viernes, 14 de diciembre de 2007

WEICHAN MAPUNCHE O GUERRA DE ARAUCO:


ANTECEDENTES GENERALES DEL FACTOR DE RESISTENCIA MAPUNCHE EN LA GUERRA DE ARAUCO:

“Con su sangre el altivo araucano nos
legó por herencia el valor...”
(Extracto de estrofa del Himno Nacional de Chile.)



ORIGENES DEL PUEBLO MAPUCHE O MAPUNCHE

Etnogénesis de una raza indómita:
La centenaria Guerra de Arauco se presenta en los anales nacionales como la primera gran guerra de Chile; no obstante, su importancia va más allá del primigenio antecedente bélico histórico colonial. La Guerra de Arauco exhibe hoy una nueva faceta sociológica-antropológica de indudable trascendencia en cuanto al entendimiento cabal de la génesis, formación y constitución de un alto porcentaje de la actual población chilena y aporta, también, al entendimiento de la constitución distributiva geográfica espacial de los principales núcleos urbanos de la actual área centro sur del país.
En las distintas exposiciones referentes a este prolongado conflicto bélico, que remeció y modificó la actividad sociopolítica étnica Wallmapunche e hispana del antiguo Reino de Chile, continuamente se acentúa la visión positivista y occidental de los hechos; factor natural, si se comprende que las primeras notas de aquel conflicto fueron narradas por tempranos cronistas españoles, que dieron amplia cobertura al desarrollo de expansión cultural que pasaba por la necesaria sustentación de esta guerra. Está claro, entonces, que en las crónicas históricas tempranas de la Conquista de Chile se impone el criterio castellano que se avoca, preferentemente, a la exposición de las funciones de los súbditos de la corona ibérica como centro gravitatorio de todos los relatos, situando o relegando al enemigo de la Corona, o factor cultural mapunche, a un segundo término. Entonces, en los textos relacionados con la Guerra de Arauco, queda bien expuesta solo una de las partes enfrentadas, que es la hispana; se conoce su organización sociopolitica, su modo de vida y subsistencia; pero no se muestra al pueblo mapunche más allá del factor bélico destructor y letal; por tanto queda el desafío de exponer, al menos en lo que se refiere al histórico territorio cirscunscrito del lago Mallowelafkén o antigua Villa Rica, los factores sociales y organizacionales étnicos mapunche al momento de contacto hispano-indígena. Por lo propio, antes de comenzar el desarrollo temático central de este trabajo, hemos deseado destacar al sujeto mapunche y su cultura, para así poder comprender algunos pormenores que el estudio de las campañas de la Guerra de Arauco presentan. Al amparo de lo recién expuesto, dedicaremos este primer capitulo a re-descubrir una parte de las raíces y trayectoria de esta ingeniosa y resuelta etnia que, durante los primeros años de la historia de Chile, como hostil resuelto adversario, puso en jaque, más de una vez, a los recios y experimentados tercios reales o huestes castellanas.
Al evocar la temprana época colonial de Chile destaca, antes que todo, las imágenes de antiguas proezas militares mapunche y, automáticamente, se encuadra y restringe a este grupo humano a una faceta cultural meramente violenta. Pero, ¿Quienes son verdaderamente los mapunche?, ¿De donde vinieron?, ¿Como se gestó su cultura? Antes de tratar, en parte, la etnogénesis u origen de este grupo humano debemos conocer primeramente su calidad identitaria colectiva; aquí claro está, que el primer calificativo historico conferido a este pueblo originario fue el de “araucanos”; término que livianamente acuñaron los hispanos por los primeros años de la Conquista de Chile, puntualmente a mediados del siglo XVI. La denominación “araucano” es restrictiva, pues solo identificaba a los nativos de la zona geográfica de Ragko o “Arauco”, más no a toda la población indígena situada entre el Bio Bio y el Toltén, que es la que aquí tratamos como un todo o nación. Posteriormente, por finales del siglo XVIII, aproximadamente en el año 1790, aparece el calificativo mapuche, que se traduce como “gente de la tierra” y que corresponde al término más aceptado hasta nuestros días. No obstante, las denominaciones antes señaladas, por finales del siglo XX, con el intento de escrituración del mapudungun, o idioma mapunche, ha surgido también la reutilización del etnónimo mapunche; que se escribe simpre en singular, nunca en plural, cualquiera fuere su uso, y que es igualmente admitido en distintas disciplinas de estudio. Particularmente, creemos que la denominación natural y primigenia de este pueblo originario corresponde a reche, que se traduce como “hombre puro, auténtico o verdadero”. El vocablo reche es la única más temprana autodefinición colectiva rescatada por la etnografía; término arcaico que se podría aplicar, con toda propiedad, a gran parte de la población aborigen prehispánica del centro sur de Chile; el calificativo reche se posesiona, étnicamente, por sobre los ya conocidos y divulgados “mapuche” o “araucano.” Así y con todo, para no romper el vínculo histórico de los relatos y crónicas coloniales o republicanas, obviaremos en este trabajo, a nuestro pesar, el término reche; solo utilizaremos los calificativos reche y mapunche durante el desarrollo de este primer capítulo; remitiéndonos al uso de las denominaciones genéricas mapuche o “araucano”, ya ampliamente divulgadas y conocidas, para los capítulos II, II IV y V.
Por último, debemos comentar, que a pesar del aporte de un gran número de estudios multidisciplinarios hasta hoy efectuados, el origen del pueblo mapunche o mapuche, mal denominado “pueblo araucano”; continúa siendo difuso y extensamente discutido. Para lograr concretar una tentativa explicación a un aspecto esencial, aún no plenamente resuelto, debemos remitirnos a las referencias técnicas generales mayormente aceptadas, cuyos fundamentos necesariamente se remontan hasta las más arcaicas épocas del poblamiento americano. Por tanto, para hablar del origen del pueblo mapunche, en primer lugar, es necesario abordar las teorías entorno a la aparición de la presencia humana en Sudamérica, continuando, igualmente, con una breve exposición de las tesis que definen la radicación, diferenciación étnica y delimitación espacial-territorial del “hombre americano” en lo que actualmente corresponde a la zona centro sur de Chile.

Teoría del poblamiento del continente Americano.
Las recientes teorías científicas en torno al poblamiento del continente americano exponen que los primeros habitantes arribaron desde Siberia, alcanzando el territorio de Alaska a través del Estrecho de Bering, hace unos 26.000 años; para ese periodo el océano adyacente al área oeste norteamericana de Bering estaba cubierto de hielo, lo que habría facilitado el desplazamiento migratorio humano motivado por el factor de seguimiento y caza de grandes manadas de animales.
Los grupos humanos que conformaron esta primera corriente migratoria prehistórica eran dolicocéfalos de aspecto físico australoide que constituían tribus nómadas cazadoras-recolectoras con precario conocimiento técnico lítico. Para el año 18.000 a. de C. estos grupos ya se presentaban diseminados por ambas laderas de la Cordillera de los Andes de la actual región chileno-argentina, originando la aparición de las primeras culturas paleolíticas australes: los comechingones, puelches, pewenches, onas y tewelches.
Una segunda corriente migratoria prehistórica se habría producido alrededor del año 9.000 a. de C. originando en tierras americanas la aparición de la cultura Mesolítica. Estos grupos humanos eran braquicéfalos que provenían del norte de Asia; se establecieron preferentemente en las zonas costeras del continente. En lo que respecta a Chile estos asentamientos originaron finalmente la aparición de las etnias canoeras como chonos, alacalufes y yaghanes.
Finalmente, una tercera corriente migratoria prehistórica se presentó hace unos 5.000 años, iniciando el establecimiento de la cultura de las piedras horadadas o “piedras tacita”. Los componentes de estos grupos se identifican como braquicéfalos de rasgos mongoloides acentuados que poseían conocimientos rudimentarios en agricultura y alfarería. Estos grupos se instalaron en la región chileno-argentina mezclándose con los grupos anteriores por medio de una transculturización que se desarrolló y materializó solo con el correr de los milenios.
Durante el inicio de la era cristiana, el centro sur de Chile recibió influencias de culturas asentadas en otras latitudes; la primera intervención cultural local la efectuó la cultura chavin, establecida al interior de Perú y que ya había irradiado su influencia a las culturas chimu y nazca en las costas de Perú, proyectándose y alcanzando, desde ahí, a los vecinos pueblos originarios chilenos derivando en un aporte materializado en conocimientos generales de confección básica de tejidos y cestería.
Teoría del poblamiento de América y ruta de las principales emigraciones arcaicas.
En el siglo V de la era cristiana, año 400 d. de C, las etnias chilenas reciben de lleno la influencia del pueblo aymará o colla que expandía la cultura Tiawanako, originada a orillas del lago Titikaka, la que aportó conocimientos en las áreas de agricultura confección de alfarería utilitaria.
Entre los siglos XI y XII, es decir, entre los años 1000 y 1100, la etnia del sur de Chile denominada chinchas comienza a interrelacionarse y mezclarse con atacameños y diaguitas; la cultura de estos dos pueblos se extendería con fuerza, alcanzando e influyendo hasta el Golfo de Reloncaví; aspecto que se evidencia en los restos culturales correspondientes a elaborados y hermosos cerámicos con características decorativas nortinas. En este periodo se habría presentado una intespectiva invasión que afectó a las etnias del centro sur de Chile; hipotéticamente, esta irrupción violenta la habría efectuado un pueblo amazónico del área tupi-guaraní, grupo humano de comportamiento agresivo y belicoso que con su presencia disturbó profundamente a las tribus originarias locales y finalmente, con el transcurso de los siglos, terminó fusionándose culturalmente con ellas.

Teoría del poblamiento del área Centro Sur de Chile:
Con relación al poblamiento general del área austral americana, como exponíamos recientemente, se establece que el hombre primitivo arribó al continente americano desde Asia, vía Estrecho de Bering, aproximadamente unos 26.000 a 15.000 años antes de Cristo. Estas agrupaciones prehistóricas, movilizándose de norte a sur, subsistieron de la caza y la recolección de vegetales y frutos alcanzando las llanuras patagónicas hace unos 10.000 a 8.000 años antes de Cristo. Entre unos 9.000 y 6000 años a. de C., algunas bandas o grupos migratorios se abrían trasladado desde la Patagonia hasta tierras orientales allende a los andes, utilizando para esto los pasos cordilleranos del centro sur de Chile. De esta manera las tribus nómades, en oleadas permanentes, franquearon la gran cordillera en busca de un territorio menos hostil para la supervivencia. En el contexto de sobre vivencia y subsistencia étnico migratorio el sitio geográfico de la gran laguna de Mallowelafkén o lago Villa Rica, una vez establecido definitivamente en todos sus términos geomorfológicos, se presentó como un lugar de características optimas para el desarrollo de grupos humanos arcaicos de distintos tipos y complejos culturales correspondientes, primeramente, a bandas nómadas recolectoras-cazadoras y posteriormente a grupos de habitantes, permanentes o semipermanentes, de pueblos, aldeas o asentamientos preagroalfareros o agroalfareros.
Como señalábamos anteriormente, se estima que el poblamiento del área costera centro y cordillerana del paralelo 39º de la Villa Rica se produjo aproximadamente hace unos 9.000 a 6.000 años antes de Cristo. Sin embargo, nuevas teorías científicas relacionadas al poblamiento prehistórico del área de la Novena y Décima regiones establece que los primeros indicios de vida humana en este punto de América se habrían registrado en un tiempo intermedio estimado entre unos 12.500 a 13.000 años; no obstante, a fines del siglo XX algunas comisiones científicas realizaron estudios arqueológicos que indicarían que la radicación humana en esta área se habría registrado hace unos 14.000 años; teoría sustentada sobre la base del análisis de las pruebas de radio carbono efectuadas el año 1998 a restos orgánicos prehistóricos hallados en el sitio cultural de Monte Verde, ubicado a 35 kilómetros al suroeste de Puerto Montt, en la Región de los Lagos. Sin embargo, un posterior estudio científico efectuado el año 2001 por Tom Dillehay, denominado “Monte Verde I” arrojó una data de presencia humana en el área que fluctúa entre los 33.370 y 33.020 años; antecedentes que, sin duda, llevarán al replanteamiento de la actual teoría general de poblamiento del continente americano.
El antecedente científico oficial más difundido expone que los primeros indicios de grupos humanos arcaicos en el área centro sur de Chile se generaron hace unos 9.000 a 6.000 años antes de Cristo. El advenimiento de la presencia humana se habría efectuado, teóricamente, desde la región amazónica tupi-guaraní, desde la cual grupos nómades de cazadores y recolectores se habrían trasladado a través de las pampas patagónicas llegando al actual territorio chileno franqueando los pasos cordilleranos entre los que se contaba principalmente el del área de Villa Rica, actual paso Mamül Malal o Tromen y sus variantes adyacentes. (Tom Dillehay: "Observaciones y Consideraciones sobre la Prehistoria y la Temprana Época Histórica de la Región Centro Sur." Artículo: Estudio Antropológico sobre los Mapuches de Chile Sur Central - Página 12.)
En cuanto se refiere al área cordillerana de Villa Rica, el sitio de interés cultural de ocupación humana arcaica de mayor antigüedad se encontraría en la localidad de Pukura Alto, al noreste del Kalafkén, comuna de Panguipulli. El año 1999 los arqueólogos Leonor Adán y Rodrigo Mera excavaron el sitio “Marifilo I”. El estudio de restos culturales arcaicos arrojó una data aproximada que fluctúa alrededor de 9.700 años (Cal BP 9490-9295, BETA 138919.), siendo oficialmente el depósito de registro científico de vestigios humanos prehistóricos, o de ocupación humana arcaica, de más antigüedad en el área precordillerana correspondiente a las comunas de Villa Rica y Panguipülli.

ETNOGÉNESIS Y ESTRUCTURACIÓN DEL PUEBLO MAPUNCHE.
La interacción de diversos grupos de bandas recolectoras y núcleos étnicos, antes descritos, fueron dando paso al establecimiento de los grupos indígenas sedentarios que comenzaron a vivenciar procesos de interacción sociocultural mediante los cuales surgieron nuevos sujetos esto, al menos, desde el siglo XII, hasta la aparición del conquistador español, periodo en que el pueblo mapuche todavía estaba en proceso de estructuración y asimilación cultural definitiva. Esta característica embrionaria o de gestación cultural particular “sui generis” o exclusiva de su género, llevó a que, por inicios de la Conquista de Chile, estos grupos humanos fueran percibidos como entes sin historia, ni definición política de autoridad; lo que a la luz de la cultura occidental europea “confirmaba” una sociedad de carácter inestable, de mentalidad poco evolutiva y escasa, por no decir ausente, organización sociopolítica. Esta realzada “precaria condición” de los indígenas fue pregonada por gran parte de los conquistadores terratenientes que pregonaban la esclavitud y promovían la urgente necesaria dirección-supervisión temporal y espiritual de estos pueblos; punto de opinión que deribó en arduos debates post “descubrimiento de América” que recayeron, entre otras cosas, en si el los aborígenes del “nuevo mundo” poseían o no alma, cual era su naturaleza existencial y calidad racional de los mismos. En esta arbitraria apreciación intervenía la artificial necesidad administrativa de exponer a una población nativa americana donde tutores espirituales (misioneros) y rectores materiales (encomenderos) tuvieran una participación efectiva justificada que se mostrase como un real aporte a los “naturales” de las nuevas tierras decubiertas. El interés material y económico no permitió apreciar la riqueza cultural que estos pueblos originarios poseían; se les destruyó su esencia identitaria espiritual y organizacional, deviniendo el brutal sometimiento. Afortunadamente, estos planteamientos encontraron contrapeso en otras tesis pro-indiginistas que valoraban la igualdad y pregonaban la justicia; destacó en este ámbito una gran alma cristiana, fray Bartolomé de las Casas, que antes de consagrarse al sacerdocio había ejercido por ocho años la calidad de encomendero conociendo, por lo mismo, la cruda realidad de aquella “tutoría” europea en las Américas. Fray de las Casas, junto con fray Antonio de Montecinos, iniciaron un proceso de denuncias de los abusos y excesos de poder ante la Corona y las más altas cortes hispanas; recibiendo el año 1516 el titulo y cargo de “Protector de los Indios”.
En cuanto a la situación indígena cirscuncrita al territorio de Tchilli, o Chile, al momento del violento encuentro mapunche-español, que es el periodo a tratar en este trabajo, los pueblos originarios existentes entre el río Itata y la isla de Chiloé mantenían la evolución de un proceso de etnogénesis y etnificación que al no presentar grandes centros políticos gravitatorios, ni lideres globales, como los mexicas e incas, dificultaron las archi probadas estrategias de sometimiento que los conquistadores desarrollaron con el objetivo de dominar al sujeto indígena y desarticular su estructura sociopolitica y de paso su cultura. La limitación de aplicación de dispositivos de poder o formas de sujeción establecidos por los conquistadores hispanos, que veremos más acabadamente en el capítulo V, incidieron en el apresuramiento, por no decir precipitación, de un esquema artificial de estructura sociopolítica que el indígena local en primera instancia forzosamente absorvió, asimiló y desarrolló posteriormente, esto solo en breves dos siglos. Así mismo, el accionar coactivo de aculturación que los reche-mapunches asimilaron, consciente o insconcientemente, terminaron por modificar la forma de vida y la percepción que estos tenían de si mismos. Podemos especular que la invasión hispana al Wallmapu o territorio mapunche fue el punto culmine del primario antiguo proceso de absorción cultural iniciada con y desde las invasiones molunche e ingka, acaecidas siglos antes de la conquista las que, en mayor o menor grado, influyeron a las poblaciones encontradas a su paso expansivo de colonización aportándoles, a pesar de todo, una correspondiente cuota de desarrollo e identidad cultural que a fines del siglo XIX se estrelló contra las bases republicanas chilenas que, con su neo-cultura de Estado, modificó su esencia de ser, los absorvió, subyugó y privó de su principal fundamento existencial: el Wallmapu, el territorio; la ñukemapu o madre tierra.

La estructura sociopolítica reche-mapunche; sus distintos niveles de integración y diferenciación.
Aunque todavía existen muchos puntos oscuros en cuanto a la articulación y función de las distintas unidades sociales que estructuraban la sociedad reche-mapunche, se pueden establecer algunas descripciones relativas a la organización étnica prehispánica. Las primeras crónicas, como elemento auxiliar, permiten reconstruir diferentes niveles de integración u ordenamiento social mapunche general, especificamente, a lo concerniente al área lacustre de la actual Región de la Araucanía; aspectos que por motivos de espacio expondremos aquí brevemente.
Sin duda, factores de asimilación cultural exógena o externa del periodo arcaicocon su correlativa definición identitaria, fueron de especial determinación para el asentamiento transitorio, semi-permanente de bandas o grupos humanos prehistóricos de comportamiento nómada, como tribus recolectoras, cazadoras y pescadoras; y, lo que es más importante arqueológicamente, la posterior existencia de tribus sedentarias o de asentamiento permanente de los períodos preagroalfarero y agroalfarero las que, en nuestro caso específico, preferencialmente, ocuparon el antiguo sitio de la Villa Rica y el área adyacente al lago Mallowelafkén, aprovechando el microclima templado generado por la cuenca lacustre, generoso aspecto climático que era potenciado por los permanentes vientos orientales, puelkuruf o “puelches”, provenientes de las semiáridas pampas patagónicas. Estas arcaicas tribus sedentarias fueron las que finalmente dieron origen a los numerosos vestigios arqueológicos, líticos y cerámicos, que hoy son objeto de minuciosos estudios técnico-cientificos que identifican los diferentes complejos culturales mapunche; que a continuación exponemos brevemente.
Complejos Culturales:
El Complejo Cultural, indica la pertenencia temporal y étnica de un grupo humano específico, señalando sus particulares rasgos y costumbres que distinguen a aquella colectividad determinada de sus demás grupos culturales contemporáneos. La distinción de grupos étnicos locales, en tierras del sur de Chile, comienzó a definirse con la irrupción de una tribu de carácter altamente belicoso denominada molunche. Esta tribu, proveniente del área noroeste de las pampas patagónicas, habría incursionado hasta el centro sur de Chile entre los siglos XII y XIII, es decir, alrededor de los años 1100 y 1250 después de Cristo, aproximadamente unos dos siglos antes de la invasión ingka. Los molunche conocidos también como ngullunche, o “gente del oeste”, eran invasores que arribaron al territorio de Tchilli en sucesivas oleadas desalojando gran parte de la población encontrada: un pueblo bastante culto y autor de la lengua “araucana”, que llegado del norte, se había fusionado con los pescadores autóctonos.
Los molunche, una vez asentados en el sur de Tchilli o territorio Wallmapu, interactuaron con las restantes etnias adoptando su lengua; por su parte, los molunche, aportaron a las tribus originarias sus eficaces estrategias de guerra, además de sus tácticas de sometimiento y dominio colectivo; experiencia combativa que les había generado su calificativo étnica arcaico: molun: guerrear; che: gente; “gente de guerra o guerreros”. Posteriormente, el enfrentamiento de núcleos pertenecientes a esta belicosa tribu con huestes invasoras ingka les llevó a una extenuente guerra de resistencia que finalmente doblegó al los ejercitos imperiales de los hijos del sol. Los derrotados Ingka, al conocer el espíritu indómito de este pueblo austral, bautizaron a estos con la denominación de aukaes o rebeldes. (Ricardo E. Latcham: “El Problema de los Araucanos. Sus Orígenes y su Lengua.” Revista Atenea, Año IV, Nº 06, Santiago. 1927.)

