluye a la Villa Rica por haber sido destruida en el año 1602. Con este antecedente, se puede destacar, que el indígena en la corta existencia de la Villa Rica, no sufrió la carga de la esclavitud y fue partícipe de un contrato de servicios expreso y regulado por una autoridad específica denominada “Curador de Indios”, integrándose el componente social indígena en todos los ámbitos de la actividad colonial, existiendo históricamente testimonios de matrimonios y relaciones sociales, religiosas, militares, comerciales y otras diversas entre hispanocriollos y componentes del estrato social denominado “indios amigos”.
No obstante, a pesar de todas las garantías y cauciones dispuestas en las Ordenanzas Reales para la fiel observación de las “prolijas atenciones humanas y cristiano cuidado de los indios”, la realidad demostró un reiterativo abuso por parte de algunos conquistadores encomenderos, desmedro hacia la calidad de vida indígena y actitud tiránica que con el tiempo incubaría un odio ancestral al wingka e impulsaría al violento alzamiento armado mapuche. El año 1593 llegó a Chile el padre y misionero jesuita Luis de Valdivia, quien observó y censuró los desmanes y nocivas actitudes hispanas que mantenían en precarias condiciones humanas a una gran cantidad de infortunados indígenas; el padre Valdivia inicio una campaña prodignidad indígena dirigida al clero y sociedad civil colonial; el año 1618 llevó las denuncias hasta las altas cortes hispanas europeas. A su regreso a Chile, el resultado de la publicidad de estos descargos ante las autoridades, impulsó una nueva política militar-evangelizadora denominada “Guerra Defensiva”, actividad que disgustó a los terratenientes y autoridades españolas del Reino de Chile, quienes coludidos, finalmente, lograron la expulsión definitiva de la orden jesuita de territorio chileno por el año 1767.
Testimonio de la participación de la población indígena en la Villa Rica al ámbito social-religioso hispano criollo, es el hecho histórico que indica que para la celebración de semana santa de 1567 participaron de la aquellas de fiestas religiosas cerca de 2.000 indígenas tributarios bautizados pertenecientes al capitán Arias Pardo. Según testimonio del cronista Pedro Mariño de Lobera en su “Crónica del Reino de Chile” en su página 38, se rescata además, que para la celebración de la Fiesta de Pascua de Resurrección del año 1576 se reunió una cantidad de 10.000 indígenas cristianos en la plaza de la ciudad, participando estos, activamente, de aquel encuentro eucarístico.
A luz dela información anterior, cabe señalar también los antecedentes de don Claudio Gay, en que hace referencia a la Villa Rica, en su obra “Historia Física y Política de Chile” Págs 39:
“...En los conquistadores, como en los indios, habían penetrado profundamente los consejos del piadoso Prelado Marmolejo, y las tribus entraban en vida social, cristianos y laboriosos, constituyéndose en pueblos con una habilidad sin ejemplo hasta entonces...”
-Población colonial interétnica:
Anteriormente, hacíamos referencia a una población urbana de interrelación étnica, estimada en más de 2.000 almas; esta cifra de habitantes, que suma a hispanocriollos, mestizos, mulatos, indígenas, sambos y esclavos negros, no deja de ser abultada o numerosa para la época. Sin embargo, este antecedente explica, indirectamente, porqué la ciudad llegó a contar, en el momento de su mayor desarrollo urbano, social y económico, con tres fortificaciones permanentes, tres conventos y tres templos mayores de los padres Franciscanos, Mercedarios y Dominicos. La relación anterior refleja, más que la infraestructura militar-eclesiástica, una ardua preocupación por la estratégica administración bélica-religiosa destinada a la seguridad física y formación de las almas de los numerosos pobladores dependientes del distrito colonial.
El elevado número de habitantes se reafirma igualmente, por el antecedente documental cartográfico de las ruinas de la ciudad que arroja la existencia de dos grandes molinos para el sustento y abasto de la población; no obstante, los restos arqueológicos acusan la existencia de 6 tipos de muelas de piedra de molino de distintas características lo que indica una gran actividad de suministro alimenticio que solo tendría explicación en la consideración de una vecindad de un elevado numero de individuos.
Insistimos en el cálculo especulativo expuesto, manifestando que ante el histórico levantamiento general mapuche de 1598, el corregidor de la ciudad capitán Rodrigo de Bastidas, ordenó la construcción de un fuerte de grandes proporciones, centro de seguridad que ocupó la cuadra del solar del vecino don Luis de Oviedo. Las dimensiones aproximadas que tuvo el baluarte correspondería a una cuadra de 120 a 125 metros por lado. Presumimos que la construcción de esta Cuadra Fuerte se debió a que las fortificaciones de vigilancia y seguridad permanente, entre las que se cuenta el actual sitio histórico de Villa Rica, VR-7, no dieron abasto para cobijar a todos los habitantes debiendo el capitán y Corregidor Rodrigo de Bastidas, ante el primer asalto a la ciudad, ingresar la población hispana al recinto militar de proporciones, disponiendo como cerco humano, en el perímetro exterior del fuerte, a los indios amigos y sus familias al mando del cacique Kurimanke; los que después de ser diezmados en gran numero por la horda atacante fueron definitivamente recogidos al interior de la Cuadra Fuerte.