Diferenciación étnica y espacial definitiva:
Las tribus molunche, al desembocar violentamente a la zona comprendida entre los ríos Itata y Bio Bio, enfrentaron fieramente a las diseminadas poblaciones originarias que se auto denominaban chincha dividiendo en dos, étnica y territorialmente, a este basto grupo humano nativo. Así, las agrupaciones chincha que quedaron al norte de la agresiva tribu molunche se autodenominaron pikunche, (gente del norte) y a los grupos humanos dispersados hacia el sur se atribuyeron el nombre de willinche o williche (de willín: sur.)
Por su parte, los molunche, una vez asentados, formaron una estrecha relación con algunas tribus locales que se identificaron como mapunche o mapuche: la “gente de la tierra”. Con el transcurso del tiempo los molunche, por transculturación, asimilaron la lengua y costumbres de los habitantes originarios formando junto a los pickunche y willinche una especie de confederación que a través de los siglos dio origen al gran e indómito pueblo mapunche, cuyos componentes se consideraban descedientes de los primeros habitantes y, por lo mismo, se hacían llamar reche; es decir, “el hombre verdadero y autentico”. A este grupo mapunche el poeta y conquistador de Chile Alonso de Ercilla bautizaría para la posteridad como “araucanos.” (Tomás Falkner: “Descripción de la Patagonia” Pág. 71.- Y Esteban Erize: “Diccionario Comentado Mapuche - Español”; léase “Moluche”)
Posterior a la primaria diferenciación étnica se produjo una especificación identitaria que obedeció al distingo según la mera distribución de ocupación geográfica, más que a las diferencias propiamente culturales. Así la gran familia del pueblo mapunche, aunque a primaria vista registra varios tipos étnicos, presentaba una uniformidad de costumbres que arrojaba solo variantes fonéticas en la lengua originaria o mapudungun, pero mantenía los rasgos culturales mapunche generales desde el Itata al Archipiélago de Las Waytekas
-Los mapunche-wenteche, o propiamente tales, que constituían el tronco medular que ocupó los valles centrales de la depresión intermedia, desde Mulchén hasta el río Toltén; abarcando una franja territorial central que abarcaba desde el área de la altura de Villa Rica hasta la zona de Imperial.
-Los mapunche-pikunche, ocuparon el territorio comprendido entre el río Itata y la zona geográfica de la cuenca del río Bio Bio.
-Los mapunche-pewenche se asentaron en los sectores precordilleranos y cordilleranos que abarcaron desde Alto Bio Bio-Lonkimay, y una franja cordillerana que se extendía entre los lagos Ikalma y Panguipülli.
-Los mapunche-willinche se extendieron desde el río Toltén, desde el mar a la cordillera y hasta Chiloé, formando un triangulo cuyo vértice er el lago Rangko o Ranco; presentando, igualmente, núcleos étnicos hasta el Archipielago de Las Waytekas.
-Los mapunche-puelche, que habitaron ambas vertientes de la alta cordillera, entre el volcán Lonkimay y la zona de Valdivia.
-Los mapunche-lafkenche que ocuparon, preferentemente, una franja marítima que se extendió desde Cañete al río Toltén; ocupando también los lagos como el lago Lleu-Lleu, Tirúa, Puerto Saavedra, Puerto Domínguez, Isla Wapi, lago Mallowelafkén o Villa Rica, Koliko y Willipillún, Kaburgua y ribera norte del lago Trailafkén, actualmente denominado Kalafkén. Existió igualmente un subtipo de lafkenche, o mapunche canoeros, denominado leufunche o “gente de los ríos.” Los mapunche-leufunche ocuparon las áreas ribereñas de los causes fluviales navegables existentes en el Wallmapu o territorio “Araucano.” (María Ester Grebe: “Culturas Indígenas de Chile.”, Pag 61.- Rodolfo Casamiquela: “Bosquejo de una Etnología de la Provincia de Neuquén.” Pág. 84. )
Especificación de los complejos culturales:
La distinción e identificación basada en la existencia de grupos humanos arcaicos que ocuparon el área de la actual región de la Araucanía se divide, según su mayor a menor antigüedad, en diversas etapas denominadas complejos culturales. El criterio científico utilizado para catalogar las diferencias entre uno y otro periodo cultural humano radica, fundamentalmente, en los rasgos y costumbres referentes a la elaboración de alfarería y la manera de sepultar a sus muertos.
El inicio de la más temprana edad calculada entre los 8.000 y 6.000 años a. de C. se denomina período paleoindio (paleo: antiguo), el que con el transcurso de los siglos evolucionaría dando origen al período preagroalfarero de los cuales arqueológicamente existen innumerables piezas y elementos líticos (piedras) labradas y pulimentadas; sin embargo, el antecedente humano prehistórico que más vestigios culturales presenta es el periodo posterior, periodo humano evolutivo denominado agroalfarero, que gracias a la técnica de elaboración de artefactos y piezas utilitarias de greda o arcilla cocida, nos legaron un amplio y riquísimo testimonio de la existencia de un pasado que es posible conocer y admirar por medio de la fascinante alfarería de aquel trascendental período.
En el desarrollo del señalado periodo agroalfarero se distinguen dos subperiodos bien definidos: El paleoaraucano y el neoaraucano (Monsty Grete: "Prehistoria de Chile", Pág. 136 a 142.)
1. -El período cultural paleoaraucano abarca toda la época anterior a la llegada del conquistador español; ubicándose en el contexto cultural global del periodo conocido como precolombino o prehispánico.
2. -El segundo período denominado neoaraucano corresponde al desarrollo humano étnico en convivencia e interacción forzada con la presencia occidental hispana y posteriormente también chilena; periodo que se extendería, incluso, hasta principios el siglo XX. En el desarrollo de este último periodo neoaraucano se destacan dos fuentes de estudio histórico, antropológico y arqueológico:
- a.- El período histórico temprano, también conocido como periodo de contacto temprano mapunche-español, que abarca la conquista del Reino de Chile entre los años 1541 y 1602.
- b.- Y el período histórico tardío de contacto mapunche-español con fecha posterior al año 1602, abarcando todo el siglo XVII.
En Villa Rica los mapunche interactuaron directamente con los hispanos por un lapso de medio siglo, periodo comprendido entre abril de 1552 y febrero de 1602.
Cementerio Indígena o “eltun” con las típicas figuras de madera funerarias llamadas chemamül o “gente de madera.” Las diferencias entre los periodos culturales radican, principalmente, en los rasgos o técnicas de alfarería y manera de sepultar a sus muertos.
Grupos reche-mapunche del área del Mallowelafkén:
Entre los grupos humanos arcaicos del área del Mallowelafkén -actual lago Villa Rica- precolombinas o anteriores al Descubrimiento de América, se reconocen tres tipos de etnias interrelacionadas pertenecientes a la gran familia mapunche: Los willinche o williche (gente del sur) diseminados entre la costa, centro y precordillera; y los pewenche (gente de los piñones) que abarcaron el área subcordillerana y cordillerana propiamente tal. Sin embargo, históricamente, se registra que las tribus que mantenían un dominio permanente del área circundante a la laguna de Mallowelafkén, habrían correspondido a la temida y belicosa étnia de los poelche o puelche (gente del este), grupo humano que aprovechando los boquetes o pasos cordilleranos habría habitado parte de los valles y zonas circumlacustres precordilleranas, intervenido culturalmente a las etnias originarias. La existencia de componentes de la etnia puelche en el área geográfica en la que se emplazaría la futura Villa Rica la rescatamos de una fuente histórica temprana del contacto hispano-indígena, crónica que da cuenta de la orden que diera Pedro de Valdivia a su adelantado Gerónimo Alderete con relación a la primera fundación de Villa Rica:
“...Y por que envió a Alderete a poblar una ciudad en el valle de los Poelches, que es donde le dijeron que estaban las minas de plata, trazando en su predio, que si era verdad el tiempo las descubriría y se ennoblecería el Reyno, llevó consigo a Villagra...” (Alonso Góngora Marmolejo: “Historia de Chile. Desde su Descubrimiento Hasta los Años de 1575.” Cap. XIII. En CDC. Tomo II.)
Posteriormente, una vez fundada e instalada la Villa Rica durante el gobierno de García Hurtado de Mendoza, un documento escrito por Juan de Matienzo registra que el área de la Villa Rica estaba poblada por tribus de la etnia puelche:
“...Los términos de estas tres ciudades, Valdivia, Osorno y Villa Rica, consisten entre la costa del mar y la gran sierra nevada en anchura de quince o veinte leguas del norte al sur. Comenzose este alzamiento cuando el terremoto en la falda de la dicha cordillera por ser tierra áspera y vivir allí los indios puelches que no han servido, para recogerse allí en los casos adversos y fueron prosiguiendo poco a poco sacando los unos consejo de los sucesos de otros...” (Juan de Matienzo. Carta al Virrey del Perú. Sin Fecha. ”Alzamiento y Rebelión de los Indios Araucanos. Varios Tocantes al Gobierno de las Indias.” Colección de Historiadores de Chile y Documentos Relativos a la Historia Nacional. Tomo II. Documentos. Pág. 260.)
Para fines del siglo XVI, la historia continúa corroborando esta tesis, señalando en variados textos coloniales, que los puelches en manifestación de repudio a la ocupación wingka del área de Mallowelafkén, con la consecuente usurpación de sus parcialidades territoriales y disturbación del inmemorial orden social o azmapu, habrían desarrollado un papel bélico relevante que repercutió en la intervención y disturbación de la estabilidad y paz de la Villa Rica española. Los puelche asociados militarmente con sus peñi willinche o hermanos del sur, formaron con estos, una poderosa alianza militar que iniciaría infatigables y efectivas hostilidades contra fortificaciones, encomiendas y ciudades hispanas entre los años 1552 y 1587; siendo los vecinos del distrito de la Villa Rica los más afectados por esta estratégica, organizada y efectiva Alianza Puelche-Willinche. (Leonardo León: “ La Alianza Puelche - Huilliche y las Fortificaciones Indígenas de Libén, Riñihue y Villa Rica.” Revista Chungará Nº 10. Año 1985, Pág.42.)

Vida y sociedad Indígena precolombina del área del Mallowelafkén:
Sociedad ribereña mapunche del lago Mallowelafkén:
La organización arcaica mapunche del Wallmapu o territorio de Mallowelafkén descansaba en una estructurada sociedad compuesta por las étnias puelche, willinche y en menor grado pewenche; grupos humanos que poseían una numerosa población inalafkén que vivía y se desarrollaba cotidianamente “frente al lago” (Ina: frente; lafkén: lago.); este aspecto cultural también se extendía a otros centros lacustres precordilleranos de alta confluencia y densidad poblacional, entre los que se identifican los lagos Kalafkén, Kaburgua, Koliko, Willipilún y Panguipülli. Las anteriores agrupaciones de etnias interrelacionadas se auto denominaban lafkenches o “la gente de los lagos”, conformando de este modo una sociedad de carácter ribereño; es decir, los ríos y lagos eran los centros de confluencia, desplazamiento e interacción económica política y social. Las tribus o agrupaciones por tanto eran establecidas, preferentemente, en las riberas de estos o sus inmediaciones y frente a los mismos desarrollaban un estilo de vida apacible, ordenado y generalmente pacífico que se sustentaba en la chacarería y cultivo extensivo, la ganadería menor de especies lanares autóctonas, la recolección, la caza y la pesca. Finalmente, debemos puntualizar, que la característica étnico-social y denominación correspondiente a lafkenche igualmente era extensiva, preferentemente, a las tribus costeras del Océano Pacífico. (Louis Faron: “Estructura Social Mapuche.” Instituto Indigenista Interamericano. 1961, Pág. 18.)


Área de máxima expansión territorial y dispersión cultural arcaica del Pueblo Mapunche. Tomado de la obra “Diccionario Comentado Mapuche - Español” de Esteban Erize.
Organización y linaje reche-mapunche ancestral:
A saber, la unidad social fundamental mapunche era la ruka o casa, en la que habitaba un ülmen o señor con su esposa o sus esposas, cobijando también a sus hijas e hijos solteros. Eventualmente los hijos varones casados y sus familias permanecían en la ruka del padre, constituyendo así una familia polígama extendida. En la ruka cada esposa disponía de un lugar y fogón propio, a la que regularmente se sumaba un pequeño huerto o cultivo.
Las rukas formaban un caserío que, generalmente, contaba de 4 a 9 rústicas pero amplias y cómodas construciones. Los hombres adultos de cada caserío pertenecían a un mismo linaje, que ascendía el del ülmen o señor principal de la ruka. Ocasionalmente el ülmen compartía su ruka con cuñados o yernos, pero mantenía siempre la línea de patrilinaje. Los hijos varones mantenían su residencia junto al ülmen, hasta el momento de casarse y formar su propia familia, procediendo, cuando era más de un hijo, a instalar otro caserío, generalmente a poca distancia de su caserío originario.
Una agrupación de caseríos constituía un kiñelob, cuyos componentes cooperaban en el desarrollo de diversas actividades socio-económicas y militares. Este ultimo aspecto militar era casual y se activaba, como obligación irrenunciable e indelegable, solo ante la inminente amenaza de clanes y tribus externas que por un accionar o comportamiento nocivo ponían en riesgo al kiñelob de su pertenencia. Una agrupación indeterminada de kiñelob conformaba un lebo que era, por excelencia, la manifestación de la sociedad tribal de agrupaciones en donde se resolvían las cuestiones relativas al azmapu o ley consuetudinaria en tiempos de paz, o se constituían alianzas en tiempos de guerra. Es decir, en la constitución del el lebo se trataban cuestiones de interés común particulares y básicas, además de asuntos colectivos esenciales de índole interno y externo. Por lo mismo, la asociación del lebo habitualmente daba paso al desarrollo del kawiñ general o reuniones festivas, en que se establecía la ejecución del malón como método guerrero de composición y de vindicta o venganza. Físicamente el lebo contaba con un espacio ceremonial específico denominado rewe (re: puro, auténtico; we: lugar.) El rewe, en el sentido temporal, simbolizaba la unidad o cohesión sociopolitica del grupo, del colectivo; y, en el sentido trascendental, acogía las ceremonias religiosas primordiales que eran receptáculo y reflejo simbólico de la profunda vida espiritual de la primaria sociedad reche-mapunche. En fin, aquellas festividades rituales en torno al rewe alimentaban el aspecto intrinsico y social que se traducían en el eje fundamental de la vida religiosa e identitaria del mapunche en cuanto a su vínculo-relación con sus pares, peñis o hermanos, con su tierra y con el cosmos.
Cada lebo mantenía un reglamento interno o azmapu, que regía las conductas de comportamiento sociales. El azmapu regulaba las decisiones políticas, además de las actividades etico-judiciales, las manifestaciones religiosas e intervenciones militares. Las disposiciones del lebo a la luz del azmapu, o costumbre ancestral, debían ser respetadas, so pena de ser apercibido con castigo corporal o pecuniario, que causaba el notorio menoscabo del kulliñ o patrimonio personal. El lebo, podemos decir, constituía la base territorial-sanguínea que daba forma a la primera definición fronteriza espacial, tanto de orden sociopolítico como de orden identitario. Se descubre, de este modo, que el lebo era el primer y principal nivel sociopolítico de carácter autónomo determinante. Generalmente varios lebos se agrupaban constituyendo una unidad superior conocida como ayllarewe, término que proviene de aylla, o nueve en mapud’ungu. El ayllarewe como unidad político-guerrera era de orden constitutivo eventual o casual, y perduraba por el periodo necesario obtener la solución del hecho causal que lo había activado y puesto en vigencia. Dentro de este periodo de alianza militar cada lebo o rewe conservaba su autonomía en cuanto a sus decisiones internas. Generalmente existían confederaciones de lebos o rewes bien definidas; habitualmente, entre los nucleos componentes que pertecian a un mismo ayllarewe, jamás se ejercía el weichan, molun o guerra, presentándose entre estos un elemento coactivo componedor alternativo, de menor impacto, denominado malón, que correspondía a una especie de vindicta o venganza que se regía por los conceptos compensarorios o reparatorios conocidos como chravcug: “mano por mano”, y chravlongko: “cabeza por cabeza.”
Finalmente, la unidad sociopolitica y territorial de los ayllarewes instituían un gran consorcio étnico denominado futamapu o vutalmapu, que se traduce como "tierra grande". El futamapu estaba constituído por varias agrupaciones de ayllarewes confederados, cuyas decisiones y devenir involucraban a los componentes de un amplio territorio delimitado por los futaleufu o grandes ríos. Durante el periodo histórico tardío, o posterior a la Conquista de Chile, las crónicas registran la existencia de al menos tres futamapu que dividían, de norte a sur, el Wallmapu o territorio mapunche, entre los ríos Fiu Fui (Bio Bio); Kagtén (Cautín); Troltenleufu; (Toltén) y el Wadalafkén (Calle Calle.)

Estructura reche-mapunche del lago Mallowelafkén.
Dentro de la estructura político-social indígena se registra la identidad mapunche-lafkenche, que corresponde a un subtipo étnico de la gran familia reche-mapunche. La sociedad mapunche-lafkenche del lago Mallowelafkén se encuadra dentro del gran entorno organizacional mapunche, que ya expusimos recientemente. El principal núcleo era el lebo, o ayllarewe, compuesto por una agrupación de 2.000 a 3.000 personas que estaban dividido en rewes o kavis, a su vez estos grupos menores se dividían en machullas que abarcaban el vínculo sanguíneo o parentesco; los machullas estaban compuestos por katanes o agrupaciones de rukas o viviendas de una familia; familia que era amplia, compleja, poligámica y patriarcal. Cada machulla presentaba un linaje o apellido denominado kuga que constituía una hermandad totémica bajo una representación simbólica o identificación de origen ancestral propia y exclusiva, como lo son Antü o Anti (Sol); Wenu (Cielo); Kuri (Negro); Kura (Piedra), etc. que a su vez conforman los actuales apellidos Antinao, Antüfil, Antilef; Wenupi, Wenumán, Wenulpán; Kurinao, Kurimanke, Kuripe; etc.
A continuación presentamos una nomina de algunos de los principales kugas; es decir, los clanes, linajes o actuales apellidos, generalmente compuestos, que poblaron y dieron existencia a los inmemoriales kavis que conformaron los ayllarewes del área lacustre precordillerana de los lagos Mallowelafkén y Kalafkén:
Antiwala: pato del sol; Antinao o Antünao: tigre del sol; Aukapán: puma revoltoso, puma alzado; Ankamilla: cuerpo de oro; -Alkapán: puma macho; Anchiu: el que brilla como el sol; Aillapán: nueve pumas; -Antileo o Antüleo: sol del río; Antilef: carrera del sol; Antiñanko: aguilucho del sol; Atiñam: sol del aguila; Antriao: brilla como tigre; Antikura: piedra del sol; Antimilla o Antümilla: sol de oro; Aukañir: zorro rebelde; Epulef: dos carreras, o dos que corren; Cheuke: avestruz; Cheukepán: avestruz -puma; Chanleufu o Changleufu: pierna de un río; Chañapi: pluma hechada al suelo; Chospi: pluma amarilla; Chuñil: marchitado; Chiwaipán: león de la niebla; Cheukewala: avestruz guala; -Chiwaikura: roca en la niebla; Chiwailaf: neblina del mar o lagos; Kalfunao o Kallfunao: tigre azul; Kollinao: tigre colorado; -Katriano: tigre lastimado; Katripan: puma atacado; Kuminao: león rojo; Kuminawel: tigre rojo; Kuripán: puma negro; Kolipi: pluma roja o colorada; Kolipán: puma pardo; Kalfikura o Kallfukura: piedra azul; Kaniullán: cresta de la piedra; Katrín: herido, cortado;. Katrikura: piedra partida; Kollinawel: tigre colorado; Kurillanka: joya negra; Koñoepán: cachorro de puma; Kayupi: seis vokis; Kurinao: tigre rojo; -Kayupai: llegaron seis hijos; Kanin: cresta, plimaje, moño; Kayulef: seis ríos; Kurilen: selva negra; Karimán: condór verde; Kurilef: río o corrida negra; Koliñir: zorro colorado; -Kayikul: piedra sola; Kuriñanko: aguilucho negro; -Kurimanke: condor negro; Katrilaf: lago atrapado o cortado; Kaniupán: moño de león; Kalfipán: puma azul; Kalfual o Kallfwal: guala azul; Kopallante: llegó el sol; Karileo: río detenido; Kayupáng: seis pumas; Kaikeo: seis pedernales; Kallfukao: gaviota azul; Katricheo: avestruz cortada; Kalfiñir: zorro azul; Kaniukura: cresta de la piedra; Kolikoy: aguas rojas o coloradas; Koliñanko: aguilucho de color; Kawinpán: fiesta de león; Kayul: son seis; Kaulipán: puma de color blanco; Karikeo: pedernal verde; Katrikir: zorro capturado o cortado; Katriwala: guala cortada o atrapada; Katrian: sol cortado; katrileo: río dividido o cortado; Kolimán: condor rojo; Kurin: tigre negro; Lepileo: río emplumado; Lefinao: río del tigre, corrida del tigre; Lipiante: pluma del sol; Lipayante: plumas al sol; Lefinao: río o corrida del león; Lepilén: estar con plumaje, usar plumaje; Lienlaf: mar de plata; Liempi: pluma de plata; Longkoñanko: cabeza de aguilucho; Longkopan: cabeza de león; Linkocheo: ejército de avestruces; Lemunao: tigre de la selva o tigre del bosque; Lefinawel: huyó el tigre, tigre escapado; Lefian: río del sol, corrida del sol; Likankura: piedra balnca, cuarzo; Llankapán: joya del león; Llankafilu o Llancafilo: joya de la culebra; Lleufumán o Leufumán: condor del río; Lonkon o longkon: ser jefe, pelear agarrandose los cabellos; Lonkopán: cabeza de león; Lankinao: tigre escapado; Llanquimán: condor escapado; Llankapi: joya de la pluma, pluma preciosa; Llinkimán: rana -condor; Mankepán: condor-león; Mankeche: condor-avestruz; Marifilo o Marifilu: diez culebras; Mankecoy: agua del condor; Mankekura: piedra del condor; Manke: condor; Mariluán: diez guanacos; Melinao: cuatro leones; Millawal: pato de oro; Millaweke: carnero de oro; Mariñanko: diez aguiluchos; Millanguir: zorro de oro; Millanao: león de oro; Millafilo o Millafilu: culebra de oro; Melillán: cuatro pedernales; Marillanka: diez joyas; Marikeo: diez pedernales; Marileo: diez ríos, Millakeo: oro colorado; Malikeo: cuatro pedernales; Marilef: diez ríos; Ñankulef: río del aguilucho, corrida del aguilucho; Ñankulipe: pluma de aguilucho; Ñanko: aguilucho; Nawel: tigre; Nawelñir: zorro-tigre; Nawelpán: tigre-león; Nawelmán: condor-tigre; Nahuelhual: tigre -guala; Natulpán: habitante del bajo, que vive en el bajo; Nekufilu o Necufilo: culebra veloz; Nekulmán: cóndor velóz; Namunkura: pie de piedra; Nail: bajar; Naguil: que ha bajado; Nekul: veloz; Neipán: bajo el puma; Nielaf: tiene lago o mar; Naguilef: el que correen el llano; Pichipillán: espíritu chico, alma pequeña; Puelpán: león cordillerano; Pailakura: piedra dada vuelta, piedra de paz; Punulaf: lago o mar profundo; Punulef: río profundo; Paineguir: zorro azul; Pain: Azul celeste; Painén: adquiriendo el matiz celeste azulado; Pangui: nalca; Painemán: pluma azul-celeste; Paillamán: condor tranquilo; Paillal: río tranquilo; Punoi: adentro, pisar; Pailaweke: llama, especie de auquenido; Paillalafkén: lago tranquilo; Puñoñanko: señales de aguiluchos, o aguilucho de agua; Paillán: estar pacifico, tranquilo; Pichinao: tigre o león pequeño; Pilkimán: condor como flecha; Pichumilla: poco oro; Painekura: piedra celeste; Pilkiante: flecha del sol; Paineñanko: aguilucho azul; Paillakán: plumaje caído al suelo; Puelmán: condor del este; Puelpán: león del este; Keupumil: pedernal dorado; Keipul: escabar, escarbador; Kilakeo: tres pedernales; Kechupán: cinco pumas; Kipainao: llegó el león; Kilapi: tres espíritus; Kollinao: león o tigre colorado; Kurimil o Kurimilla: oro negro; Reinawel: tigre florido; Raín: flor, florido; Trureo: ola de la ceniza; Truitrui: alegrarse estar contento; Tripayante: salida del sol; Trekanawel: tigre que camina; Treulén: acuerdo de palabra, llegar a acuerdo, estar maduro; Trekañanko: aguilucho que se posa en tierra; Raimán: condor vistoso como flor; Epullanka: dos joyas; Rayenpán: flor de la nalca. Wenuñir: zorro del cielo: Weuchenao: tigre fuerte; Wirinao: tigre rayado; Wenteñanko: aguilucho de lo alto; Weicha: guerrero malo; Wenchuanka: cuerpo de hombre; Wenullán: piedra del cielo; Wilkamán: condor-zorzal; Wilipán: uña de león; Wichakeo: pedernal unido o piedra aliada; Wentelaf: altura plana; Weitra: guera; Waikipán: lanza del león; Waikinao: lanzadle tigre; Wechunao: cumbre del tigre; Wenuman: condor del cielo; Wenchumil: hombre de oro; Wenuñanko: aguilucho del cielo; Waikiñir: lanza del zorro; Wenuán: cuerpo del cielo; Wirimán: condor con listas de color; Wichamán: condor de pie o posado en el suelo; Wenchul: ser hombre, ser valiente; Waikil: flecha, lanza, aguijón; Werke: mensaje, mensajero; Wenu: cielo, alto, firmamento; Wenui: luz de lo alto; Wichalaf: mar grueso, mar bravo; Wichulef: río solo, corrida sola; Welipán: puma agorero; Wenún: estar arriba. Wenupi: pluma del cielo.
Los kugas, linajes ancestrales o clanes familiares, anteriormente traducidos, obedecían únicamente a su jefe conocido como longko o ülmen, generalmente hombres sabios y ricos, que durante la época arcaica transmitían su autoridad o mando a través de la sucesión de liderazgo natural que recaía en el más apto; posteriormente, ante la presencia e imposiciones hispanas de la época colonial , el régimen y sus ordenanzas dispusieron la instauración de una nueva forma del traspaso del mando y autoridad, transformándose esta en una sucesión de carácter consanguínea; aspecto que perdura hasta nuestros días.
Azmapu o derecho de la costumbre mapunche:
El longko o ülmen, que tenía el derecho de juzgar, era el encargado de velar por la reparación o composición del quebrantamiento del azmapu, o “ley de la tierra”. El azmapu estaba constituido por costumbres y disposiciones orales de carácter consensual general que perseguían el bien común y la paz social a través del desarrollo de una cultura de la cortesía y respeto mutuo. El cumplimiento del azmapu descansaba en cada uno de los miembros de la sociedad mapuche, siendo ellos mismos los únicos responsables de mantener una vida pacífica; dando con esto, un sobrado ejemplo de empatía, sentido común y una alta calidad en las relaciones interpersonales, puesto que el azmapu carecía de un ente social que lo tutelara o exigiese su cumplimiento y ante el cual, como ya dijimos, el longko o ülmen solo se presentaba como un amable componedor en caso de provocarse un conflicto de intereses debido a una grave transgresión del mismo.
El juicio desarrollado por el longko era de carácter público, y en el se oía atentamente a las partes involucradas; una vez dictada la sentencia “el monto exigido” se consideraba según la dignidad de la persona agraviada, pudiendo ser el doble, el triple o hasta diez veces más, equiparando la ofensa o el daño obrado, generalmente con kullíñ, (Patrimonio personal; generalmente especies de ganado autóctono) o llankas (piedras semipreciosas) evitando de este modo excesos de venganza, rencillas pendientes o ajustes de cuentas particulares. El anterior concepto y aspecto de “amistosa composición” lleva a destacar la inexistencia del concepto de cárcel, centros de reclusión o castigo corporal en la Araucanía, al menos hasta antes de la conquista española. El fracaso de la composición, reparo o indemnización del daño causado por una de las partes, otorgaba el derecho colectivo a la exigencia del resarcimiento de lo obrado o castigo de una acción nociva por la vía de la coacción o aplicación de la fuerza comunitaria, nunca individual; nacía así el acto de reparación familiar o tribal violenta de nominado malón, (de molun: guerra.) En una época arcaica el malon se ejerció a discreción y sin parámetros objetivos; posteriormente ejercicio del malon se sujetó a reglas básicas que establecían los limites de acción donde él o los afectados cobraban lo adeudado o autocomponían la ofensa a conciencia y libre acción pero sujetos a una regulación que tenía como bases la gravedad del daño y la preeminencia o estatus personal del transgresor y el ofendido.

Jefes de una tribu ribereña Sudamericana en una fogata, e indígenas asando pescado. Grabados de la obra “Grandes y Pequeños Viajes” de Teodoro de Brys. Publicada a fines del siglo XVI.

Aspectos religiosos:
En cuanto a la religión o cosmología reche-mapunche del área del Mallowelafkén, los primeros cronistas hispanos se encargan de especificar que las tribus circundantes a la gran laguna “No adoraban ni al sol ni a luna...”, presentándose la cosmología lacustre local dentro del mismo tenor del contexto general mapunche; es decir, su fe era de carácter monoteísta que reconocía a Nguenechen como ser divino creador de todo lo existente: de la mapu-tierra, mundo o nagmapu, el cielo o wenumapu y el minchemapu o mundo infraterreno. Nguenechen también era conocido como wenuchau: “padre del cielo”, y como nguemapun: “Padre dominador de los hombres y la tierra.” Dentro del vasto universo metafísico mapuche se consideraba a una numerosa estela de espíritus tutelares o entidades weküfü que ejercían una gran influencia en el desarrollo cotidiano de la vida terrestre. El weküfü generalmente sancionaba con enfermedades o desgracias los comportamientos wedalu o wedallü, que se traduce como la práctica, conciente o inconciente, de actitudes nocivas-prohibidas individuales y colectivas.
La machi era la intermediaria entre el mundo espiritual y el terrestre, ocupación que incluía además el desempeño auxiliar de terapeuta o curandero. El oficio de machi o chamán mapunche podía recaer en personas de ambos sexos. Las principales ceremonias que celebraba el machi eran la rogativa solemne espiritual del nguillatún en que se pide y agradece por el bienestar de la tierra, de todos los que la habitan y la familia en particular; de importancia es también la ejecución del machitún o ceremonia de tratamiento y curación de enfermedades mediante perfeccionadas técnicas de homeopatía que integran una forma ritual mágico-holística.
El reche-mapunche creía firmemente en la supervivencia espiritual y consciente del alma o psiquis más allá de la experiencia de la muerte, fenómeno que se ve corroborado arqueológicamente en los numerosos estudios de enterratorios arcaicos y postcolombinos; este arraigado concepto integraba al desarrollo de la vida terrena la participación de los espíritus de los muertos o antepasados identificados como amches, alweküfüs, pëllüs o pillañes. Para el mapuche común las almas de los muertos merecían una permanente cuota de memoria y profundo respeto. El mapunche igualmente consideraba el concepto de reencarnación sucesiva de etapas de perfeccionamiento humano terrestre, hecho que los hacía despreciar la muerte y reconocer a esta misma como un paso a una nueva dimensión más bella y perfecta.
En lo que respecta a este ultimo concepto de reencarnación, el área del lago Mallowelafkén, o actual Villa Rica, se presenta como un factor determinante en la creencia del desarrollo de un proceso de perfeccionamiento global colectivo de los componentes de la nación mapuche actual. Según la antigua tradición mapunche el famoso toki Kallfukura, un líder militar y político, un ülmén y poderoso kalku , conocido en el siglo XIX como “El Emperador de la Pampa” debería reencarnarse por segunda vez y nacer nuevamente en el área lacustre precordillerana de Villa Rica.
El aliwén o centro de convergencia social de los lafkenches:
En la sociedad ribereña mapunche-lafkenche se destaca un punto geográfico eje de las actividades sociales denominado aliwén o alihuén; vocablo que identifica el un lugar de reuniones, ferias, diversiones, donde se hacía justicia, arribaban las canoas cargadas de productos, se desarrollaba el comercio, trueque o trafkintún; los jóvenes se casaban, se jugaba el palín o chueca. En el centro del aliwén los weipines o historiadores rememoraban, relataban y recitaban las hazañas de “los antiguos” acompañados de cantos y danzas; mientras los más pudientes conversaban y degustaban el muday acompañado de “katuto”, miltrín o cofke-pan untado en apetecibles “cauceos”. Para los mapunches de menores recursos había numerosas pilgüas o contenedores vegetales rebosantes de piñones tostados y pescados asados o cocidos que eran ofrecidos para consumo libre y general, alimentos que complementaban el rokiñ o colación que era traída desde sus rukas; de esta manera nadie quedaba fuera de la alegría y deleitecomunitario. Mientras toda esta atractiva y fluida convivencia social transcurría, los longkos o jefes velaban por el bienestar de todos los que frecuentaban el aliwén; así mientras los peñis y sus familias se entregaban a sus quehaceres, descanso y diversión, existía un lugar privilegiado en el cual, “...los caciques se sentaban en grandes tarimas de tablones de madera a observar la multitud...” (José Bengoa: “Historia de los Antiguos Mapuches del Sur.” Pág. 29.)

El Longko o Ülmen: Jefe Político-Social. La Machi: Líder Religioso - Terapéutico. Referentes naturales y ejes rectores de la cultura mapunche arcaica y actual. Fotografías de fines del siglo XIX.
En diciembre de 1551, antes de la fundación de las ciudades de Valdivia y la Villa Rica, durante la primera exploración de Pedro de Valdivia y Gerónimo de Alderete al área del gran lago Mallowelafkén, los conquistadores hispanos miraron esta sociedad y quedaron asombrados; quisieron dominarla y al tratar de hacerlo la destruyeron. La hermosa y amena calidad de sociedad ribereña inalafkén de los antiguos habitantes mapunche-lafkenche del área del lago Mallowelafkén es rescatada, escasamente, por la temprana historia colonial y la, casi ya olvidada, etnocultura local:
“...Pasamos el río Cavtén, y caminamos hacia la cordillera, y dimos con una laguna muy grande. De esta laguna procede el río Toltén, y esta una isla en medio de esta laguna que es muy poblada de gente, de donde salieron los naturales en canoa hacia nosotros. Aquí vio el Gobernador un asiento donde poblar una villa, diez y seis leguas de la mar del sur. Y aquí dimos vuelta hasta la costa y asentamos cuartel en un valle que se dice Mariquina muy poblado...” (Gerónimo de Vivar: "Crónica y Relación Copiosa y Verdadera de los Reinos de Chile, 1558." Cáp. XVIII: Pág. 189.)
“...De allí a poco llegó a la gran laguna; donde nace este río Toltén que habemos tratado, a donde concurrieron muchos indios de paz con grandes presentes de pescado, y mayor deseo de pescar a los presentes para hacer en ellos carnicería y comerlos más afilados aceros que ellos comían peces (Sic.) Estos indios anduvieron en nuestro ejército espiándolo todo fingidamente y en viniendo la noche se escabulleron a dar relación a los demás que los esperaban...” (Pedro Mariño de Lobera: “Crónica del Reino de Chile -1595-. Del Descubrimiento de la Provincia del Río Toltén y la Batalla de la Gran Laguna.” Cáp. XXXV: 127-129-130. “Colección de Historiadores de Chile y Documentos Relativos a la Historia Nacional, Cáp. XVIII, Pág. 189.)
Principales tribus o Kavis del Mallowelafkén o lago Villa Rica en el siglo XVIII. Detalle del “Mapa Manuscrito de los Territorios donde pasaron los Famosos Hechos entre Españoles y Araucanos.” Levantado por los Geógrafos Dominicos de la Real Academia de San Fernando de Bascongada y de las Buenas Letras de Sevilla. España 1777.

Antecedentes cartográficos y etnográficos:
La cartografía de los siglos XVII, XVIII y XIX correspondiente al área de la arruinada Villa Rica y la actual etnografía o tradición mapunche local rescata interesantes aspectos ancestrales que conllevan a dilucidar y establecer la existencia de una sociedad ribereña local en torno al río Toltén, el lago Mallowelafkén, lago Kalafkén y cursos fluviales adyacentes; indicando que los principales centros de convergencia social los constituían los rewas-kavis y sus respectivos aliwénes entre los que se cuentan el de Wechill- Wechill, emplazado en el actual radio urbano de Villa Rica y que limitaba al oriente con el kavi-aliwén de Putue o Wamputue, cuya división territorial la constituía el estero entubado bajo la actual calle Gral. Carrera; el kavi-aliwén de Mallalafquén o Mallowelafkén situado en el área de la actual “Puntilla del Sueño”; el Guenpive o Voipire, existente en el punto de nacimiento del rio Voipir, en la actual área de Wingkakara Sur - Voipir Seco; Cheske Alto y Bajo a orillas del río homónimo; el Liumalla el Wallapulli y el Mitarucawe en las medianías de río Cruces; el Kolliko, situado en el ángulo norte de la confluencia o “Junta” de los ríos Kolliko y Voipir; y el “Punulef” que abarcaba el ángulo noroeste de la confluencia o de los ríos Voipir y Llau Llau. (Actual sector “Cancha de Aviación.” camino a Licán Ray.)
Más al oriente se destacan los kavis-aliwenes de Pukön a orillas del Mallowelafkén; Keule, Meñetuwe, Trankura, Wampowe y Palguín aledaños al río Trankura. Hacia el noreste se destacan los Kavis-Aliwenes de Lilko -actual Neltume-, Lolkén, Llollewe, Koipuwe Viejo, Peñewe, Katriko Viejo y Guilko en la ribera y márgenes del área norte del Toltén, y el kavi-aliwén de Allipén, situado en las riberas del río homónimo. Por la ribera sur del Toltén se cuentan los kavis-aliwénes de Putue o Wampotue, ya mencionado, y los de Chinkive, Kolga, Purakina, Koipuwe, Millavín, Karilafkén y el de Pitrufkén.
Por otra parte, el lago Kalafkén también poseía importantes centros de convergencia e interacción social de los cuales se destacan las parcialidades cuyos principales kavis-aliwénes los constituían Likán Viejo, Pukura Viejo, Koñaripe, Trailafkén -actual balneario Kalafkén-, Futronwe, Kalafkén Viejo, Witagh y Witach. Entre los kavis-aliwénes correspondientes a territorios y parcialidades más distantes al área del lago Mallowelafkén o Villa Rica, se destacan los centros de habitación mapuche denominados Kupe, Kitratuwe, Ninpuwe, Keskechan, Pichi Makewa, Mukén, Niguén y Longkoche correspondientes a los ríos Donguil y Cruces. Más al sur en los márgenes y riberas del río Leufucade o Leufucawe figuran los kavis-aliwénes de Manguisewe, Chinguil, Pelewe, Chaingal, Malalwe y Kulche y Pelekawín. (Identificación efectuada sobre la base de la cartografía de los siglos XVII, XVIII y XIX, documentos que reproducidos detallados en este trabajo; y documentación bibliográfica de referencia.)
Quizás el antecedente local más certero que aporta un fidedigno y colectivo testimonio referente a la existencia de una arcaica sociedad ribereña, es el aportado por la comunidad mapunche de Putue, “Pedro Ancalaf ”, de la cual varios componentes declaran que el rewe o kavi de aquel territorio poseía un aliwén que contaba con un embarcadero natural donde los antiguos mapuches atracaban sus canoas, denominadas dalkas o wampo; de este último término se habría generado el topónimo de aquella ancestral área mapunche aledaña al río Toltén: Wampotue, Wamputue o Wampowe: “el lugar de las canoas”, o “el lugar donde hay canoas”. (“La Comunidad de Putue Cuenta su Historia.” Pág. 08.)


Principales asentamientos mapunches del área de la Villa Rica:
Antecedentes históricos coloniales:
Un testimonio documental del siglo XVIII respecto a la existencia de poblaciones indígenas de carácter ribereño en el área geográfica que corresponde al antiguo corregimiento de la Villa Rica, la encontramos en un informe remitido a la Corte de España por el Gobernador de Chile don Manuel Amat y Juniet el año 1756. (Revista Chilena de Historia y Geografía, Tomo 53; Págs. 427 y Sgtes.)
Amat y Juniet visitó personalmente el área de la Villa Rica, en el mismo año 1756, con el afán de recabar antecedentes para fundamentar un futuro repoblamiento de la entonces arruinada ciudad colonial. Durante la incursión el Gobernador elaboró un completo informe geográfico, hidrográfico y demográfico en el cual describe los principales asentamientos mapunche que figuran entre los paralelos 38º y 39º que corresponden a la zona del Mallowelafkén o antigua Villa Rica. Amat y Juniet en su informe oficial a la Corte de España destaca las siguientes reducciones o Kavis mapunche con sus correspondientes coordenadas cartográficas que indican su ubicación geográfica exacta:
Reducción Kolliko, a 38º 47’ - 309º 13’.- Reducción Kinkoke, a 38º 51’ - 309º 31’.- Reducción río Konilafkén, a 38º 45’ - 309º 32’.- Reducción Pukullán, es pequeña, a 38º 55’ - 309º 39’.- Reducción Metemkén, a 38º 41’ - 309º 48’.- Reducción Likám, es pequeña y esta en la parte norte del Toltén a 38º 41’ - 309º 52’.- Reducción de Kugui, a 38º 52’ - 309º 53’.- Reducción Danguill o Donghill, está en un plano alto superior al resto de las vegas del río Toltén, a 38º 53’ - 310º 11’.- Reducción Kitatúe o Kitratúwe, esta en la parte hacia el sur del río Danguill, a 38º 57’ - 310º 14’.- Reducción Piñewe, esta en la parte norte del río Toltén, a 38º 42’ - 319º 08 ’.- Reducción Llollewe, a 38º 43’ - 310º 14’.- Reducción Lolkén, es pequeña y de poca gente y esta a la banda del norte del río Toltén, a 38º 43’ - 310º 17’.- Reducción Guillko, a 38º 41’ - 310º 24’.- Reducción Lilko, está a la parte norte del río Toltén, a 38º 41’ - 310º 24’.- Reducción Nigue o Niguén, 39º 08’ - 308º 48’.- Reducción Keuli, ubicada a la parte sur del río, a 39º 13’ - 308º 40’.-
Principales tribus y Kavis del área de los lagos Mallowelafkén y Kalafkén a mediados del siglo XIX. Detalle del “Mapa de Arauco y Valdivia y la Antigua y Nueva Línea de la Frontera.” Levantado por J. M. Olascoaga durante la ocupación de la Araucanía en la campaña de Cornelio Saavedra. 1862.

Antecedentes históricos republicanos del siglo XIX:
Al margen de la tradición oral y memoria colectiva, la historia oficial se encarga de clarificar la identificación los principales asentamientos indígenas existentes entre el Toltén y el río Leufucade, a mediados del siglo XIX. En el contexto de la “Campaña de Arauco”, dirigida por el Coronel Cornelio Saavedra, el Intendente de Valdivia, don Rafael García, efectuó un cuadro estadístico de la población mapunche y sus representantes. El documento fue remitido al Comandante en Jefe de la Baja Frontera, con fecha 1º de Abril de 1868. el informe abarcaba el área suroriental de las Ruinas de la antigua ciudad de Villa Rica y la zona situada al nororiente de la ciudad de Valdivia. El documento de marras corre inserto en la página Nº 100 de la obra “Ocupación de Arauco” del Coronel Cornelio Saavedra, Comandante de la Baja Frontera.
El importante registro histórico establece la diferencia entre los mapunche “que viven en la playa” es decir ríos y lagos y “los que habitan la costa” o zona marítima propiamente tal; aspecto que confirma el carácter ribereño o lafkenche de los antiguos habitantes indígenas del área de la antigua Villa Rica. El cuadro estadístico del Intendente de Valdivia, don Rafael García, presenta la siguiente información:
1.- Reducciones que habitan en la playa: (Léase Ribereñas de Ríos y Lagos.)
a.- Reducciones de la ribera sur del Toltén, desde Pukoyam a Villa Rica: Kumuy, Donghill, Molko, Pitrufquén, Villa Rica.
b.-Reducciones entre San José de la Mariquina y Villa Rica: Marilef, Kudiko, Rankawe, Koiwe, Chapako, Longkoche, Niguén, Mulkén, Puriñe, Malloko.
c.- Reducciones del boquete cordillerano de Villa Rica: Pukön, Palguín, Wampowe, Trankura.
2.- Reducciones de la costa: (Léase Litorales o Marítimas.) Mehuín, Keule, Toltén.
3.- Reducciones diseminadas al sureste de Villa Rica y noreste de San José de la Mariquina:
a.- Reducciones situadas al pie de la cordillera: Choroy, Antilwe, Kenchuén, Komawe, Trailafkén, Huanewe, Futronwe,Huitagh, Kayumapu, Tralkalpulli, Pullingue, Challupén, Köñaripe, Rehuinko, Pullinke, Choztawengko.
b.- Reducciones entre San José de la Mariquina y Kupe: Nilkahín, Pinsapulli, Pufusi, Ligleufu, Trumpén, Liemalla, Konkil, Voipire, Likón, Cheske Alto, Kitratúwe, Kupe.
c.-Reducciones entre Kudiko y Panguipulli: Kudiko, Puleufu, Puralón, La Rosa, Kilchi, Nilalwe, Malalwe, Pelewe, Chinkil, Manesewe, Koskos, Panguipulli.
Antecedentes republicanos de principios del siglo XX:
En cuanto al área de Villa Rica, propiamente tal, existen antecedentes que registran la existencia de antiguos asentamientos ribereños mapunche que se descubren y conocen gracias a los registros misionales de los hermanos capuchinos de Villa Rica, los cuales exponen la existencia de una “Junta”, acaecida 31 de marzo de 1902, en la cual se denunciaron varias irregularidades y actitudes nocivas de parte de los colonos hacia los indígenas locales. La sencilla reunión con el tiempo dio paso a un importante parlamento que fue celebrado en la misma Misión el 04 de octubre de 1903. Gracias a la celebración de esta trascendental ceremonia se pueden conocer los principales núcleos o parcialidades mapunche de la zona circumlacustre precordillerana del Mallowelafkén y el Kalafkén de fines del siglo XIX y principios del XX. La crónica capuchina establece que a la concurrida reunión asistieron los caciques y cortejos de los asentamientos y reducciones de Putue, Voipire, Kitratúwe, Ciruelos, Mukén, Konkil, Kiñelelfún, Leltume, Los Chilcos, Pukön, Melwi, Kilentúe, Koyam, Foikemallín, Tralkawe, Dalkako, Pinowe, Nomekuikui, Ketrún, Pilinwe, Traiguén, Liumalla, Copiwelpi, Cheske, Trapel, Konkilko, Peleko, Challupén, Pukura, Trailafkén, Kolga y Purakina. (Araucanía Misional. Edición Especial Nº 67. Mosaico Histórico de la Villa Rica. 75 años de la Parroquia el Sagrario. Pág. 07.)
Desarrollo cultural y densidad poblacional mapunche del área del Mallowelafkén:
Las primeras crónicas coloniales, que registran el contacto hispano - indígena, manifiestan expresamente, que el área lacustre y precordillerana del Mallowelafkén se presentaba a los conquistadores como un territorio “fértil, abundante de gente, ganado y mantenimiento”; igualmente describen que “la gran laguna era muy poblada y en sus márgenes los aborígenes mantenían extensas sementeras, animales de sustento y sus aldeas”; señalando, además, que para una fluida comunicación entre los poblados y aldeas indígenas, los antiguos habitantes del Malowelafkén contaban con una amplia distribución de redes de caminos principales y vías de tránsito menores; extensos senderos mantenidos y frecuentados por los nativos y a través de los cuales se comunicaban e interactuaban socialmente por medio de “trajines cotidianos y el comercio”.
También se encuentran testimonios históricos de la existencia de descampes para siembras de gramíneas como el madi, quínoa, tuca, brumus mango, maíz, ajíes y otros cultivos; además de claros y llanuras destinados a la crianza de lanares auquénidos autóctonos como la llama y el chilliweke o guanaco doméstico, la crianza de aves de corral autóctonas, además de la destinación de áreas montañosas con abundante bosque nativo o mawidas para el aprovisionamiento comunitario de leña y madera para la construcción de viviendas, artefactos y utensilios domésticos. (Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile: “De aquí en Adelante”: Tomo II, Cáp. VII, Pág. 171 "Pedro de Valdivia y sus Compañeros " y Ob. Cit. Tomo XV, Cáp. XVIII, Pág. 192, "Pedro de Valdivia y sus Compañeros ": - Ricardo Latcham: “La Agricultura Precolombina” Pág. 304. - Otto Berninger: “Bosque y Tierra Despejada en el Sur de Chile, desde la Conquista Española”. Pág. 211- 212. - Louis Faron: “Estructura Social Mapuche.” Instituto Indigenista Interamericano. 1961, Pág. 18 - 23.)
Entre las primeras crónicas que registran el cuadro básico de la población y geografía adyacente al lago Mallowelafkén figura un documento oficial que emitió Rodrigo de Quiroga al Rey dando cuenta de algunos aspectos generales referentes a la fundación de la Villa Rica y sus comarcas:

"...En este tiempo fue término de Alderete, de orden de Valdivia, a reconocer las tierras confirmantes a la nueva cordillera, a distancia de treinta leguas de la ciudad de Valdivia, hacia el este, y halló grandes sementeras y muchos indios junto al lago, cuyas aguas destila el encumbrado cerro del volcán, que constando su interior de muchos metales conocidos por las aguas de varios colores que del morían, es su exterior en la cumbre fuego, en el medio nieve y en la base una verde esmeralda tejida de infinitas yerbas medicinales...” (Rodrigo de Quiroga: "Compendio Histórico de los más Principales Sucesos de la Conquista. Guerra del Reino de Chile hasta el día de 1659. Fundación de la Villa Rica. Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile. Pág. 234.)