Igualmente, no podemos dejar de referirnos a la interacción hispano indígena como resultado del régimen de encomiendas de La Rica colonial. Cabe destacar, en este aspecto, el estudio realizado por el extinto arqueólogo don Américo Górdon desarrollado el año 1991, donde se excavó y sondeó un recinto en que existió una encomienda española colonial. Los vestigios de esta encomienda fortificada están ubicados en el sector de Kaburgua - Wife o Huife, al interior de Pukön. El sitio arqueológico se conoce técnicamente como “Casa Fuerte Santa Sylvia.” En esta encomienda fortificada Américo Górdon identificó una capilla que además fue utilizada como mausoleo familiar. El estudio final arrojó la identificación de 5 enterratorios de los cuales cuatro correspondían a hispanos y el restante a una mujer indígena; hallazgo que manifiesta el grado de participación activa en los ámbitos social y religioso que tuvieron los indígenas puelches, williches y pewenches con los hispanos de la Villa Rica del siglo XVI; se incluye además a otro grupo humano que se desenvolvió es esta antigua encomienda y que corresponde a los sambos, probablemente traídos desde el Virreinato del Perú y que se habrían desempeñado en los centros de explotación mineralógica circundante al emplazamiento. (Américo Górdon: “Casa Fuerte Santa Sylvia. Excavación de Sondeo”. Actas del Primer Congreso Nacional de Arqueología Chilena, Santiago. Tomo III. 1991.)
Por último, queremos destacar aquí, el resultado final de medio siglo de interacción étnico - racial que se generó en el periodo colonial de la Villa Rica y que tuvo resultados inmediatos durante el siglo posterior a su destrucción. Entre 1602 y 1708 continuó registrándose la procreación entre distintos grupos humanos de distinto origen socio-racial; con sus respectivas necesidades morales-cristianas, heredadas también del esfuerzo evangelizador del periodo colonial de La Rica. Así, podemos ver, la situación en que se encontraban hispanopeninsulares e hispanocriollos, indios amigos, negros, mestizos, mulatos y sambos que, forzados o no, subsistían y convivían integrados socialmente en el área de Mallowelafkén después de la destrucción de la Ciudad Rica; aspecto que no escapaba a la preocupación de las autoridades administrativas y religiosas de la época, debido al gran número que estos conformaban, registrándose durante todo el siglo XVII, loables y fructíferos esfuerzos por la atención social de estos elementos humanos disidentes por medio de la entrega de auxilio moral religioso o su rescate de la cautividad; hecho que incluso se extendería hasta bien entrado el siglo XVII.
En cuanto se refiere a interrelaciones étnico-raciales, posteriores al siglo XVI, existe un documento que expone don Claudio Gay en su obra “Historia Física y Política de Chile”, obra en la que se registra la preocupación del Padre Antonio Cobarrubias, Procurador General de la Compañía de Jesús, quién por mediados del año 1708 no perdía las esperanzas de emplazar una misión en la densamente poblada área de la arruinada Villa Rica; deseo que se materializó en una petición expresa de este anhelo y que expuso en una carta dirigida a la Real Junta de Misiones, fechada el 24 de septiembre de 1708, y en la cual hacía la siguiente referencia:
“...Es menester auxiliar en la fe a aquel inmenso gentío de indios, mestizos, negros, mulatos y sambos que, a mí declarado saber, pedían con grandes instancias doctrineros que los alumbraran con la luz de la Fe en la espaciosa Villa Rica, paraíso de aquellas tierras...” (Claudio Gay: “Historia Física y Política de Chile.” Documentos, Tomo I, Dcto. Nº XXXIV.)
Como resultado de la imperiosa situación de desamparo cristiano que afectaba a tantas almas en el área del antiguo distrito de la Rica, el gobernador de la ciudad de Valdivia, don Juan Cardoso, consciente de tal situación, y presionado por las suplicas del Padre jesuita Antonio Cobarrubias, que había logrado la rápida aprobación de la Real Junta de Misiones, decretó la creación de la Misión de Villa Rica, conocida también como “Misión de Toltén Alto”, que para júbilo de todos se fundaba en tierras de la reducción indígena de Danghill o Donguil, el 13 de noviembre de 1714. La obra sería subvencionada por las arcas del Virreinato del Perú y estaría a cargo de los padres jesuitas, “...los cuales habrán de asistir a la predicación del Santo Evangelio, conversión y enseñanza de los indios y cautivos de la Villa Rica...” (Claudio Gay. Ibidem. Ob.Cit.)
El júbilo y amparo espiritual generados por la presencia de los jesuitas duraría poco, ya que la misión de Villa Rica, situada a la altura del curso superior del río Donguil, sería destruida por la implacable rebelión mapuche de 1723, reduciéndose a cenizas los esfuerzos desplegados por las autoridades administrativas y religiosas de la época. (Gabriel Guarda: “Los Caciques Gobernadores de Toltén.” Articulo en BACHH; Cita 379, Pág. 57, Nº 78.- Claudio Gay: Ibidem. Ob. Cit. Dcto. XXXIV.)

1 comentario:

Chelo Candia dijo...

querido Marco, he usado sus palabras para "ilustrar" una imagen que intenta recordar a la toki Janekeo. Espero que no se moleste, aquí le dejo el link:
http://chelocandia.blogspot.com/2010/03/en-el-dia-de-la-mujer-homenaje-janekeo.html
un abrazo grande.

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