El anterior escrito de don Rodrigo de Quiroga, como los demás antecedentes históricos y documentos oficiales, dan cuenta de la existencia de grandes sementeras; es decir, extensos sembradíos o tierras cultivadas y “muchos indios junto al lago...” Dentro del contexto de este último aspecto que trata Quiroga, una idea aproximada de la densidad poblacional indígena del Mallowelafkén nos la entrega el historiador benedictino don Gabriel Guarda, en su “Historia Urbana del Reino de Chile”, en la cual expone, citando el censo que registra López de Velasco de 1575, que la ciudad de Villa Rica, una vez establecida contó con 120 vecinos, más de 12.000 indígenas tributarios y unos 6.000 a 7.000 indígenas de guerra, todos pertenecientes a tribus del distrito del corregimiento; se colige con esto, que la población natural precolombina de este territorio fue ampliamente superior a los 19.000 habitantes que registra la historia oficial, puesto que el área de la ciudad Imperial, que era tan poblada de indígenas como las tierras de la Villa Rica, habría contado, inicialmente, con una población natural de más de 80.000 almas. (Alonso de Ovalle: “Histórica Relación del Reino de Chile”, Cáp. XVI, Pág. 280.)

La drástica disminución de la otrora numerosa población indígena del área de la Villa Rica se debe observar bajo los antecedentes de la época que registran una notable disminución de la población originaria debido, primeramente, a la precipitada evacuación y dispersión forzada de indígenas ante la presencia hispana, como también las numerosas bajas causadas por la incipiente Guerra de Arauco, los trabajos forzados “de sol a sol ” del sistema de mita encomendera y la masiva e incontrolable muerte a raíz de las wingkaküchran, o enfermedades occidentales, que avasallaron el sistema inmunológico del individuo mapunche, como lo fueron el tifus, la gripe, la viruela, la peste negra y la sífilis; nocivos y mortales factores epidemiológicos que finalmente diezmaron la población indígena a la mitad en menos de un cuarto de siglo. (Gerónimo de Quiroga: “Memoria de los Sucesos de la Guerra de Chile”. Pág. 121.)

Es digno destacar que los padres misioneros se esforzaron por tratar de revertir esta horrorosa situación humana denunciando el exceso de los hechos ante las autoridades europeas. Por su parte algunas autoridades militares-administrativas también dejaron constancia de este etnocidio con la finalidad de excusarse de futuras responsabilidades ante la administración de la Corona y la rectoría de las autoridades eclesiásticas. El Gobernador García Hurtado de Mendoza escribe de esta tragedia a Felipe II en el año 1558: “...Durante los años de guerra con los Indios, estos se redujeron tanto que en lugares donde había mil, hoy sólo se encuentran cincuenta...”

La alta densidad poblacional de la antigua área del lago Mallowelafkén, que expone alrededor de 80.000 individuos lafkenches pertenecientes a las etnias puelche, willinche y pewenche, se ve confirmada por los últimos estudios efectuados por historiadores, antropólogos y “araucanistas”, cuyas investigaciones indican que para el momento de la Conquista de Chile la gran familia mapunche, asentada entre el río Bio Bio y la Isla de Chiloé, estaba constituida por una población de aproximadamente un millón de habitantes. (José Bengoa: “Historia del Pueblo Mapuche”. Pág. 21.)

Principales tribus o kavis y redes de caminos del área de los lagos Mallowelafkén y Kalafkén a mediados del siglo XIX. Detalle del mapa intitulado “Plano del Territorio entre los Ríos Toltén y Calle Calle en la Provincia de Valdivia.” Levantado por Pablo Treutler el año 1860.

Estampa doméstica de la sociedad ribereña del lago Mallowelafkén:

Una descripción de la vida indígena del área de la gran laguna Mallowelafkén del periodo histórico temprano de contacto mapunche-español y que nos da una idea general y aproximada de la organización, actividad social y subsistencia de los habitantes prehispánicos del área lacustre, nos la entrega don Gerónimo de Bibar en el capítulo CIX de su obra “Crónica y Relación Copiosa y Verdadera de los Reinos de Chile”, páginas 159 y 160:
“...En esta provincia de Mallalavquén no adoran ni al sol ni a la luna, ni tienen ídolos, ni casa de adoración. Difieren un poco en la lengua a las demás provincias que tengo dichas. Estos indios de esta provincia tienen esta orden: Que tienen un señor que es un Lebo, siete u ocho Cabis que son principales, y estos obedecen al señor principal. Ciertas veces al año se ajuntan en una parte que ellos tienen señalada para aquel efecto que se llama Regüa, que es tanto como decir “parte donde ayuntan” y sitio señalado como en nuestra España tienen donde hacen cabildo. Este ayuntamiento es para averiguar pleitos y muertes, y allí se casan y beben largo. Es como cuando van a cortes, porque van todos los grandes señores. Todo lo que allí se acuerda y hace es guardado y tenido y no quebrantado. Estando allí todos juntos estos principales, pide cada uno su justicia... Si tiene guerra con otro señor todos estos Cabis y señores son obligados a salir con sus armas y gente a favorecer aquella parcialidad según y como allí se ordena. El que falta de salir tiene pena de muerte y perdida toda su hacienda. Si entre estos principales tienen alguna diferencia u otros particulares, allí los conciertan y averiguan, y allí venden y compran en mercado y trajín los días que aquel cabildo y junta dura (...)
La madera desta tierra de Mallalavquén tiene una propiedad que no hace ceniza y en todo el año en una casa se recogerá un almud de ella. Hay buena madera para casas y aún para navíos. Tiene hierba que es como avena. Hay otra que es a manera de linaza, y de esta semilla se saca un licor que suple por aceite y se guisa con el y es razonable... Siembran los indios maíz y frísoles y papas y tienen extensas sementeras. Llueve mucho, más que en ninguna parte de las provincias que tengo dicho. El año que se pobló esta ciudad fue de 1552 (...) A espaldas de la Villa Rica hay muy grandes minas de sal. Son trabajosas de ir a ellas por causa de la cordillera nevada que en medio esta. Hay muy grandes minas de oro y plata y de otros metales, y aún yo ví unas minas de oro junto a la Villa Rica en un pueblo de un cacique que se decía Pucorco bien ricas. Es tierra templada la desta provincia, no hace demasiado frío salvo llover como tengo dicho. Está la Villa Rica de la Imperial doce leguas...” (Gerónimo de Bibar: “Crónica y Relación Copiosa y Verdadera de los Reinos de Chile.” Pág. 159 y 160.)
Conscientes del valor cultural del pueblo mapunche y su importancia en el quehacer y convivencia nacional, podemos destacar, que actualmente tenemos en preparación un texto que hemos intitulado "Asentamientos Prehistóricos e Históricos Tempranos del Área del Mallowelafkén y el Kalafkén". Trabajo que consiste en la recopilación de información técnica referente a todos los antecedentes de estudios arqueológicos y antropológicos de esta área del sur de Chile y del antiguo Estado de Arauco; proyecto que incluye, además, rescate etnográfico de la tradición oral existente en las áreas circumlacustres ya mencionadas.
No podemos dejar de manifestar, en estas líneas, la gran deuda moral, cultural, histórica y jurídico-patrimonial que la sociedad chilena actualmente mantiene con el Pueblo Mapunche; aspectos que con firme esperanza deseamos en que un futuro próximo sean revindicados para bien general de todas las actuales comunidades de los hijos de la raza de la “gente de la tierra”; reivindicación que tiene como base, y primer paso, el definitivo reconocimiento legislativo-constitucional de “Pueblos Originarios” de la totalidad de las etnias existentes en nuestro territorio nacional.
Nos corresponde ahora desarrollar el periodo histórico del área del lago Mallowelafkén; es decir, el periodo en que la cultura occidental española se instaló en esta parte del territorio del pueblo mapunche. Con el arribo del wingka español a mediados del siglo XVI, los mapunche locales pertenecientes a la zona ribereña de los lagos Mallowelafkén y Trailafkén (actual Kalafkén), se vieron forzados a sostener una interacción social permanente con los vecinos coloniales de la Villa Rica.
En este aspecto etnográfico nos extenderemos, igualmente, en el desarrollo de algunas temáticas y conceptos de la cultura mapunche lafkenche local, ahora ya en el contexto del periodo hispánico de la Conquista de Chile; factor de interrelación social histórico-temprana en que examinaremos a los peñis del pueblo mapunche que se integraron a la cultura occidental-cristiana y, por otra parte, también conoceremos a los mapunche disidentes que se opusieron tenazmente al dominio extranjero: grupo altamente belicoso, fundamentalmente puelche-willinche, que finalmente terminó con la destrucción de la antigua Villa Rica y la expulsión definitiva del yugo español del área del volcán Rukapillán y el lago Mallowelafkén; poderosa, incontenible y triunfal arremetida bélica indígena que arrasó con las colonias hispanas conocidas como “Las Siete Ciudades de Arriba” emplazadas en la indómita Araucanía; organizada y violenta campaña militar o “Alzamiento General” desarrollado entre los años 1598 y 1602 que devolvió al pueblo mapunche, temporalmente, el dominio del extenso territorio comprendido entre el río Bio Bio y la Isla Grande de Chiloé; soberanía y autonomía indígena que en el área del lago Mallowelafkén o lago Villa Rica se extendió hasta el 01 de enero de 1883.
Después de haber repasado un esbozo cultural sociopolítico del pueblo reche-mapunche radicado en el área circumlacustre del Mallowelafkén, pasaremos ahora a describir el comportamiento de estos grupos humanos frente al fenómeno de la guerra, conocida por estos bajo los términos weichan o molun.

EL FACTOR WEICHAN, MOLUN O GUERRA Y SU INCIDENCIA EN EL PUEBLO MAPUNCHE:
La antropología histórica, es la rama encargada del análisis de los mecanismos sociopolíticos y culturales de los grupos étnicos originarios; aquí, bajo el prisma de la guerra, esta disciplina nos permite resolver algunos cuestionamientos referentes a la génesis del célebre y elogiado factor de resistencia reche-mapunche; resistencia, o agente bélico anti-invasivo, que en distintos períodos logró contener o desarticular consecutivas intromisiones culturales foráneas, sean molunche, ingka, hispana o chilena.
Los estudios que abarcan la dinámica bélica introducen nuevas teorías acerca de la estrategia indígena antiexpansionista, específicamente, de la resistencia que se opuso al normal funcionamiento de la soberanía hispana en el Wallmapu o territorio mapunche durante los siglos XVI, XVII y XVIII. En este trabajo trataremos solo una parte que abarca la característica bélica anti-española del siglo XVI. Aquella dinámica étnica violenta, denominada weichan o molun, no es un hecho aislado; si no que corresponde a una manifestación remanente, consecuencia de resistencias a invasiones pretéritas seculares. Este eco reaccionario se presenta como un comportamiento atávico de índole estratégico militar; es una reacción natural, sanguínea, temperamental, que para el momento de encuentro hispano-mapunche, como fenómeno militar e identitario, acusaba ya la existencia de ideas, conceptos, objetivos, procesos, y modelos de combate que finalmente, con el devenir de la suma temporal, a través del mestizaje, determinó la creación de nuevos sujetos históricos relacionados con un alto espíritu de independencia y genio bélico; aspecto de comportamiento colectivo que abre un gran espacio de estudio que aún se esta comenzando a estructurar. Queda aquí postular que la organización y asimilación social del weichan, molun o guerra mapunche, se inscribe como una nueva problemática que debe ser definida por la antropología histórica.


Como bien decíamos, el pueblo mapunche contó con prácticas y representaciones prehispánicas de la guerra bien definidas; prácticas y representaciones que fueron cien por cien aplicadas contra los tercios o regimientos españoles del siglo XVI. La Guerra de Arauco del siglo XVI o “Guerra Vieja” es un conflicto en que los reche-mapunches exponen amplia y exitosamente su arte militar como producto de un proceso de etnogénesis que aun estaba en desarrollo durante en el periodo de la conquista; comportamiento bélicoso instintivo que muestra a una sociedad mapunche primaria implicada en un proceso de definición cultural muy distinto a la coexistencia y comportamiento indígena posterior registrado durante los siglos XVII y XVII y XIX. ¿Que sucedió con éste grupo humano? ¿Que afectó identitariamente al reche-mapunche a través del transcurso de los siglos? Podríamos decir que tanto en el aspecto militar, político y económico el pueblo mapunche transformó su estructura, exhibiendo una nueva identidad cultural profunda y directamente influida por la relación, pacifica o violenta, sostenida con los súbditos de la Corona Española. De esta manera, a raíz de aquel contacto intercultural, forzado o no, el mapunche se aleja de sus vínculos identitarios remotos expresados en su existencia como reche; se observa una evolución que va más allá del primario aspecto netamente militar que estos mostraron al enfrentar las invasiones molunche e ingka en el periodo prehispánico; se deviene una potenciación y sobreposición de lo militar; aspecto castrense que sondea sus modelos de vida cotidiana y acaba penetrando-nutriendo la estructura social originaria colocando el factor weichan, molun o guerra como eje de todo fenómeno sociopolítico y religioso. La guerra o weichan se presenta, entonces, como portadora de instrumentos efectivos de acondicionamiento social, entre los cuales quizás el más determinante es el de la “absorción” que a través de ella permite la transformación paulatina, individual y colectiva, del mundo reche-mapunche; aportando, por lo mismo, una rapida precipitada carrera evolutiva en el campo de la existencia cotidiana y del ser trascendental. El fenómeno weichan, molun o guerra forzosamente impulsa al perfeccionamiento organizacional, que utiliza el omnipresente concepto de “existencia del clan adversario” o tribu enemiga como factor potenciador del espíritu de cuerpo, de unidad e identidad. Este fenómeno de absorción y metamorfosis cultural explica el profundo y rápido proceso de transculturación en que el factor weichan o guerra jugó un papel primordial, y que en los siglos posteriores a la Conquista de Chile se evidenció en la captación-imitación de elementos puramente occidentales españoles que terminaron influyendo o re-modelando el factor sociopolitico, su cosmovisión, su religión y que finalmente, como fin primordial, también termina interviniendo la metodología guerrera de los reche-mapunches, cerrando así el circulo evolutivo en el que, como el mitico ourboro, la fuente del fenómeno transformador cultural o weichan termina absorviendose así misma, potenciandose y retroalimentandose permanentemente; pasando primero por todas las facetas primordiales de la vida indígena y culminando con el perfeccionamiento-potenciación del mismo fenómeno weichan. Así, de esta manera, el weichan o molun marca el principio y el fin de toda la realidad existencial física y metafisica del individuo mapunche.
De este fenómeno de absorción de lo foráneo o apropiación de “lo mejor del otro” a través del fenómeno de la guerra, en pos del progreso de todas las posibles manifestaciones existenciales del mapunche, anteriormente expuesta, dan sobrada fe los mismos cronistas hispanos de la conquista; fenómeno de absorción del cual fueron testigos presenciales, fenómenos de apropiación de los cuales sus escritos hoy dan crédito. Para el momento de choque cultural hispano-indígena, al igual que en siglos anteriores, el fenómeno molun o weichan se presentó constituyendo un eje rector, quizás fundamental, de comportamiento social y relaciones interétnicas entre peñis reche-mapunches, e interculturales entre reche-mapunche y los wingka.
Así en la conquista, como en tiempos arcaicos, a la sombra del weichan se originó la potenciación de figura del líder colectivo; en este caso específico la del guerrero general causal, en donde el apotoki o ngentoki poseía un protagonismo central. Por lo mismo, a raíz de la alta jerarquía militar causal, la guerra, en todo tiempo, se presentó como promotora de ascensos sociales y de reestructuración socio-política general en los momentos de crisis o emergencias armadas que amenazaban la integridad colectiva del lebo, sean estas provenientes de los wingka o los peñi; es decir, extranjeros o hermanos de una misma etnia. De esta manera un ülmen (hombre principal), un simple weichafe (guerrero común o convencional), o el köna (guerrero iniciado o especializado), podían acceder a la anhelada piedra toki, alcanzando la categoría social de ngentoki (“dueño del hacha de piedra”) o tokikura y así gozar de autoridad para dirigir escuadrones y ejércitos, como también ostentar el imperio socio-politico transitorio en ciertas circunstancias de ecepción. Durante su desempeño militar el toki podía catapultarse a la categoría de apotoki, o toki general, con las amplias responsabilidades y privilegios que este cargo constituía. De esta manera se descubre, en parte, la importancia que tenía la guerra en el desenvolvimiento social interno, toda vez que el molun o weichan representaba la oportunidad de rápido ascenso y figuración social, que traía consigo la reesctructuración del acontecer, existencia y organización social del clan. Por lo mismo el desarrollo constante y permanente del acto bélico pasó a ser fundamental en la convivencia mapunche cotidiana; siendo más comúnmente valorado el estado de guerra potencial o real que la interacción pacífica misma.
Para la arcaica cultura reche-mapunche, como decíamos, la aplicación del ejercicio de la guerra o weichan estaba por sobre la actividad sociopolítica armoniosa. Se existía para el weichan desde la más tierna infancia, como también lo habian hechos los füchareche, kuifikeche, antiguos o antepasados. El molun o weichan era una tipología de relación interétnica válida, aceptada, anhelada, que se presentaba como una fuente o vehículo de identidad propia mediante la violenta de imposición cualitativa sobre el clan vecino. La guerra cumplía una función de construcción del “si mismo”, que una vez afianzado se dirigía inevitablemente hacia “el otro”; pero, a pesar de las diferencias más o menos evidentes, no se buscaba la destrucción total del “otro”; al contrario, se buscaba digerirlo, asimilarlo, integrarlo así mismo, hacerlo propio, pasando por la obligada absorción del grupo contrario, adoptando las costumbres positivas del otro y aportando también sus cualidades más notables al vencido. En otras palabras, más que la destrucción del enemigo incidental, a través del weichan se persigue la des-estructuración del clan adversario que mantiene una amenazante oposición natural continua, conllevando con esto la debilitación de la subsistencia de aquel núcleo originario. Por considerarse kulliñ, o patrimonio, al enemigo capturado no se le destruye, si no que se le modifica su esencia misma, se le impone una nueva estructura, se re-crea su vida interna como externa; el aprehensor comienza a sondear y modelar a su prisionero de guerra, “al otro”, a su usanza y modo de vida; imponiéndose y precipitando con esto, secundado por la superación cualitativa del triunfo militar, la consecuente permeabilidad del capturado que sumisamente asimila la absorción a manos de aquel mejor elemento que através del weichan le ha vencido. El “otro adverso”, bajo la tutela del vencedor, en la condición de kulliñ o como agente social activo, pasa a potenciar al clan o grupo que lo ostenta o incorpora a su devenir colectivo.
La inclinación étnica correspondiente al comportamiento pro-weichan, evidencia un aspecto de sociedad embrionaria del pueblo mapuche que, en cuyo momento prehispánico, se conformaba con la participación activa prioritaria de agentes sociales principalmente bélicos. Según algunos autores este comportamiento, que busca la absorción del otro, podría también arrojar luces de un supuesto pasado antropófago en que la asimilación de aquel “otro” se hacía efectiva en la ingestión o deglución del mismo en un acto caníbal práctico y no metafórico, del cual existen, en menor grado, antecedentes históricos oficiales. Este comportamiento caníbal se advierte evolucionado, siglos más tarde, en la guerra de la conquista, en donde el mapunche ya no digiere materialmente parte s substanciales del “otro”, si no que lo hace simbólicamente buscando la captura de una extensión del mismo, del icono foráneo, de “algo” que representase al wingka español, “al otro”, sea una ciudad, una fortificación o una cabeza humana, un arma, un atuendo o prenda de vestir. Las crónicas registran que, después de una campaña militar exitosa, los köna o guerreros se “ataviaban” o vestían a la usanza occidental “como identificándose con los españoles.” Este acto de asimilación al wingka, del adversario, se mantiene a través del paso de los siglos y continúa repitiendose en la posterior campaña de “Pacificación de la Araucanía”, en que los ülmen y los longko, después de los grandes alzamientos indígenas de fines del siglo XIX, de común, portan sables y visten uniforme de gala del ejército chileno, de lo cual existen cuantiosos registros fotográficos; lo mismo sucede en la “Conquista de la Patagonia”, por el lado argentino, en que jefes de tribus de la gran familia mapunche o de “costumbres araucanas” siguen reproduciendo el mismo contexto. Para la Época de la Conquista, generalmente, estos primarios actos de asimilación figurada del wingka, post encuentro armado, eran seguidos por la ejecución de un estructurado ritual; en donde, después de repartír el botín de guerra, se elegía al caudillo capturado más valiente, se le extraía el corazón que procedía a ser cercenado en trozos y consumido entre los caciques y tokis, representantes del clan o tribu vencedor; a través de este acto se buscaba digerir simbólicamente la totalidad corpórea del enemigo para, por medio de magia simpática, apropiarse del inche o “yo” contenedor de todas sus cualidades humanas y atributos guerreros. A través del digerir simbólico “del otro” por parte de los agentes principales, ülmen (cacique) y toki (jefe militar), se capturaba la “sustancia” o esencia del otro, que consumida por los principales individuos del clan se trasmitía también a los demás componentes subordinados, con lo cual esta cualidad privativa de los jefes civiles y militares, de comer el piwke o corazón portador del inche o “yo” toma un sentido colectivo, social. Así por este acto ritual de digerir al jefe o agente principal del enemigo capturado, el grupo absorbe lo mejor del otro, del vencido, se apropia de él y a través de él de “los otros”; termina “haciendo suyo” al elemento principal, siguiendo todos los elementos accesorios la suerte del primero e incorporandolos intangiblemente, metafísicamente, a su devenir cotidiano potenciando su clan en los aspectos morales y físicos. Este extendido acto remanente de una costumbre arcaica antropófaga indígena es utilizada por el capitán Rodrigo de Bastidas, durante el sitio de la fortaleza de la Villa Rica, quién apretado por el hambre e “imitando a los araucanos” incita a sus soldados a comer carne humana de los mapunche de guerra que caían en las embestidas contra la fortificación, asegurando que através de este acto caníbal se fortalecería el cuerpo y el alma de la tropa; el cronista Rosales da fe de este hecho diciendo:
“...En el cerco de la Villa Rica encarecía el hambre el valor de la comida y hacía esta despreciar el oro y la plata aunque nunca falta quien lo codicie, aunque sepa que la ha de perder. (…) Creció tanto la necesidad que los hombres querían echar suertes para comerse unos a otros. Más, el esforzado capitán Bastidas, con su ánimo y mucha prudencia, les disuadió de una cosa tan abominable, persuadiéndoles a lo que era menos mal, que comiesen carne de los indios que se mataban, diciéndoles que con eso estarían más valientes y más gallardos para pelear, porque la gallardía de su valor juntarían con la valentía de los indios, convirtiéndola en sustancia...” (Diego de Rosales: "Historia General del Reino de Chile, Flandes Indiano" Pág. 381.)
Ahora, guardando el debido respeto y proporción de lo sancta o sacro, podemos decir que el dogma del Sacramento de la Eucaristía cristiana católica y la comunión de la misma, impuesta por los sacerdotes misioneros españoles, a mediados del siglo XVI, no hizo más que fortalecer este precolombino concepto de deglución-absorción weichan; la Comunión Católica difundida en las doctrinas coloniales como banquete fraternal, fundamentaba la oblación o sacrificio ritual de un ser excepcional, un Nazareno que a través del pan eucarístico, es decir su cuerpo, alimentaba a todo un pueblo eclesial, sin ecepción, otorgándole a los correspondientes feligreses, a través de esa comunión-banquete, sus mejores sutiles atributos morales y espirituales. Sumado a este antecedente debemos considerar que, según el historiador Gabriel Guarda, en su obra “Historia Urbana del Reino de Chile” en la vida eclesial de la antigua Villa Rica, el año 1587 antes de la caída de la misma, existió un censo bautismal de más de 12. 000 almas; por tanto podemos especular que este fenómeno de deglución-absorción ritual weichan fue ejecutada más de una vez por aquellos mismos otrora mapunche conversos; y este hecho tiene asidero histórico fidedigno, puesto que en la culminación de la campaña militar de la Villa Rica, en febrero de 1602, vemos como al momento de la caída de la cuadra fuerte española el capitán y Corregidor Rodrigo de Bastidas es sacrificado ritualmente, en presencia de sus antiguos “indios de encomienda” y de otros muchos que también “vivieron en la ciudad”: el prisionero se exhibe desnudo, atado de pies y manos; se toma el kumpa o longkokillkill y se le aplica un mazazo que lo hace caer inconciente; se extrae su corazón “aún palpitante” que se exhibe a la multuitud, se corta en trocitos iguales al número de ülmenes, o mapunche principales, los toki y caciques, y se procede al acto de consumir el mismo, mientras que con su sangre se untan las lanzas de los köna; así los congregados adquieren, individual y colectivamente, los mejores atributos manifestados por el otro en la lucha, en el combate. Comiendo el piwke o corazón, absorbia el inche o “yo”, como sustancia o esencia espiritual, por medio de su “digestión” se mejoraba, por osmosis, por magia simpática, la cualidad guerrera de los comensales, con lo cual se potenciaba la raza; pues el aumento de la cualidad guerrera repercutía directamente en la capacidad de sobrevivencia del clan, se afianzaba así el éxito sociopolítico a través de la guerra como elemento de aporte evolutivo ya que las relaciones de fuerzas; las jerarquías entre clanes mutaban, evolucionaban e involucionaban según su desempeño guerrero; los clanes, sus jefes y componentes, en cuanto al prestigio eran percibidos desde la óptica de si en su trayectoria como grupo humano ostentaban mayor o menor éxito militar. Finalmente, haciendo la veces de clausura del ritual weichan, se corta la cabeza, del cuerpo ritualizado, se la clava en la lanza más alta y se exhibe como trofeo a los presentes; posteriormente se celebra un kawiñ o fiesta en honor al acto, mientras la cabeza del wingka-ülmen sacrificado se hace recorrer por los más recónditos parajes demostrando así el triunfo sobre el “otro”. La cabeza de él sacrificado “visita” los asentamientos y fortines wingka que aún resisten, asestandoles de esta manera un duro golpe psicologico, que les intimida y aterra; y lo principal: recorre las tribus indígenas rebeldes haciendo coparticipes del triunfo a todos los peñi del Wallmapu que abrazan el weichanmapun o alzamiento general; este acto de exhibición denominado ñankul conlleva el espontaneo entendimiento del correspondiente cumplimiento de la absorción-deglución del piwke, del inche o “yo” del adversario como un acto ritual cierto que precedió la correspondiente exhibición de la cabeza en la lanza, la fiesta del kawiñ-ñankul o longko-waikil; cabeza en la lanza que recorriendo los campos esparce la noticia del triunfo logrando, de esta manera, difundir la asimilación “del otro”, haciendo parte de de ella a todos los miembros del clan o grupo vencedor. (Kawiñ-ñankul: fiesta de la cabeza enzartada en la lanza. Longko- waikil: cabeza en la lanza.)
El acto ritual del weichan, consistente en comer el corazón a un prisionero que recibió la calidad de subyugado por núcleo vencedor, es como dijimos, un remanente de actos antropófagos arcaicos en que, quizás, la absorción simbólica de las cualidades “del otro” pasaba forzadamente por el acto caníbal. El weichafe o köna que también capturaba a un enemigo de categoría común, o de menor importancia social, también tenía el privilegio de disponer dela vida y cuerpo de su prisionero; hacía con su cabeza un recipiente-trofeo que era utilizado en las fiestas y ceremonias colectivas, de sus huesos hacían pifillka (flautas); con su piel hacían utensilios y artefactos de guerra. El cuerpo del guerrero enemigo, después de ser violentado y ejecutado, era devuelto, arrojado hacia el asentamiento del clan derrotado o a los confines del territorio enemigo; se demostraba con esto la superioridad cualitativa sobre “el otro” que como elemento psicológico se hacía latente en los afectados o vencidos; también en la campaña de la Villa Rica se observa este hecho, cuando, a fines de 1598, al ser asaltado y vencido el corregidor y capitán de guerra don Pedro de Maluenda; su cuerpo es decapitado, su cabeza es exhibida por los fortines hispanos del corregimiento y su cuerpo, después de mutilado y deshecho a lanzadas, es devuelto a los vecinos de la Villa Rica, que llenos de angustia y horror se encargaron de divulgar la tragedia por todo el Reino, generando un alboroto social manifestado en una preocupante falta de seguridad colectiva, que acusaba al gobernador de turno el alto riesgo inminente a que estaba expuesta no sola la Villa Rica, sino que también las demás “ciudades de arriba” situadas al sur del Bio Bio. (Fernando Allende Navarro. "La Ruina de la Villa Rica." Págs. 164 y 171.-)
Con los ejemplos anteriores vemos que en el pueblo reche-mapunche la guerra trascendía a los factores materiales de supervivencia y competencia tribal; la guerra, además de estructurar las relaciones tangibles entre clanes, tribus, ayllarewes, ponía en movimiento dinámicas intrínsecas, que además del aspecto valorativo moral, se revestían de una cuantía de índole espiritual trascendental, cosmológica.

Aspecto temporal del weichán, molun o guerra:
La manifestación interno-temporal expone a la guerra como elemento exclusivamente masculino que exalta al guerrero imbatible, o con fama de victorioso, como superior al resto de los componentes sociales convencionales. A través de la guerra la virilidad del köna o guerrero se vía reforzada; los miembtros del grupo vencedor en la batalla potenciaban su preciada cualidad de reche y con esto se les consideraba como “realmente hombres”. Por otra parte, a contrario sensu, los enemigos derrotados en combate eran catalogados como carentes de virilidad, siendo con esto rebajados a la categoría de mujer, de hembras. Para el reche-mapunche, la mujer constituía una carga, un patrimonio, un kulliñ; por tanto, ser vencido y capturado en el campo de batalla significaba ser poseído por el otro; se perdía así la voluntad, la esencia del ser reche, anulándose la libertad individual, la cualidad de ser libre, autosuficiente. La captura, la cautividad más que hacerlo esclavo, dependiente, anulaba su esencia misma: el individuo dejaba de ser hombre, de ser reche. Así lo ve Fresia cuando, en un acto conciente de esta noción, arroja su hijo a los pies de toki Keupolikán que yace vencido y prisionero por los wingka españoles; arroja su crío a los pies del padre humillado, del köna derrotado; lo arroja para que como perdedor lo amamante; y co este acto acusa la perdidada esencial de la cualidad reche. Fresia observa a aquel köna derrotado que ante todos y para todos perdió ya su virilidad. Se ve a Fresia rehusando la compañía del otrora triunfante toki y mientras lo abandona se aleja de el diciendo: “No quiero título de madre del hijo infame de padre infame…” Así, los köna vencidos, primeramente, recibían una categoría y tratamiento de mujer, se les depilaba, se les daba responsabilidades femeninas; a decir de los cronistas: “se les prodigaba a tratos y labores mujeriles”; pero, como el fenómeno de absorción exigía, para mejoramiento del grupo, la participación activa del cautivo pro tribu vencedora; el capturado convencional sin preeminecia militar, que por consideración especial no recibía muerte, debía ser reeducado en la masculinidad perdida; se debía re-hacer hombre nuevamente, se le exponía a situaciones que transformaban y modelaban un nuevo hombre, una nueva vida, se le hacía parte de un nuevo grupo social; el cautivo recibía la transformación hacia su nueva virilidad, quizás hasta de una nueva identidad, por parte de los miembros del clan que lo ostentaba. Se veía este factor en el trato con los prisioneros españoles; a los cuales se les terminaba incorporando como elementos activos del grupo étnico que los había capturado; se distingue esto en el cautiverio feliz del capitán Nuñez de Pineda y Bascuñán, que muestra al wingka, al enemigo derrotado, completamente integrado a la cultura reche-mapunche; convive con ellos, se hace un hombre nuevo, se le da una familia o inclusive puede conservar la suya, alcanza respeto y admiración ante los componentes de la nueva estructura de sociedad que lo cobija; en fin, se olvida de su Rey, de su rango, de sus deberes y obligaciones militares. Para el wingka cautivo coparticipar con el enemigo de la Corona no significa traición a la misma, por que como prisionero de guerra se reconoce nacido a una nueva vida, a nuevos valores, por que en el re-nacimiento de la esencia reche, o reivindicación de su virilidad, como neo-ser, abrazó una nueva vida, configuró una nueva patria. En cuanto a las mujeres españolas cautivas, su uso ostensivo como trofeo se vivenciaba, preferentemente, en la incorporación de estas a la ruka de un ülmen o longko, acto con el cual el mestizaje hispano-mapunche comenzaba a dar sus primeros pasos; puesto que los hijos de estas uniones eran considerados miembros del clan e integrados a todas las actividades como un igual, no como un mestizo descendiente de wingka; si no como un peñi más, como un hermano entre los reche-mapunche.



Aspecto metafísico del weichan, molun o guerra:
En el aspecto espiritual trascendente, vemos que el imperante estado de necesidad de conflicto o actividad bélica era fundamental. A parte del factor de carácter social de la guerra, existía un interés a nivel cosmológico de un valor mucho más estimado que los aspectos de orden social temporal. Existen registros coloniales que rescatan la existencia de una deidad de la guerra denominada Epunamun, o “Dos Pies” (de epu: dos; y namun: pies.) Epunamun era representado por un ente de piernas y pies grandísimos , brazos desmesurados y recios; símbolo de la dualidad sexual que los mapunche atribuían a Ngenechen, su Dios. Este ente, a través de ordalías y rituales, era consultado en las juntas de guerra sobre el éxito que esta tendría, de allí el nombre de Marte que le dieron algunos cronistas hispanos. La tradición de ejecución de ordalías a Epunamun desapareció, según Tomás Guevara, a mediados del siglo XIX, junto con los ultimos alzamientos mapunche y el desarrollo de sus campañas de guerra.
La alta estima o apreciación metafísica de la guerra, o factor espiritual del weichan, se sustentaba en el arraigado y alto concepto mapunche que exponía la muerte en combate como plataforma o puerta hacia un estadio dimensional superior. Según esta apreciación cosmológica del molun-weichan, el guerrero iniciado o köna que moría en la lucha, defendiendo con valor los intereses étnicos esenciales o azmapu, se hacía merecedor del acceso directo al wenumapu o cielo mapunche; escapando al régimen de ordalías post mortem que debía experimentar según sus bien establecidos dogmas espirituales. Según estos dogmas los agentes principales de la estructura social mapunche, a saber el toki, la machi y el longko, por la propia naturaleza de sus altas funciones terrenales se liberaban de la ordalía espiritual de providad para acceder al wenumapu, incorporandose a él directamente, reencontrándose allí con sus pillañes o antepasados. Así también, el köna o guerrero iniciado que moría en combate, probando un valor inquebrantable hasta rendir su vida, aunque no hubiere ostentado un estatus social, politico o religioso en la tierra o nagmapu, igualmente se equiparaba, espiritualmente, con sus líderes naturales y accedía de manera directa, al igual que ellos, a la dicha celestial del wenumapu.
El concepto ontológico de entregarse voluntariamente a la muerte, en defensa de valores terrenos, que como obsequio catapultaba al köna a una existencia superior, corresponde a la etapa final de un acabado sistema de iniciación guerrera que principiaba en el kuramalal o caverna renü. Allí el köna iniciado recibía después de duras pruebas y de vencer su inche o yo interno recibía el kimun o conocimiento de la temporalidad de la vida terrena. En el kuramalal accedía al uku o puerta en donde tomaba el lawen o remedio que potenciaba su valor, afianzaba su corazón, su piwke. El uku proveía al guerrero de dos corazones, convirtiendo en epupiwke al weichafe o simple guerrero que se vencía así mismo. El weichafe, de esta manera, se hacía köna; y como köna regresaba a su núcleo social proveído con dos corazones; allí era reconocido como un epupiwkeche; como un hombre de dos corazones: desde entonces se consideraba el doble de valiente, el doble de despierto, sagaz y fiero. Allí, en la caverna kuramalal, o renü, el weichan o guerrero convencional adquiría el titulo de köna, de guerrero especializado. La óptica del concepto metafísico de trascendencia espiritual por el vehículo evolutivo weichan o a través del ejercicio de las armas, giraban en torno al azkimun y el weichankimun, cuya educación se iniciaba en la más temprana infancia, abordando el dominio de la ley de la costumbre, que se complementaba con el manejo de las armas y formación guerrera integral; escuelas de vida cívica y militar que tenían una importancia de ineludible trascendencia, porque aquel dominio de las artes de la guerra algún día proyectarían desde el minchemapu o ñukemapu (madre tierra), el inche o yo interno, por el cual el reche alcanzaría el tan anhelado wenumapu aportando un quizás trágico pero satisfactorio final que le hacía lograr el más alto objetivo, logrando así consumar el trayecto evolutivo moral-espiritual del ser mapunche como individuo y como raza.
Lo anterior deja manifiesto que el weichan, molun o guerra, era un fenómeno social esencial, puesto que solo al hombre verdadero o reche se le consideraba legitimo hijo de la tierra y digno heredero de la raza, del cual su mejor representante era al köna-reche que ostentaba tener socialmente probadas sus cualidades morales de guerrero, además de resolución y lucidez práctica en el combate. De esta manera el ejemplo del köna-reche se extendía transversalmente a toda la sociedad: el wenchru o domo, hombre o mujer, que ostentaban un liderazgo colectivo debían estar irremediablemente ligados a las técnicas guerreras de todo orden; nos referimos, ahora, no a la guerra propiamente tal, material, si no a la guerra espiritual; a la guerra simbólica. Bajo estas concepciones de ordenamiento weichan, el ülmen debía ser ante todo un mapunche experimentado en la práctica del arte de la guerra. La machi debía guerrear o lidiar permanentemente una batalla cosmológica; el bokivoye, que también era un líder religioso, debía manejar ciertas mancias o “artes” con las cuales determinaba los periodos propicios para practicar el weichan o guerra. Vemos también que el weichan, molun o guerra se incorporaba a la vida cotidiana, en donde el aspecto común, por ejemplo, el disputado enfrentamiento del juego del palín (chueca) o la simulada confrontación familiar del rapto forzado del kürreyewün (matrimonio), tenían, igualmente, un trasfondo bélico evidente. Se puede aseverar que en el medio sociopolítico reche-mapunche existía una constante competencia interna de índole inche o personal entre reches; y colectiva externa, que confrontaba a los componentes de un lof o machulla (familia) o entre lebos (conjunto de familias). Sea individual o colectivo el weichan, el molun o guerra, modelaba el entorno definitivo que determinaba la ostentación del mayor o menor prestigio de carácter militar que modificaba por completo la existencia misma de un solo hombre, de una familia o una completa tribu o parcialidad. Si se triunfaba en la guerra se era más reche, es decir; más valiente, más integro, más hombre. Con esto se potenciaba la identidad misma y se sobreponía esta sobre el otro, sobre los otros, sobre el enemigo vencido.

En el fenómeno weichan el inche reche-mapunche; es decir, el yo o ego, jugaba un papel solapado pero profundo; el inche o ego mapunche se reforzaba a través del ejercicio del weichan o molun. ¿Por qué el inche mapunche buscaba la guerra, la lucha?; porque peleando el ego personal y colectivo se potenciaba, se tornaba más fuerte, guerreando se ganaba ego; si no se peleaba el inche se debilitaba, desaparecía. Cuanto más luchaba el mapunche se fortalecía su ser reche, su identidad, y aquí la presencia “del otro” es imprescindible. El weichan es una representación que está situada entre el inche mapunche protagonista y “el otro”, el adversario; ocupa un lugar intermedio de ese intervalo confrontado entre inches o yoes de distintos núcleos humanos; ahí existe el weichan como fenómeno intrínseco intangible. Es una relación social que, aunque se sostiene en una interacción violenta, se reconoce fructifera y por lo mismo es aceptada, anhelada, esperada; por que el weichan, o molun, sea como amenaza o peligro inminente, sea como hecho cierto, consolidaba la existencia misma de un grupo humano étnico determinado; les fortalecía individual y colectivamente, les proyectaba a ser más conscientes de sí mismos, más integrales social y espiritualmente.
Con lo anterior queda claro que para la arcaica sociedad reche-mapunche el factor guerra, el concepto enemigo, eran componentes colectivos primordiales e indispensables para el desarrollo humano particular y general, en cuanto a la dinámica de visión del mundo y del cosmos. A través del weichan, de la guerra, se reconstruía la unidad familiar, la unidad del lebo, se reedificaba el vínculo ayllarewe; a través del fenómeno de la guerra se daba lo mejor de sí, a la vez que se absorbía el inche del adversario, del yo volitivo, del yo más profundo, la parte del alma que poseía el mejor atributo del enemigo vencido y capturado; se apoderaba así el reche triunfador del elemento esencial del otro, del derrotado, y con esto se hacía más reche, más wenchru, más hombre, más valiente; acto que incrementaba el prestigio personal, modelaba y fortalecía el comportamiento de cohesión y de espíritu de cuerpo. En el caso de la Guerra de Arauco, vemos que el mapunche triunfante, incorporaba a su cultura a los elementos del enemigo que consideraban optimizarían su evolución social y consolidarían la trascendencia de la raza; así, el kawallo, la waka, el trigo, el hierro, armas de fuego y hasta los mismos wingka cautivos pasaban a formar parte edificadora y potenciadora de la tribu o lebo que los ostentaba. De esta manera, para el periodo de anexión del pueblo mapunche a la soberanía nacional de Chile y Argentina, por fines del siglo XIX, se presenta un estadio estructural y cultural distinto al del pueblo mapunche que siglos atrás encontraron las huestes ingka del príncipe Sinkiruka y los hispanos del Gobernador Pedro de Valdivia, respectivamente. La consolidación cultural del mapunche continuó potenciandose, evolucionando; a principios del siglo XX, época en que se observa un derástico fenómeno de aculturación, de discriminación racial y redistribución espacial que el mapunche, a pesar de todo, supo aprovechar rescatando de este apremio social una revalidación de su vigencia racial que se consolidó hasta nuestros días. En pleno siglo XXI, el pueblo mapunche sigue manteniendo su espíritu de lucha, de reivindicación; utiliza los medios sociales, jurídicos y políticos, que el estado de Chile les ofrece; los mapunches abrazan estos neorecursos, los incorporan a su devenir, como lo hicieran sus antecesores reche-mapunche: fortalecen su esencia con aspectos foráneos; se reedifican día a día; en fin, la sociedad chilena estrena una aplicación sociopolítica indigenista nacional, ante lo cual el pueblo mapunche reacciona recreándola, dirigiéndola, transformándola y encausandola hacia una política de trato indiano internacional. Se consolida, de esta manera, la nación étnica a través de la ejecución, ahora, de una guerra cultural casi imperceptible, que de cuando en vez deja aflorar más de una manifestación remanente violenta del molun o weichan; comportamiento atavico espontáneo que da por tierra con los conceptos de seguridad de estado, que son la norma que estipula el ordenamiento jurídico y politico chileno. Ante aquel ordenamiento institucional que a través de la coercetividad y coacción “constriñe y somete” el mapunche, en su aún estadio transitorio de consolidación étnica, ha sabido reaccionar y bien utilizar para potenciación de sus ideales esenciales que conllevan a una anhelada subsistencia y trascendencia cultural colectiva. Así, para el mapunche, el Estado se manifiesta como un real y poderoso centenario enemigo externo de los intereses culturales de su raza; rescata lo mejor que le ofrece aquel Estado, utiliza aquellas herramientas gubernamentales en pro de su pueblo e intereses culturales, sociales y jurídicos. El fenómeno de asimilación-potenciación se repite una vez más, como en antaño lo hiciera ante los molunche, los ingka y wingka hispanos.
De la misma manera, actualmente, en pleno siglo XXI, un neo-enemigo interno amenaza a la raza mapunche; se trata del kulliñche, un neo-sujeto histórico, un solapado individuo que se muestra como un “mapunche” que lucha por la vigencia cultural de su pueblo; se muestra en “defensa y promoción” del azmapu o costumbres ancestrales de los kuifikeche o antiguos; se presenta como un mapunche de corazón (piwkeche), pero en realidad es todo lo contrario: es un kulliñche. El kulliñche es peligroso para la supervivencia y potenciación de la raza, pues no busca el bienestar colectivo de sus peñi; es doblemente peligroso, justamente por que es un peñi, un hermano, y por lo mismo no atrae sospechas. El kulliñche es un enamorado del neocapitalismo y como tal busca el incremento de su patrimonio personal o kulliñ más que el verdadero bienestar de su comunidad; el kulliñche ama más el dinero que la verdadera promoción del azmapu o sabiduría de los kuifikeche o antiguos. El kulliñche es un fuñapue, un veneno, que imperceptiblemente, conciente o inconcientemente, obstruye su cultura, destruye su raza; tiene los recursos economicos y medios profesionales para ayudar a sus peñi y no lo hace; se vende a la cultura wingka, foránea; olvida sus raíces. Se involucra solo en los problemas cuyunturales que potencian su inche, su yo, su persona individual. Se interesa en los sitios culturales que solo le reportan una ganancia económica; aquellos sitios etnograficos de su “interés” siempre destacan y contrastan al alero de una mega obra-construcción a quien se los vende: vende sus sitios sagrados, a eso le llama compensación-indemnización; no llora ni lamenta aquellos sitios ancestrales perdidos para siempre, si no que celebra el negocio hecho, se regocija en la ganancia económica recibida. El kulliñche transforma los recursos culturales y naturales en dinero, en kulliñ, y por ellos y con ellos compra y vende a su gente. Existen personas naturales kulliñche y personas jurídicas kulliñche: hobres-mujeres los primeros; entidades-organismos-comunidades los segundos.
Igualmente hay un subtipo de individuo kulliñche, que es el wingka-kulliñche; aquellos son más factibles de identificar pero, sin embargo, astutamente penetran la cultura desde sus privilegiadas posiciones; también inyectan su fuñapue o veneno; solo trabajan, gestionan o ejecutan por dinero, por un sueldo, por el capital-dinero que promueve un proyecto; no trabajan por amor a la cultura mapunche, ni el rescate ni potenciación de la misma: son wingka-kulliñches, generalmente mercenarios politicos o buitres de la cultura.
Finalmente, podemos decir que el kulliñche, de kulliñ: patrimonio pecunario, dinero; y che: gente, persona, es un sujeto que abanderado con nobles ideales étnicos colectivos persigue intereses personales torcidos y egoístas. El kulliñche es la antítesis del piwkeche, el mapunche de recto sentimiento, que trabaja por amor a su tierra y costumbres. El piwkeche (de piwke: corazón) es el individuo mapunche que actúa conciente de lo que es y de lo que fueron sus antepasados, piensan y sienten como lo hicieron, en su tiempo, el sabio maestro Aukanaw; el sagaz Manuel Manquilef, el valiente longko Saturnino Epulef; los toki Mariluan, Mañil y Kilapán; el ülmen Kallfukura; o el gran apotoki Lautaro. Afortunadamente el Wallmapu, o “Araucanía”, cuenta con un mayor número de piwkeches que de kulliñches, y en estos más, de recto corazón, se sustenta hoy gran parte de la verdadera eficaz lucha de revalorización cultural del pueblo mapunche.

Estrategias naturales de resistencia militar.
Quizás, la principal característica o recurso defensivo del pueblo mapunche fue la concerniente a la distribución espacial. La población reche-mapunche se presentaba distribuida sin una planificación lógica, que obedecía más bien a una estructuración cuya mayor necesidad recaía en el sentido de subsistencia vital autónoma, más que en la óptima organización sociopolítica; este antecedente etnográfico queda históricamente bien definido durante el desarrollo de la Conquista de Chile, en el cual los informes hispanos aluden grandes extensiones territoriales que no presentaban una cabeza sociopolítica regente visible o identificable. Por tanto, según las crónicas del siglo XVI, la primaria sociedad reche-mapunche estaba caracterizada por la ausencia de obediencia o sujeción a una figura o líder político global o “erga omnes”. Si bien existían jefaturas reconocidas estas, generalmente, ejercían su imperio sobre un determinado grupo humano; pero este líder natural carecía de los medios para ejercer su autoridad más allá de su clan o tribu. Esta carencia de un regente direccional general dificultaba la aplicación del dominio o subyugación sociopolítica interna mapunche, afectando notoriamente la cohesión étnica, puesto que la ausencia física de un foco central o metrópolis que ejerciera funciones administrativas y sirviera de asiento a una jefatura política acatada por todos producía este fenómeno de aislamiento entre clanes; aquella debilidad, en el medio socio-político estructural, en el campo bélico se traducía en una ventaja estratégica defensiva natural, que como factor bélico conllevaba a la primaria aplicación táctica militar de reconocimiento, desbande, desbarate y sujeción de cada uno de los focos de micro sociedad o lebos, estrategia militar auxiliar que finalmente tenía como nefasto resultado la aparición de diversidad de vertientes subversivas que derivaban en cruentos enfrentamientos de guerrillas que pronto daban paso a una guerra de localidades sin cuartel que, activadas sucesivamente, constituían la génesis de un alzamiento indígena general.
La inexistencia de un poder centralizado, cuyo descabezamiento permitiera asegurar el quiebre del sistema sociopolítico, que obligara a sus componentes étnicos a obedecer en masa, constituía la mayor y mejor defensa natural anti-invasiva que impedía la conquista militar wingka o extranjera; aspecto de resistencia pasiva que al mismo tiempo resguardaba la subsistencia de estos grupos o clanes. Cabe destacar aquí, que si bien esta estrategia de dispersión espacial no fue afectada en todo por el factor militar extranjero, si fue penetrada por la interacción espiritual foránea, que en el siglo XVII se arraigó con el cristianismo en las almas de los indómitos reche-mapunche, y solo desde esta aplicación de “guerra defensiva” se logró subyugar, en parte, a estos núcleos étnicos aislados. El dominio territorial y humano se dificultaba aún más, para la administración político militar de las colonias hispanas que lograban constituirse como villa o ciudad; porque además del factor de dispersión, los núcleos étnicos estaban radicados, generalmente, en territorios que presentaban una abrupta geografía o áreas boscosas que de común amparaban un sitio defensivo colectivo emplazado estratégicamente y desde los cuales los mapunches rebeldes articulaban y desplegaban sus operativos ofensivos anti-wingka. Por otra parte el aprovechamiento militar del terreno mapuche llevó a los hispanos a incursionar parajes cenagosos o de frondosa vegetación, que como imponente aliado natural dificultaban la exploración o incursión de las tropas de la Corona.
“Nunca tanto estorbo a los humanos Quiso impedir el paso la natura (…) Como en este camino defendido De zarzas, breñas y árboles tejido…” (Capitán Alonso de Ercilla y Zúñiga: “La Araucana.” Año 1554.-)
De los incontables accidentes geomorfológicos, que favorecían a los indígenas alzados o rebeldes, da parte al Rey don Francisco de Quiñones; quien experimentó en carne propia la dificultad de dirigir una guerra que tenía como campo de acción un medio geográfico abrupto que hacía las veces de aliado natural del enemigo indígena:
“Hallé este Reyno cuando aquí llegué, en la mayor aflicción e riesgo que se ha visto de muchos años a esta parte… existe tanta pujanza de los enemigos que nos tenían acorralados y fortalecidos en las ciudades… y los indios de sus comarcas y de las ciudades más cercanas, que son Valdivia y Villa Rica, que alzados de nuevo y los caminos por donde yo les había de ayudar, de guerra, con notables impedimentos de invierno, montañas y ríos caudalosos que ni tienen puentes ni se pueden vadear…” (Francisco de Quiñones. Informe de Servicios de Guerra al Rey. 02 de abril de 1598. Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile: Segunda serie. Tomo V. Documentos Nº 24.)
Las crónicas una y otra vez insisten en el desfavorable factor geográfico estratégico explotado y optimizado al máximo por los rebeldes reche-mapunche. En una misiva de Ruiz de Gamboa al Rey se da detallada relación de las circunstancias del desarrollo de una difícil campaña militar, en que los mapunches de guerra fueron vencidos en un fiero combate que terminó desbaratando una fortaleza de importancia; pero a pesar de la derrota inflingida, que le asestó más de 1500 bajas a los indígenas, estos no tardaron en rehacerse e instalaron, una vez más, en lo alto de unos cerros circundantes, otra estratégica fortificación que les permitió controlar cualquier movimiento en el valle ya dominado por los hispanos. Desde aquel malal, o sitio defensivo, los mapunches de guerra hostigaban las huestes y emplazamientos castellanos. Esa fortificación indígena tenía a su retaguardia, como muralla natural, un caudaloso río que escurría por una profunda quebrada, accidente del terreno que lo hacía inaccesible en tres flancos, quedando expuesto solo el frente. Ruiz de Gamboa evocando en su aludida misiva dichas acciones de guerra afirma que el fuerte desbaratado “era el más peligroso de todos los que se han rompido en Chile y demás peligros, por ser mucho la gente de los enemigos y sitio muy fuerte y las entradas muy peligrosas.” (Ruiz de gamboa al Rey. Carta sobre el Estado de Guerra en Chile. 27 de Febrero de 1592. Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile: Segunda Serie. Tomo IV. Documento Nº 29.)
Los prehispánicos núcleos reche-mapunche aprovecharon el factor geográfico estratégico; y este recurso natural anti-invasivo subsistió y cobró vigencia hasta el periodo de la Conquista de Chile. Existen informes de servicios hispanos que exponen al Rey la dificultad que presentaba la “Guerra de Chile”, en cuanto a las notables bajas y amplio retraso que implicaba la esforzada y desgastada tentativa de dominio definitivo del Wallmapu o territorio mapunche. Los maeses de campo y gobernadores de turno dejaban claro que la dispersión espacial del enemigo indígena era una de las dificultades más notorias en la empresa de conquista territorial y sujeción indígena. Un cronista colonial, don Pedro Mariño de Lobera, sostiene que por los años 1574 y 1576 la situación de la “Guerra de Chile” se hacía incontenible a raíz de la dificultad de sometimiento de los naturales rebeldes, los que por uno y otro lado hostigaban a los hispanos con campañas tipo relámpago, las que se encendían en una determinada comarca, se disolvían precipitosamente, apareciendo súbitamente en otro distrito, en mayor número, con mayor fuerza, ánimo y fiereza que en la primera incursión:
“Andaban en este tiempo las cosas tan revueltas en los términos de Valdivia, Osorno y la Ciudad Rica, que parecía de la mesma tierra brotar enemigos, pues apenas se habían allanado en una parte, en cuando salían por otra en mayor número…” (Pedro Mariño de Lobera: “Crónica del Reyno de Chile.” Pág. 349.)
Dos décadas después la misma situación de guerra descrita por Lobera se repite en los informes del Gobernador Martín García Oñez de Loyola; en donde expone al Rey las dificultades y contratiempos que frenaban a los súbditos de la corona en su avance y conquista austral hacia el Estrecho de Magallanes:
“Un enemigo que se ha defendido cuarenta años de continúa ofensa por muchas comodidades que le ayudan siendo la principal la inexpugnabilidad del áspero y montuoso sitio de su habitación y no tener para su morada congregación de pueblos sino caserías distintas y silvestres donde para buscarlos es necesario dividir y desmontar el campo y con esta división y la comodidad del sitio ofenden con seguridad suya demás no tienen cabeza de gobierno a quien fuera de materia de guerra obedezcan y estos nombrados por ellos por valentía personal donde faltando uno eligen luego en su lugar al de mas suficiencia.” (Martín García Oñez de Loyola al Rey, 18 abril 1593. Biblioteca Nacional de Chile. Manuscritos Medina (en lo sucesivo BNC, Medina); Tomo 95, Doc. 1.434.-)
Un más acabado estudio de los informes de servicios y relaciones de guerra coloniales confirman que los núcleos reche-mapunche manifestaban una gran capacidad de resistencia, basado en la dinámica de desplazamiento, su capacidad de asimilación al cambio brusco, espíritu de sacrificio, su poco apreciable desgaste psicológico, además de su maleabilidad hacia el dominio de los nuevos estilos de hacer la guerra. Si la sociedad reche-mapunche se caracterizaba por su enorme flexibilidad, es porque la guerra constituía un hecho social central en la producción material, simbólica, ritual y espiritual de sus componentes individuales y colectivos. En definitiva, a manera de conclusión, podemos decir que el fenómeno weichan o molun, era el elemento propulsor que durante la etnogénesis se presentó como eje estructural sociopolítico y factor definitorio espacial primario; que con el transcurso de los siglos activó también la evolución de aquella primaria estructura social indígena que se presentó como un método de captación de la diferencia y contraste del adversario potencial o del enemigo efectivo; de la absorción-asimilación de las cualidades y elementos de aquel otro antagonista, del adversario, en pro o beneficio del núcleo étnico triunfante. Por lo tanto, esa cultura guerrera que derivó en el sostén de una admirable y elogiada resistencia centenaria traía consigo, en su piwke, en su inche el embrión conceptual de transformación de la sociedad a través del medio violento del molun o del weichan. En cuanto a su actividades internas o externas, materiales o intrínsecas, temporales o cosmológicas, el weichan, molun o guerra, era esencialmente un comportamiento definitorio de las líneas de “aculturación positiva” exhibida hasta el desarrollo de los últimos alzamientos mapunches en que esta étnia, en su rol de nación o pueblo autónomo de fines del siglo XIX, como ultima muestra de su espíritu libertario y belicoso se puso en pie de guerra contra los ejércitos argentino y chileno.

El recurso bélico malal:
El determinante factor etnico de aprovechamiento militar del terreno y optimización del recurso geográfico estratégico fue potenciado por el recurso bélico malal, o fortificación reche-mapunche, que jugó un papel fundamental, primero, en la subsistencia y seguridad colectiva de todo tiempo o época y, siglos después, incidió intensamente en el triunfo bélico de los indígenas sobre los tercios o ejércitos españoles.
Creemos el recurso malal, o fortificación mapunche, no es un elemento casual o accidental del fenómeno de la guerra declarada; más bien, especulamos, el malal ocupó un papel determinante en la primera época de formación y estructuración socio-espacial del pueblo reche-mapunche prehispánico. Sostenemos, que las tribus o bandas nómades se radicaron y comenzaron su vida sedentaria en un lugar determinado, siempre y cuando aquella área de asentamiento definitivo adoptada o elegida, además de los recursos vitales de subsistencia, debia presentar un sitio geográfico que ofreciera resguardo estratégico privilegiado al clan radicado; sitio defensivo a través del cual, desde aquel y en torno de aquel, se adoptaban las metodologías de guerra ofensivas y defensivas correspondientes, y en torno a el se llevaban a cabo las primarias relaciones etnicas identitarias. Creemos que la organización de núcleos con características de definición sociopolítica y espacial territorial reche-mapunche, se manifestó, gestó y fue determinada a la luz de una inminente “cultura del malal”; cultura en la cual los dispositivos defensivos colectivos kuramalal (fuerte de piedra) y mamüllmalal (fuerte de madera), definieron, como dijimos, el desenvolvimiento y desarrollo de una micro sociedad en la que sus miembros constitutivos, por las circunstancias de temprana competencia tribal espacial y de subsistencia, necesariamente debieron girar en torno a la existencia de un sitio fortificado, tesis que exponemos más ampliamente en el capítulo V de este trabajo.

PRIMEROS EPISODIOS BELICOS EN EL CENTRO SUR DE CHILE:

Una y mil veces se escuchó en el wellmapu, o territorio mapunche, el grito de guerra de los reche, de los könas, de los wenchru, de los weichafe. El eco del grito cabalístico de guerra marrichiwew!, el “diez veces venceremos”; arenga que como trueno retumbó en el alma y entre las cumbres de los volcanes que llenaban el amplio territorio austral. Como los lemunpewen cordilleranos los linko o ejércitos y escuadrones mapunches de todos los tiempos, recios, nobles, altivos, no restringieron esfuerzos ni astucias para vencer a los enemigos del azmapu, de la raza reche del hombre verdadero. Así, como ya veremos, los cronistas Poma de Ayala, Gracilazo; el poeta Ercilla; los jesuitas Ovalle y Rosales; entre otros, en una y otra época cantaron las victorias de las waikis o lanzas mapunches invencibles. Veamos, pues, como se conocen hoy parte de los principales hechos bélicos que a través de los siglos tiñeron de sangre y gloria la ñuke mapu, la madre tierra del gran pueblo reche-mapunche.



LA INVASIÓN MOLUNCHE.
Siglos XII, XIII y XIV, años 1100 - 1250 y 1380 d. de C.
Los siglos XII, XIII y XIV -entre los años 1100, 1250 y 1380 d. de C.- se presentan como un periodo cronológico de rápida definición social y consolidación cultural arcaica, precipitada por la violenta irrupción de tribus molunches, suscitándose conflictos por el dominio de áreas de interés geográfico vital. Una vez que comenzaron a aparecer las primeras interacciones y diferenciaciones étnicas, sobrevino la fijación territorial por parte de los grandes grupos humanos que convivían en una determinada extensión geográfica y que, además, compartían las mismas costumbres; hecho que conllevó al constante roce y encuentros violentos librados por la competencia y disputa natural del dominio de privilegiadas áreas de seguridad y subsistencia colectivas. Esto habría generado la aparición de la estrategia bélica de construcción y sustentación de precarios puestos defensivos que ejercían control permanente sobre territorios de interés general, aspecto cultural que exponemos a continuación.
La etnohistoria militar chilena, propiamente tal, no comienza con la invasión española a las tierras mapunches a mediados del siglo XVI. Los hechos de armas en nuestros suelos patrios poseen antecedentes prehispánicos bien establecidos. La memoria etnografía y las crónicas más antiguas, que relatan los sucesos bélicos acaecidos en las tierras australes de “Tchilli”, “Chilli”, “Chili”,” o “Chili-Mapu”, registran y establecen que los primeros en materializar una invasión armada a gran escala fueron los molunches y que esta arrolladora oleada, solo dos siglos después, fue precedida por la fracasada gran campaña de dominio territorial desplegada por los ejércitos incas.
Los remotos antecedentes de interacción violenta, en tierras del sur de Chile, comienza a definirse, como ya decíamos, con la aparición e invasión de una tribu de carácter altamente belicoso denominada molunches, que corresponderían a grandes núcleos de tribus peregrinas, cazadoras y recolectoras, provenientes de la cuenca del río Amazonas, las cuales una vez terminado su vagabundaje y travesía por las inhóspitas y semidesérticas llanuras patagónicas, y tras franquear la fría cordillera hacia su vertiente oriental se encontraron con bosques templados, un clima y territorio relativamente generoso en condiciones, alimentos y recursos dulceacuícolas, instalándose, primeramente, en el área de los grandes lagos, prosiguiendo con la gradual invasión-colonización de los valles centrales, grandes ríos y zona costera.
Esta tribu proveniente del área noroeste de las pampas patagónicas habría penetrado violentamente hasta el centro sur de Chile entre los siglos XII y XIII, es decir, alrededor de los años 1100 y 1250 después de Cristo; aproximadamente unos dos siglos antes de la invasión incaica. Los molunches conocidos también como ngullunches o “gente del oeste”, eran invasores que arribaron al territorio de Tchilli en sucesivas oleadas desalojando gran parte de la población encontrada y que correspondían a miembros de un pueblo bastante culto y autor de la lengua “araucana”, que llegado del norte, se había fusionado con los pescadores autóctonos.
Los molunches, tras disturbar violentamente a las tribus originarias del centro sur de Tchilli y una vez asentados definitivamente en este territorio, interactuaron con las restantes etnias adoptando su lengua; por su parte, los molunches, aportaron a las tribus originarias, sus técnicas de guerra y dominio, experiencia combativa que les había generado su denominación étnica arcaica conocida por una gran parte de las tribus del cono sur amerindio: molun: guerrear; che: gente; molunche o moluche: “gente de guerra o guerreros”. Posteriormente, el enfrentamiento particular de núcleos pertenecientes a esta belicosa tribu con huestes invasoras incaicas les llevó, por parte de estos, a denominarlos aucaes o rebeldes. (Ricardo E. Latcham: “El Problema de los Araucanos. Sus Orígenes y su Lengua.” Revista Atenea, Año IV, Nº 06, Santiago. 1927.)
Hipotéticamente, los fuertes o recintos guarnecidos prehispánicos, o anteriores al descubrimiento de América, habrían sido construidos por los indígenas originarios de la zona centro sur de Chile. Estos asentamientos defensivos se habrían presentado como ejes o núcleos de seguridad colectiva y factor natural de reacción, contención y protección ante una precolombina invasión molunche proveniente desde las pampas patagónicas desarrollada por los años 1100 y 1250 d. de C. No obstante lo anterior, existen fundamentadas tesis que aseguran que los pukarás o epukuras habrían sido asimilados por la cultura mapuche durante una hipotética incursión incásica o quechua anterior a la irrupción efectuada entre los años 1470 a 1536; tesis planteada a la luz de los testimonios etnohistóricos y etnográficos de los antiguos habitantes de pueblos originarios que indicarían una temprana expansión hacia el área suroriental de América desarrollada por parte de un bien constituido pueblo migratorio conocido ancestralmente como purun runa, como los denomina Huamán Poma de Ayala, y que habría influenciado a los antiguos habitantes de Tchilli o Chili en las áreas de la cerámica, textilería, cultivo, vestimenta, construcción de viviendas y asentamientos de carácter bélico:

“...La cuarta edad de indios Aucaruna. Allí vino la guerra. Salieron de sus pueblos de tierra baja, se fueron a poblar los cerros, hicieron fortalezas que ellos llamaban Pukará. Mucha muerte y guerra, peleaban con armas, se quitaban a sus mujeres, se quitaban sus hijos, fueron crueles, robaban sus animales, ropa, plata, oro. Entonces allí vino el Inca Rey...” (José Bengoa: Cita de Huamán Poma de Ayala. “Historia de los Antiguos Mapuches del Sur”. Pág. 35.)

Otra tesis, de gran aprobación, indica que el levantamiento de los sitios de seguridad prehispánicos son el resultado de la urgente reacción o respuesta estratégica de determinados grupos étnicos ante la permanente situación de sangrientos conflictos bélicos tribales internos acaecidos en la temprana edad del recién conformado pueblo mapuche, según lo indica don Leonardo León en su estudio intitulado "La Guerra de los Lonkos, 1536 - 1545" (Revista Chungará, Número 14; 1985, Pág. 91 a 114, Universidad de Tarapacá, Arica, Chile.)

Algunos vestigios de antiguas fortificaciones corresponderían a asentamientos de defensa permanentes y semipermanentes levantados por los indígenas locales autodenominados chinchas, originarios de la zona centro sur de Chile. La estrategia de fortificación habría sido desarrollada como respuesta ante la irrupción o invasión de tribus molunches o ngullunches que provenientes desde las pampas patagónicas, como ya expusimos, mediante sucesivas y masivas “olas humanas” arribaron al área territorial de Tchilli o Chili. La invasión molunche se habría efectuado durante un el periodo establecido, aproximadamente, entre los siglos XII y XIII.

La inesperada irrupción molunche generó una reacción colectiva que desmbocó en una organización armada y resistencia por parte de los indígenas locales; oposición que se materializó en la construcción de pukarás, pucaraes, epukuras o recintos defensivos que consistían en rústicos emplazamientos fortificados que contaban con una privilegiada ubicación estratégica que facilitaba el desarrollo de acciones de defensa, de ataque y repliegue táctico hacia los mismos; manteniendo, a través de estos centros de resguardo, una costumbre y táctica militar arcaica que habría sido, primeramente, ideada e implementada por los molunches, quienes de este modo sometían a las tribus que encontraban en su avance y expansión étnica iniciada, según algunos autores, en el área tupi guaraní situada al oeste del Amazonas. La invasión molunche al área geográfica de la actual Araucanía, o ancestral wellmapunche, se habría generado a través de los pasos cordilleranos más expeditos, entre los cuales se presentaba privilegiadamente el paso cordillerano de Villa Rica, actual Mamül Malal, y sus restantes boquetes o variantes informales; de ser así, los molunches nos habrían legado innumerables vestigios arqueológicos de asentamientos defensivos a ambos dos extremos de las cumbres cordilleranas andinas, a saber, en el valle del río Malleo Prov. de Neuquén, Argentina; y en los valles de los ríos Trankura y Elikura en la actual Reg. de la Araucanía, Chile. Igualmente, la respuesta de reacción violenta étnica originaria para contener la escaramuza o avance molunche también debió generar vestigios de las mismas características bélicas defensivas. Creemos que esto explica en parte la existencia de algunos específicos enclaves fortificados denominados “Malar” o “Malalkuras” (malal: corral, cerco; kura: piedra : “corral o cerco de piedra”) que carecen de registros históricos y técnicos científicos en las actuales zonas cordilleranas de Malleo, Aluminé, Turquinko, Chosmalal; Provincia de Neuquén -por el sector argentino- y algunos de los ya mencionados fortines existentes al interior de Kurarrewe, Köñarüpe y Likiñe, por el área andina chilena. (Félix San Martín: “Neuquén”, Pág. 31.- y Mera, Lucero y Archa. “Fortificaciones en la Localidad de Curarrehue, Sector Oriental de Villa Rica, IX Región, Chile.)

Las bandas molunches en su despliegue hacia el valle central habrían sido contenidas, provisoriamente, en los márgenes de los contrafuertes cordilleranos oriental y occidental; no obstante el dilatado esfuerzo autóctono enfocado en combates o enfrentamientos con base en el despliegue de una línea de fortificaciones rústicas establecidas en las distintas localidades que presentaban características geográficas estratégicas de paso, y después de una fiera resistencia local de parte de organizados grupos humanos beligerantes, las tribus molunches rompen la cadena de contención autóctona de los Andes y acceden a su vertiente occidental. Una vez situados en la precordillera y valles de la actual “Araucanía” inician una cruenta guerra por el control cultural-territorial; los molunches, amparados en su experiencia guerrera, logran el desalojo o interacción forzada de la población originaria correspondiente a los chinchas, un pueblo bastante culto y autor de la lengua ”araucana.” Los molunches, después de un prolongado periodo de tiempo, finalmente, adoptarían la lengua originaria o mapudungun o mapud’ ungu, aportando por su parte un alto grado belicoso y desarrollado arte de la guerra, originando de este modo, la aparición de una raza indómita e ingeniosa: El pueblo mapuche o mapunche. (Ricardo E. Latcham: ”El Problema de los Araucanos. Sus Orígenes y su Lengua.”Revista Atenea, Año IV. Nº 06, Santiago, 1927.)


Diferenciación étnica definitiva como resultado de la invasión molunche:
Las tribus molunches, al desembocar violentamente a la zona comprendida entre los ríos Itata y Bio Bio, enfrentaron salvajemente a las poblaciones originarias que se auto denominaban chinchas dividiendo en dos, étnica y territorialmente, a este basto grupo humano originario: Las agrupaciones chinchas que quedaron al norte de la agresiva tribu molunche se denominaron pikunches, o gente del norte (de pikún: norte) y a los grupos humanos dispersados hacia el sur se les llamó simplemente willinches o williches (de willin: sur.)
Por su parte, los molunches, una vez asentados, formaron una estrecha relación con algunas tribus locales que se auto denominaron mapunches o “gente de la tierra”; los molunches finalmente, por transculturación, asimilaron la lengua y costumbres de los habitantes originarios formando junto a los pickunches y willinches una especie de confederación que a través de los siglos dio origen al gran e indómito pueblo mapunche, cuyos componentes se consideraban reche, es decir, “el hombre verdadero, el hombre auténtico”, y a los que el poeta y conquistador de Chile Alonso de Ercilla bautizaría para la posteridad como “araucanos.” (Tomás Falkner: “Descripción de la Patagonia” Pág. 71.- Y Esteban Erize: “Diccionario Comentado Mapuche - Español”; léase “Moluche”)
Hace unos 9.000 a 6.000 años, tribus patagónicas de carácter belicoso franquearon la Cordillera de los Andes y se asentaron en la región centro sur de Chile.Uno de los pasos cordilleranos utilizados habría sido el actual paso Mamül Malal o Tromen y sus variantes informales.

Grupos humanos precolombinos del área del Mallowelafkén:
Entre los grupos humanos arcaicos del área del Mallowelafkén -actual lago Villa Rica- o anteriores al Descubrimiento de América o Conquista Española, se reconocen tres tipos de etnias interrelacionadas y pertenecientes a la gran familia mapuche: los willinches (gente del sur) diseminados entre la costa, centro y precordillera; y los pewenches (gente de los piñones) que abarcaron el área subcordillerana y cordillerana propiamente tal. Sin embargo, históricamente, se registra que las tribus que mantenían un dominio permanente del área circundante a la laguna de Mallowelafkén, habrían correspondido a la temida y belicosa etnia de los poelches o puelches (gente del este), grupo humano que aprovechando los boquetes o pasos cordilleranos habría habitado parte de los valles y zonas lacustres precordilleranas orientales, intervenido culturalmente a las etnias originarias. La existencia de componentes de la étnia puelche en el área geográfica en la que se emplazaría la futura Villa Rica la rescatamos de una fuente histórica temprana del contacto hispano-indígena, crónica que da cuenta de la orden que diera Pedro de Valdivia a su adelantado Gerónimo Alderete con relación a la primera fundación de Villa Rica: “...Y por que envió a Alderete a poblar una ciudad en el valle de los Poelches, que es donde le dijeron que estaban las minas de plata, trazando en su predio, que si era verdad el tiempo las descubriría y se ennoblecería el Reyno, llevó consigo a Villagra...” (Alonso Góngora Marmolejo: “Historia de Chile. Desde su Descubrimiento Hasta los Años de 1575.” Cap. XIII. En CDC. Tomo II.)
Posteriormente, una vez fundada e instalada la Villa Rica, y durante el gobierno de García Hurtado de Mendoza, un documento escrito por Juan de Matienzo, registra que el área de la Villa Rica estaba poblada por tribus de la temeraria etnia puelche:
“...Los términos de estas tres ciudades, Valdivia, Osorno y Villa Rica, consisten entre la costa del mar y la gran sierra nevada en anchura de quince o veinte leguas del norte al sur. Comenzose este alzamiento cuando el terremoto en la falda de la dicha cordillera por ser tierra áspera y vivir allí los indios puelches que no han servido, para recogerse allí en los casos adversos y fueron prosiguiendo poco a poco sacando los unos consejo de los sucesos de otros...” (Juan de Matienzo. Carta al Virrey del Perú. Sin Fecha. ”Alzamiento y Rebelión de los Indios Araucanos. Varios Tocantes al Gobierno de las Indias.” Colección de Historiadores de Chile y Documentos Relativos a la Historia Nacional. Tomo II. Documentos. Pág. 260.)
Ya para fines del siglo XVI, la historia continúa corroborando la tesis anterior, señalando en variados textos coloniales, que los puelches en manifestación de repudio a la ocupación wingka del área de Mallowelafkén, con la consecuente usurpación de sus parcialidades territoriales y disturbación del inmemorial orden social o azmapu, habrían desarrollado un papel bélico relevante que repercutió en la intervención y disturbación de la estabilidad y paz de la Villa Rica española. Los puelches asociados militarmente con sus peñis willinches o hermanos del sur, formaron con estos, una poderosa alianza militar que iniciaría infatigables y efectivas hostilidades contra fortificaciones, encomiendas y ciudades hispanas entre los años 1552 y 1587; siendo los vecinos del distrito de la Villa Rica los más afectados por esta estratégica, organizada y efectiva alianza puelche-willinche. (Leonardo León: “ La Alianza Puelche - Huilliche y las Fortificaciones Indígenas de Libén, Riñihue y Villa Rica.” Revista Chungará Nº 10. Año 1985, Pág.42.)

LA INVASIÓN INCA Y RESISTENCIA MAPUCHE:
Fines de los siglos XV y principios del XVI, años 1470 - 1485 - 1536:
Entre los siglos XI y XII el pueblo quechua crea el Imperio Tihuantisuyu o Imperio Inca, que dominó culturalmente el área andina oriental sudamericana. En el año 1460 d. de C., esta cultura dominaba ya todo el norte de Chile. A fines del siglo XIV y principios del siglo XV, mientras las tribus locales del centro sur de Tchilli o Chili aún no terminaban de consolidarse, al extremo norte, en las tierras de Pirú y Alto Pirú -actuales Perú y Bolivia-, se manifestaba toda la potencia estructural religiosa, política y militar del la cultura inca. La constante amenaza de una invasión del imperio inca al área centro sur de Tchilli, o inclusive, la hipotética, audaz contención de la misma al sur de la cuenca del río Maula o Maule, territorio wellmapunche, nuevamente habría generado el levantamiento de estratégicos sitios fortificados destinados a la contención extranjera para así sustentar el resguardo y dominio territorial. La exitosa práctica funcionalidad defensiva indígena local, basado en el sistema de repliegue defensivo permanente, por medio de la construcción de refugios de seguridad colectiva, se presentaría también como un auxiliar de control de circuitos de movilidad o tránsito de tropas o despliegue de grupos armados autóctonos correspondientes a la gran familia mapuche. (Leonardo León: “ Expansión Inca y Resistencia Indígena en Chile, 1470 - 1536.” Revista Chungará Nº 10, 1983, Págs. 95 -115.- Américo Górdon: “Actividad Prehispánica de los Incas y su Influencia en la Araucanía”, 1988; 45º Congreso Internacional de Americanistas; Bogotá, Colombia.-)


La etnohistoria no rescata mayores antecedentes referentes a grandes despliegues estratégicos de tropas del ejército inca al margen sur de la ribera del río Maule; solo el cronista peruano Garcilazo registra, escuetamente, el prolongado y feroz enfrentamiento entre huestes del imperio del sol y los guerreros pikunches o promaukaes, una tribu de lengua y costumbres “araucanas” que derrotó a un grueso contingente inca comandado por el príncipe Sinquiruca, por el año el año 1485, quien en su empresa de expansión a tierras australes se encontró con algunas tribus originarias del centro sur de Chile, bandos tribales que opusieron tenaz resistencia, manteniendo el río Maule como limite territorial y cultural de aquel poderoso imperio del norte. Los invasores del Imperio Tihuantisuyu reconocerían el valor y organización militar de este indómito pueblo bautizándolos con el nombre de aukaes o aukas, vocablo quechua que significa, indistintamente, “rebeldes o libres”. Por su parte los denominados “aukaes” o componentes de los pueblos originarios del sur de Tchilli o Chili se consideraban, así mismos, como reche, es decir, “el hombre verdadero o autentico” aspecto que los llevaba a reconocerse como únicos “dueños de la tierra”; amplio concepto que los indujo a autodenominarse colectivamente como mapunches o “la gente de la tierra”. Finalmente, con el descubrimiento de América y el arribo de la cultura hispana a tierras mapuches, a mediados del siglo XVI, este pueblo de lanzas, cultrunes y trapelacuchas sería inmortalizado por la cultura occidental que los denominó y dio a conocer universalmente como “araucanos.”

Campaña Ingka, según las crónicas de Garcilazo:
El inicio de la expansión incásica al sur del Cuzco la planificó el rey Topa Inca Yupanqui quien, por el año 1470 después de Cristo, motivado por la información de la existencia de riquezas mineralógicas en territorios del área austral, promovió una campaña militar de invasión a suelos mapunches; esta invasión estuvo al mando estratégico del príncipe heredero de nombre Sinquiruca.
Según el historiador peruano Garcilazo, el Imperio Inca, en expansión de su soberanía desplazó sus fuerzas e interés hacia el sur, motivado por la búsqueda de más súbditos tributarios y, por ende, el aumento de las riquezas de sus arcas. Las eficientes fuerzas invasoras del príncipe Sinquiruca sometieron y anexaron las provincias y pueblos del norte de Tchilli, alcanzando el control territorial total hasta la zona central de Tchilli, donde fueron contenidos, enfrentados y derrotados, sorpresivamente, en una gran batalla sostenida por la tribu de los pikunches, un grupo social arcaico de lengua y costumbres araucanas.
La batalla final, que extinguió la sed de expansión y más riqueza de los Incas, se desarrolló en el valle del río Mapocho, aproximadamente entre los años 1485 y 1587, medio siglo antes de la llegada de Diego de Almagro a Chile. El violento encuentro armado duro tres días y presentó un frecuente auxilio, socorro y renovación de fuerzas militares de parte de ambos bandos enfrentados. La inesperada total derrota del príncipe inca Sinquiruca provocó la urgente retirada de sus tropas hacia el área norte de Chile, quedando el río Maule como división y frontera entre las tierras y dominios del imperio de los “hijos del sol” y la “gente de la tierra” o aguerridos mapuches.
A pesar de la tenaz oposición y constante amenaza mapuche, los incas, apoyados por algunas tribus del norte, igualmente habrían logrado extraer oro de las tierras de Tchilli. Todo indica que los incas establecieron colonias mineras que eran protegidas por reductos militares fortificados para seguridad de quienes laboraban los yacimientos. La extracción de metales nobles se desarrolló, especulativamente, en una amplia extensión geográfica que alcanzó a franquear las riberas del Marga Marga; este antecedente esta corroborado históricamente, puesto que para los primeros meses del desarrollo de la Conquista de Chile, según las tempranas crónicas hispanas, el primer arribo militar y exploración mineralógica hispana de la zona geográfica de Marga Marga, se vieron sorprendidos por el hallazgo de una antigua mina de oro abandonada en esta área, yacimiento que sin duda había sido explotado por los súbditos del imperio inca: “Hallaron los españoles en Marga - Marga señales que estaban en presencia de una mina de oro abandonada. No se puede explicar el regocijo y júbilo de los españoles cuando vieron tales insignias, y como si ya tuvieran el oro en las bolsas, ninguna cosa pareció faltarles, ni les preocupaba tanto como saber si habían suficientes costales y alforjas en el Reino para que pudieren echar en ellos tanto oro...” (Pedro Mariño de Lobera: “Crónica del Reino de Chile.” Pág. 46. )
No obstante lo anterior se estima, hipotéticamente, que las tropas incas habrían incursionado y explorado militar y mineralógicamente, al menos, hasta el margen sur de la ribera del río Toltén y contornos del lago Mallowelafkén (o Villa Rica) y el lago Kalafkén.
“...La metalurgia, más o menos rudimentaria conocida antes de la penetración incaica, alcanzó, gracias a ella, una beneficiosa influencia. Agentes del monarca cuzqueño buscaban minas de oro y plata en los cerros, y establecieron nuevos centros explotadores de cobre. Fernández de Oviedo habla de algunas minas trabajadas como si lo hubieran sido por manos de españoles...” (José Bengoa: en cita del cronista Fernández de Oviedo. “Historia de los Antiguos Mapuches del Sur”. Pág. 37.)
Los incas habrían establecido colonias mineras que formaron archipiélagos de dominio territorial en la antigua Araucanía. Estos enclaves se emplazaron en áreas específicas que presentaban la existencia de riquezas mineralógicas. No esta bien establecido si estas colonias incas, en una primera etapa, contaron con la autorización o consentimiento de los mapuches, o que estas colonias simplemente fueron establecidas gracias al temporal predominio militar incaico.
A la luz de algunos antecedentes, se estima que efectivamente existió un pacto o consentimiento mapunche de participación mutua referente a la explotación y mantención asociada de estos enclaves mineralógicos. La participación en la vida asociativa con agentes extranjeros, por gran parte de las tribus mapuches, se volvería a repetir en el periodo de la Conquista de Chile, en el cual los denominados “indios amigos” participaron activamente en los ámbito social, económico, militar y religioso; aspecto que fue regulado por pactos formales de ayuda y beneficios mutuos. Este hecho explicaría, etimológicamente, la temprana existencia del origen del vocablo mapunche “ingka”, que se traduce literalmente como “amigo”; posteriormente el mismo vocablo se utilizó para designar al extranjero o invasor, ya que el termino compuesto epu-ingka (epu: dos, plural; ingka: súbdito del Imperio Tiwantisuyu. Epuingka: los incas) El vocablo epuingka habría generado el actual término mapuche winka o wingka, que en el periodo colonial se acuño como sinónimo de invasor español u hombre blanco. Etnográficamente no se registra cuales fueron los motivos del quiebre de relaciones mapuche-incaica. En el área lacustre de la antigua Villa Rica hispana, se podría establecer la hipotética filiación u origen incaico de los fuertes Purakina y Pitrén. Estas dos fortificaciones, la primera situada en la ribera sur del Toltén y la segunda al sur del lago Kalafkén, arrojan antecedentes arqueológicos que los definen como asentamientos militares prehispánicos que estiman una data temporal científica encuadrada, más menos, entre los años 1445 y 1515. Estos dos emplazamientos defensivos prehispánicos se presentan relacionados a sectores que, según la tradición local, corresponderían a fortificaciones relacionadas con la explotación mineralógica inmemorial. (José Saavedra: “Fortificaciones Tempranas en la Frontera Sur del Estado de Arauco. Valle del Toltén”. Universidad Austral de Chile. Valdivia. 1991.)
LA GUERRA DE LOS LONKOS, 1536-1545: Conflictos bélicos internos del pueblo mapunche:
El malón, según el admapu o derecho de la costumbre mapunche:
La mantención de la paz, social en el arcaico pueblo mapunche, revestía suma importancia en la interrelaciones tribales de la gran familia mapunche. La mantención de la armonía social descansaba exclusivamente en longko o ülmen, que tenía el derecho de juzgar, pues era el encargado de velar por la reparación o composición del quebrantamiento del azmapu, o “Ley de la Tierra”. El azmapu estaba constituido por costumbres y disposiciones orales de carácter consensual general que perseguían el bien común y la paz social a través del desarrollo de una cultura de la cortesía y respeto mutuo.
El cumplimiento del azmapu descansaba en cada uno de los miembros de la sociedad mapuche siendo, ellos mismos, los únicos responsables de mantener una vida y desenvolvimiento social de carácter pacífico; dando con esto, un sobrado ejemplo de empatía, sentido común y una alta calidad en las relaciones interpersonales, puesto que el azmapu carecía de un ente social rector que lo tutelara o exigiese su cumplimiento y ante el cual, como ya dijimos, el longko o ülmen solo se presentaba como un amable componedor en caso de provocarse un conflicto de intereses, individuales y colectivos, debido a una grave transgresión del mismo.
Al momento de dirimir divergencias o solucionar conflictos, el longko daba inicio a un juicio de de carácter público y en cuyo proceso, establecido con anterioridad, se oía atentamente a las partes involucradas; una vez dictada la sentencia “el monto exigido” se consideraba según la dignidad de la persona agraviada, pudiendo ser el doble, el triple o hasta diez veces más, equiparando la ofensa o el daño obrado, generalmente con kullíñ, (Patrimonio personal, especies de ganado autóctono) o llankas (piedras semipreciosas) evitando de este modo excesos de venganza, rencillas pendientes o ajustes de cuentas particulares. El anterior concepto y aspecto de “amistosa composición” lleva a destacar la inexistencia del concepto de cárcel, centros de reclusión o castigo corporal en la antigua Araucanía; al menos hasta antes de la Conquista española. El fracaso de la composición, reparo o indemnización del daño causado por una de las partes, otorgaba el derecho colectivo a la exigencia del resarcimiento o indemnización de lo obrado o castigo de una acción nociva por la vía de la coacción o aplicación de la fuerza familiar o comunitaria, nunca individual; nacía así el acto de reparación familiar o tribal violenta de nominado malón, que tiene su origen etimológico y conceptual en el acto del molun o guerra. El malon estaba sujeto a reglas básicas que establecían los limites de acción donde él o los afectados cobraban lo adeudado o autocomponían la ofensa a conciencia y libre acción. Estos descargos y acciones violentas, presentaban variaciones que obedecían a la mayor o menor preeminencia social del sujeto o familia afectada.
Competencia tribal de subsistencia:

En la región precordillerana y lacustre de la antigua Villa Rica residían los willinches serranos a la par de los puelches y pewuenches. Latcham establece que los willinches serranos surgieron de la interrelación puelche-willinche. Los puelches habitaban los valles cordilleranos desde el paso o boquete de Villa Rica, hasta el norte del lago Nawelwapi. Los willinches propiamente tales se establecieron al sur del río Toltén. La primera diferenciación étnica recaía entre aquellos grupos humanos que habían adoptado una vida semi-sedentaria, subsistiendo de los cultivos, y aquellos otros que continuaban siendo nómadas, desplazándose en pos de las áreas generosas en los factores vitales de la pesca y la caza. Fray Antonio Sors señala que los willinches serranos nómadas cambiaban periódicamente de lugar de residencia y no contaban con un habitáculo fijo, efectuando necesarios desplazamientos hacia área vitales; estas bandas cazadoras y recolectora, al encontrarse con otros grupos étnicos, provocaban inevitables roces, que ponían por factor principal el objetivo primordial de apoderarse de las áreas que presentaban mayores ventajas para el desarrollo de la vida, provocándose violentas incursiones armadas que enfrentaban a clanes de una misma etnia y de preferencia con las etnias de las vertientes cordilleranas orientales puelches y pewenches. Las escaramuzas fueron definiendo el control territorial de uno u otro grupo indígena. De esta manera a raíz de estos primeros enfrentamientos la familia mapuche de división en grandes grupos humanos: los mapuches se posesionan al norte del río Toltén y hasta el sur del río Cautín; los willinches se establecen al sur del Toltén y alcanzan hasta el Seno de Reloncaví y Chiloé, mientras los puelches se emplazan definitivamente en las laderas occidentales de la Cordillera de Los Andes y preferentemente en la vertiente oriental patagónica. Los willinches serranos se apoderan del espacio territorial colindante al contrafuerte cordillerano occidental, que incluía una diversidad de accidentes geográficos cercanos a los grandes lagos. Los pewenches, por su parte, se relegaron a la media y alta cordillera.
CONQUISTA DE CHILE, 1541-1602: Arribo y presencia de los súbditos hispanos:
Desde que América fue descubierta por Cristóbal Colón, el 12 de octubre de 1492, los Reyes Católicos de España impulsaron la empresa de evangelización, dominio y conquista de las nuevas tierras que fueron conocidas, inicialmente, como “las indias occidentales”.
Las tierras de Chile fueron descubiertas por el marinero Hernando de Magallanes en el año 1521. Desde esa fecha nacería el interés de la Corona Española por poblar el área Austral de Sudamérica. Posteriormente, el año 1535, Diego de Almagro sale del Perú hacia la recién descubierta zona austral y explora las tierras de Chile en su área norte por mediados de 1536. Este reconocimiento geográfico llegaría hasta los ríos Ñuble e Itata, lugar en que debió regresar por la feroz resistencia que encontró entre los indígenas de la región. Los descubrimientos de Magallanes y la expedición de Almagro incentivaron al Rey de España, Carlos V, quien en 1537 autorizó la conquista de las tierras ubicadas al sur del Virreinato del Perú. La empresa de la conquista de Chile fue encomendada a don Pedro de Valdivia, quien el año 1540 logró reclutar 150 soldados entre los cuales figuraban hombres como Jerónimo de Alderete, Francisco de Aguirre, Francisco de Villagra y Rodrigo González Marmolejo.


La Guerra de Arauco , propiamente tal, se inicia junto al establecimiento del Reino de Chile, a mediados del siglo XVI; para aquella época América aún continuaba siendo explorada y colonizada.

Pedro de Valdivia dio a la tierra de Tchilli o Chili el nombre de "Nueva Extremadura", fundando la ciudad de "Santiago del Nuevo Extremo" el 12 de febrero de 1541; hecho con el cual se inicia el periodo histórico de la conquista de Chile. Con el tiempo, la “Nueva Extremadura” pasaría a denominarse "Capitanía General del Reino de Chile.”
Alonso de Ercilla sería el primer occidental en describir la geografía de la nueva tierra austral chilena descubierta y por conquistar:

“...Es Chile, norte sur de gran longura,
Costa del nuevo Mar del Sur llamado;
Tendrá del este a oeste de angostura
Cien millas por lo más ancho tomado;
Bajo del polo antártico en altura
De veinte y siete grados, prolongado
Hasta do el mar océano y Chileno
Mezclan sus aguas por angosto seno...”
Por mediados del siglo XVI los territorios del naciente Reino de Chile comenzaban a ser dominados y colonizados por los hombres de la Corona Española, quienes fundaron por toda la nueva tierra austral, ciudades, villas, fuertes y fortines. Los mapuches, organizados militarmente, se oponían de forma tenaz al extranjero o wingka que invadía sus tierras ancestrales. En esta legendaria época de “choque de culturas” la Guerra de Arauco escribiría sus más bellas, trágicas y heroicas páginas. La rápida expansión de las huestes ibéricas llevó a que la soberanía de la Corona Española, en solo 50 años, se extendiera desde el norte de la “Nueva España” o México, hasta el austral paralelo 39º del Reino de Chile; es decir, hasta el área geográfica del lago Mallowelafkén y volcán Rukapillán, extenso, fértil, poblado y bello territorio mineralógico en que los conquistadores fundaron una nueva colonia a la que llamaron “ Villa Rica”.
El interés hispano en la Araucanía:
La historia de nuestra Villa Rica se suma a la empresa de la Conquista de Chile iniciada por don Pedro de Valdivia el 12 de febrero del año 1541, fecha en que fundó la ciudad de “Santiago del Nuevo Extremo”, inaugurando de esta manera una extensa y exhaustiva campaña de colonización que se extendió hacia el sur y que tenía como objetivo principal la exploración, identificación, y dominio de las áreas que presentaban recursos mineros de interés. La posterior administración y explotación de estos yacimientos de metales nobles sería, finalmente, la actividad económica que se presentaría como la fuente de sustento más rentable de la población y sociedad española del Reino de Chile de la conquista; empresa mineralógica que mediante la generación de cuantiosos recursos pecuniarios igualmente se presentaría como fuente de señorío, honor y poder social:
“...También en aquel tiempo, junto a la ciudad de Concepción, se hallaron otras minas muy ricas, en las que había ochocientos indios sacando oro. Estando en esta propiedad, trajeron a Valdivia una batea grande llena de oro, sacado por sus indios en breves días. Valdivia habiéndolo visto, no dijo más que estas palabras: ‘Desde ahora comienzo a ser señor...’ ” (Alonso de Góngora Marmolejo: Historia de Chile, Desde su Descubrimiento hasta 1575.” Pág. 22.)
El antecedente básico de interés económico acaecido en la Conquista de Chile, fue idéntico al desarrollado en la invasión y dominio efectuado por los españoles de Francisco Pizarro en las tierras de Perú y Alto Perú -actual Bolivia-; en aquellas tierras, los hispanos fundaron sus principales colonias en los lugares de mayor valor mineralógico como lo fueron Cuzco, Potosí, Huancavélica, Huantajaya y Porco; centros de actividad minera colonial, que debido a sus cuantiosos recursos a las arcas de la corona, colaborarían en la acuñación de la famosa expresión hispana “Vale un Perú”, exclamación que hacía referencia a las pingües ganancias económicas que estos centros de explotación generaron en tierras incas, y que dieron origen al establecimiento del riquísimo Virreinato del Perú. (Darío de la Fuente D. “La Minería en la Civilización Andina ”, Pág. 71.)
En el Reino de Chile de la conquista se adoptaron las mismas selectivas pautas de colonización que se aplicaron, por ordenanza real, en todas “las nuevas tierras de las indias occidentales.” En lo que respecta al dominio del territorio austral de Chile, situado al sur del río Bio Bio, destacamos aquí las motivaciones mineralógicas hispanas que llevaron al emplazamiento de cuatro de las principales ciudades fundadas por el Gobernador Pedro de Valdivia en la indómita Araucanía. Estos centros urbanos se establecieron estratégicamente en los lugares que guardaban, en sus entrañas geográficas, valiosos yacimientos de metales nobles:

Los ricos yacimientos situados en las quebradas de los actuales ríos Imperial, Cautín y Cholchol, originaron el establecimiento de la antigua ciudad de La Imperial, actual Carahue o Karawe. El legendario yacimiento de oro denominado “Veta Madre de Dios” generó el emplazamiento de la ciudad de Valdivia, y la igualmente rica área mineralógica ubicada al norte de Valdivia conllevó al levantamiento de la estratégica fortaleza colonial del Valle de la Marikina, actual fuerte “San Luis de Alba.” El extenso mineral aurífero de Ponzuelos impulsó a la fundación de la antigua ciudad colonial de Osorno: “Este mineral de oro de Ponzuelos se halla en la banda izquierda del río negro, afluente del río Rahue, a 35 kilómetros al sudoeste de Osorno, donde se descubren todavía sus ruinas...” (F.S. Astaburuaga: “Diccionario Geográfico de Chile”, Pág. 87.)
Finalmente la existencia del patrimonio mineralógico del cerro conocido en el periodo colonial como Wehaipide -actual cerro Wingkakara-, más la existencia de importantes centros de explotación minera de la precordillera y cordillera de la gran laguna de Mallowelafkén y volcán Rukapillán; además del importante y estratégico paso o boquete cordillerano “hacia la mar del norte” u océano Atlántico, dieron origen al establecimiento de la Villa Rica en el área del ángulo sur del nacimiento del río Toltén.
Indígenas vertiendo oro derretido a los hispanos, en castigo a su inagotable hambre y sed de riquezas. Grabado del Siglo XVI.

QUIEBRE DE RELACIONES Y UNIDAD INTERNA DEL PUEBLO MAPUNCHE: ”Indios Amigos” v/s “Indios de Guerra”
Es de importancia destacar aquí, un aspecto de quiebre social mapunche generalizado y originado a raíz del contacto interétnico temprano hispano-indígena, hecho que se manifestó en la irreconciliable disturbación de relaciones internas entre los denominados “indios amigos” quienes abrazaron la fe cristiana, aceptaron la “civilización“ hispana y se sometieron a la autoridad del rey; y en su contraparte otro factor humano protagonista: los “indios de guerra” quienes se opusieron consciente y rotundamente a la invasión occidental que amenazaba profundamente la autonomía-nación del pueblo mapunche, intuyendo en la intervención del wingka invasor la pérdida de su territorio y la consecuente desintegración de su ancestral cultura.
Así, de este modo, deduciendo los términos expuestos, nos encontramos con una confrontación tribal interna local de los mapunches desarrollada, en una parte, por las tribus lacustres cristianas, o lafkenches “occidentalizados”, que eran aliados de los hispanos y combatían junto a las tropas del Rey, “indios amigos” de los cuales en la antigua Villa Rica fue icono el cacique Kurimanke, quien con su familia e “indios leales”, pereció trágicamente defendiendo la ciudad junto a los soldados españoles del capitán Rodrigo de Bastidas. Por la otra parte, encontramos a los mapunches beligerantes o alzados que luchaban por la unidad política militar y la supervivencia cultural de sus pueblos, de los cuales fiel representante en el distrito de La Rica colonial fue la toki Janekeo.
La competencia natural ancestral existente entre tribus mapuches que buscaban expansión territorial y consolidación vital, tienen fundados antecedentes pre y posthispánicos; estos conflictos internos perdurarían a través de los siglos incluso hasta el siglo XIX. Esta bien establecido, históricamente, que a mediados del siglo XVII, mapuches del Mallowelafkén y Kalafkén mantenían discordias ancestrales con las parcialidades puelches de la vertiente oriental cordillerana. Los puelches repudiaban el tratado de Quillín de 1641 por el cual eran beneficiados “en el comercio y la seguridad mutua” los mapuches del Mallowelafkén y Kalafkén; condición de garantías que perduraría mientras fueran respetadas las disposiciones de paz convenidas en el tratado. El año de 1649, una irrupción puelche trasandina a territorio mapuche occidental derivó en un malón, o represalia armada que fue seguida de saqueos y muerte a discreción.
El malón de 1649 afectó a una tribu de Challupén, ante lo cual el cacique de la parcialidad, el longko Pinchulef, solicitó a las autoridades hispanas la presencia y auxilio de tropas de la Corona. Los hispanos efectuaron un operativo militar en el que fueron apoyados por “indios amigos” de la parcialidad de Boroa o Forowe. Finalmente, el capitán Luis Ponce de León, al mando de 16 soldados hispanos secundados por 1.000 mapuches aliados, arribó al área de Challupén-Pukura, auxiliaron a los mapuches locales, dieron persecución y desbarataron las hordas de los belicosos puelches en un cruento enfrentamiento acaecido en el área del lago Epulafkén, actual lago Wechulafkén, allende a la cordillera, en el actual territorio de la República Argentina. (Padre Diego de Rosales: "Histórica Relación del Reino de Chile." Tomo III, Págs. 394 a 399)
Para inicios del siglo XIX, la pérdida del dominio y control español sobre sus colonias americanas y la independencia de las mismas, generaron la disminución del intercambio económico y la ausencia de resguardo militar que afectaron a las tribus que se relacionaban amistosamente o “trataban” con la Corona Ibérica. El desamparo provocó la necesidad de protección armada y la reactivación de relaciones de comercio con entidades la naciente República de Chile para así permanecer con las ventajas de seguridad y garantías de prosperidad que se habían mantenido con las destituidas autoridades hispanas. Para mediados del siglo XIX aun se registraba la subsistencia de enemistades tribales y conflictos de intereses mapuches que afectaban la relación y “entendimiento” pacífico de los ayllarewes situados al sur del leufu Kagtén o río Cautín.
El lo que respecta al área del antiguo corregimiento colonial de la arruinada Villa Rica, durante fines del año 1848, ante las carencias de protección externa ante irrupciones y amenazas bélicas de peñis belicosos, los longkos del Mallowelafkén y Kalafkén manifestaron serias intenciones de auto-anexión a la República de Chile; motivación que descansaba en razones que evocaban conflictos étnicos internos de seguridad tribal ancestrales que se mantenían con otras parcialidades y etnias. Finalmente, para el desarrollo de los sangrientos episodios del “alzamiento mapuche de 1881” se registra un radical cambio en los ánimos y relaciones de las tribus del Aillarewe del Mallowelafkén con las restantes parcialidades existentes entre los ríos Cautín y Toltén. El aspecto de “conciencia de amenaza” despertado por la invasión armada del Ejército de Chile o “Ejército del Sur” y la evidente perdida del territorio, factor fundamental para la supervivencia y subsistencia de la raza y cultura mapunche, movilizó a longkos y ülmenes a la unificación y resistencia armada que se desplegó, sin excepciones, desde el río Malleko hasta el río Wadalafkén o Calle Calle. (“Nampüllkafe”: Viaje de los Mapuches de la Araucanía a las Pampas Argentinas. Movilidad Espacial, Cultura y Sociedad en los siglos XIX y XX, Informe Final Proyecto Fondecyt, Nº 1000097, año 2002.)

Oficiales españoles auxiliados militarmente por un piquete de “indios amigos”.Grabado tomado de la obra “Historia de las Indias” del Padre Diego de Durán, siglo XVI.
Durante el siglo XVI, la división de voluntades como resultado de la elección de participación en la sociedad colonial occidental cristiana o la exclusión de esta, puso en una profunda confrontación a los hermanos de una misma etnia estableciéndose, a raíz de esto, profundos e irreconciliables odios entre los peñis mapunches; diferencias que finalmente se transformaron en represalias de sangre y fuego reciprocas, causando aquellos actos de violencia, numerosas e innecesarias muertes entre ambos bandos indígenas.
Por ultimo, es de importancia destacar que los europeos aprovecharon y optimizaron la división social que generaron los habitantes originarios bautizados, occidentalizados y colaboradores en el desarrollo de la conquista; fenómeno social que permitió, con la ayuda de estos ”indios amigos”, el sometimiento humano y el control armado territorial a manos de una disminuida población, de apenas 5.000 hispanos dispersos en el centro sur del reino de Chile, por sobre los cientos de miles de almas que constituían la población originaria del wellmapu o Araucanía. En fin, la colaboración de los denominados “auxiliares”, ”aliados”, o “indios amigos” fue un factor fundamental para el logro de la empresa de la conquista del Reino de Chile, e igualmente de las demás capitanías, gobernaciones y virreinatos de América; pues, la misma situación de quiebre de relaciones y unidad étnico-social se manifestó por todo el nuevo continente a través de irreparables discordias que se presentaron “entre los hijos naturales de las nuevas tierras de las Indias occidentales”; factor étnico de irreconciliables posturas que derivó en una determinante consecuencia estratégica militar que favoreció a los europeos, también queda claramente establecida en las tempranas historias de la conquistas de México y del Perú.


TESTIMONIOS DE LA GUERRA DE ARAUCO:
Una guerra centenaria:
A mediados del siglo XVI los mapunches abrazaban la reciente memoria de su victoria sobre los ejércitos del poderoso Imperio Inca, a orillas del río Maule. Su naturaleza indómita y autárquica y cada día creciente el abuso en el régimen de encomienda hispano reactivaron la capacidad de organizar una rebelión a gran escala que también diera por tierra con los proyectos de colonización de los españoles que ocupaban sus ancestrales territorios. El nuevo poderoso enemigo extranjero o wingka que traía kawallos y portaba tralkas o armas de fuego, merecía un tratamiento bélico excepcional que escapaba a sus rudimentarias e ingeniosas técnicas militares que habían sido tan eficientes en antaño; de esta manera, los mapuches, una vez iniciada su guerra con el wingka español renovaron y acondicionaron sus tácticas de combate: integraron los recursos bélicos del conquistador, adoptaron sus armas, dominaron sus cabalgaduras, e incluso reorganizaron y acondicionaron su sistema social-económico a las circunstancias y necesidades de la guerra.
Arqueológicamente se registra un gran número de fortificaciones emplazadas en plena cordillera y cadenas montañosas de la Araucanía, y este hecho obedece al organizado repliegue defensivo y despliegue ofensivo hacia y desde emplazamientos defensivos situados en áreas estratégicas. El repliegue se daba las épocas de verano en que las armas de fuego españolas optimizaban su letal eficacia, por lo que los jefes mapunches y sus familias dependientes se trasladaban a las áreas montañosas que contaban con un malal o fortificación llevando consigo sus bienes y provisiones como frutos recolectados, chacarería y ganadería menor; así, una vez llegadas las primeras lluvias, después de ampararse en el imponente medio ecológico y geográfico, regresaban a sus poblados, dando inicio a la ejecución los despliegues armados de sus bien planificadas campañas de asaltos y correrías, que siempre daban sobre un poblado, hacienda, encomienda, o reducto militar castellano o de los “indígenas amigos”. Después de causado el mayor daño posible se procedía a la rápida y metódica desarticulación de la horda o escuadrones de könas o guerreros, lo que quitaba a los cristianos la posibilidad de dar cuartel, descargas o despliegues directos a los agresores, que siempre pertenecían a reductos o asentamientos indígenas de áreas distantes entre sí.
Como se expuso recientemente, históricamente se deduce que el principal factor que determinó el definitivo triunfo mapunche sobre los hispanos en la Araucanía se debe a que en la Conquista de Chile, y especialmente en el dominio del wellmapu o territorio mapunche, los españoles no encontraron un poder central contra quien dirigir sus acostumbrados grandes despliegues militares y represalias armadas, como sucedió efectivamente en las culturas azteca o inca; si no que en los territorios de la antigua Araucanía las fuerzas de choque castellanas encontraron solo dispersos y atomizados linajes o tribus nómades como los pewenches, o seminómades como los mapuches, que constituían sociedades políticas tribales independientes que ocasionalmente formaban federaciones de linajes sociales encabezados por un longko o cacique y en donde la cooperación o interrelación étnica solo se manifestaba en tiempos de guerra como un accionar militar conjunto. De este modo los hispanos se vieron también obligados a cambiar su estrategia militar comenzando una, para ellos, desconocida guerra sin cuartel que se definía en arduos y constantes combates de localidades doblemente pesadas y peligrosas que las campañas convencionales, y más aún debido al dificultoso aspecto del terreno que impedía la normal evolución de las tropas de caballería, que eran eje el de todo despliegue bélico hispano y les garantizaba una holgada victoria armada sobre los indígenas.
La cruda situación de guerra en Chile y el no sometimiento cabal del dominio del territorio araucano disminuyó el estimulo de colonizar esta parte del territorio americano. La Guerra de Arauco, desde sus primeras campañas, solo traía al Reino permanentes y cuantiosas pérdidas materiales y humanas. De hecho, a pesar de todas las dificultades, la Corona Española logró establecer una esporádica soberanía, de solo medio siglo, en estos territorios mediante colonias que a duras penas sobrepasaban el centenar de vecinos hispanocriollos. Las colonias fundadas al sur del río Maule estaban diseminadas, estratégicamente, en un territorio densamente poblado por indígenas hostiles, que abrazaban y desconocían la paz permanentemente, aspecto que desgastaba psicológica y socialmente a los conquistadores.

Según los estudios de distintas épocas referentes a las bajas producidas por la Guerra de Arauco, en sus centenarias campañas, se llega a la conclusión que tal episodio bélico costo la vida de aproximadamente 30.000 hispanocriollos, 60.000 “indios amigos” o de paz, y unos 180.000 perdidas de mapuches “rebeldes”, “alzados” o de guerra. Según algunos autores, las pérdidas mapuches incluso llegarían a bordear las 250.000 víctimas, si se suman las causas indirectas precipitadas por las wingka küchran o enfermedades y epidemias occidentales como la viruela, peste negra, tifus, gripe, sífilis, etc. Con esto la población mapuche originaria, calculada entre 500.000 y 900.000 almas, se habría reducido drásticamente a más de la mitad en un corto lapso de medio siglo.

En cuanto a la campaña local por el dominio del área geográfica de la Villa Rica, y a la luz de la sumatoria de todos los acontecimientos bélicos registrados, se puede deducir, que aproximadamente, la Guerra de Arauco en el distrito colonial de la Villa Rica tuvo un costo de 1.300 bajas hispanocriollas, 6.000 indios amigos o auxiliares; y más de 14.000 indios de guerra. Cifras que finalmente dejan un saldo que supera ampliamente las 20.000 bajas globales, registradas en un periodo de guerra comprendido entre abril de 1552 y febrero de 1602.

Es digno destacar que los padres misioneros se esforzaron por tratar de revertir esta horrorosa situación humana denunciando el exceso de los hechos de muerte ante las autoridades europeas, para evitar de este modo incursiones militares a territorios hostiles y tratando de instaurar la novedosa estrategia de una “guerra defensiva” que, aunque violentaba las bases cosmológicas esenciales de los pueblos originarios, intentaba terminar con el etnocidio hasta entonces desarrollado por las autoridades militares y administrativas de turno. El gobernador García Hurtado de Mendoza, asombrado por el cruento desarrollo de la Guerra y con la intención de esquivar futuras sanciones administrativas y responsabilidades penales ante la Corona, escribe de este etnocidio a Rey Felipe II en el año 1558: “...Durante cincuenta años de guerra con los Indios, estos se redujeron tanto que en lugares donde había mil, hoy sólo se encuentran cincuenta...”, “...siendo esta guerra la que más penas, trabajos y vidas han costado al Reino...” (Walterio Mayer Rusca: Diccionario Geográfico Etimológico Indígena, Pág. 304.)

La Corona Española, por su parte, igualmente lamentaba públicamente el costo humano que registraba la conquista del territorio austral del Reino de Chile, además de la esterilidad de las duras campañas de la misma; para colmo, una espontánea, pública y desanimada expresión del Rey Felipe II terminó acuñando un enunciado que es reflejo fiel de la extrema situación que presentaba la “Guerra de Chile” para los castellanos: “...La más pobre de mis colonias consume la flor de mis guzmanes...” (Góngora y Marmolejo: "Vagabundajes y Sociedad Fronteriza en Chile." Pág. 124.)

Los cronistas coloniales por su parte igualmente se encargaron de registrar la gran cantidad de bajas acaecidas en la lucha por el dominio del territorio mapunche: “...En esta guerra de Chile, igual pérdida en las dos Américas no han experimentado los españoles...” (Alonso de Córdoba y Figueroa "Historia de Chile" Pág. 184.)

Más de dos siglos y medio de tenaz lucha y resistencia del pueblo mapunche, amante de la libertad y protector de su espíritu autárquico, que defendió su terruño con tal fiereza como no lo ha hecho hasta hoy ningún pueblo en ninguna época. Hoy, su heroísmo y gallardía ya tienen fama universal a través de "La Araucana" de Alonso de Ercilla y Zúñiga. Osados y aguerridos fueron también los temples castellanos, que con empuje y tesón se embarcaron en la defensa de un proyecto colonizador de gran envergadura; empresa no exenta de sacrificios y entrega permanentes. Con la suma de factores culturales de pueblos tan distintos, se pudo escribir con manos aguerridas, de ambas potencias en lucha, una página militar notable en la historia universal.

1 comentario:

Ana Iris dijo...

Marco: simplemente espectacular....cómo lo hiciste...ni siquiera me lo puedo imaginar. Un trabajo realmente impresionante, te felicito,...y gracias por toda la información que entregas a los villarricenses que sí se interesan un poco de nuestra historia. Nuevamente gracias por difundirla, que no hay mucho donde poder encontrar.

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