viernes, 29 de junio de 2007

LA PRESENCIA ECLESIÁSTICA EN LA ANTIGUA VILLA RICA:

Primeras órdenes religiosas:

Tres fueron las órdenes religiosas que tuvieron presencia en la existencia colonial de Villa Rica. Estas órdenes contaron con una nutrida y fructífera vida cristiana además de un gran número de almas a su cargo; comenzando estas sus funciones inmediatamente después de la refundación o repoblamiento de la ciudad el año 1555.
La iglesia local comienza a cobrar vida con el emplazamiento de la parroquia o iglesia matriz a cargo de la orden franciscana a mediados del año 1555. La iglesia se fundó bajo la advocación de Santa María Magdalena. Primeramente la parroquia cobijo a padres y frailes de distintas ordenes; fue de estructura muy humilde y sencilla, construida de adobe y paja; pero con el correr el tiempo, contó con un templo que tuvo una sacristía perpendicular construida de ladrillo y tejas, la construcción se levantó “en lo mejor del frente y fondo de la plaza”(Córdoba y Figueroa: “Historia de Chile”, Pág. 63)

El templo de la parroquia colonial existió en el área que hoy ocupa la oficina de correos de Chile en la intersección de calles V. Letelier y G. Urrutia.
Su primer párroco fue el cura Diego Jaimes, siendo titular del cargo entre los años 1556 y 1557, quien por fines de 1557 fue trasladado a Castro y lo reemplazó en su cargo su compañero y amigo el cura Antonio Rondón. Sucesivamente ocuparon el cargo de párroco los siguientes sacerdotes, Alonso García 1567, Martín Moreno de Velasco 1577, García Torres de Vivero 1585 -1595, Diego Ordóñez Delgadillo 1596, Andrés de Vivero 1600 - 1601. Este último sacerdote y párroco de la Villa Rica, fue martirizado durante el sitio de la ciudad, fue azotado, traspasado con una vara y quemado cuando aún estaba con vida.
La actividad cristiana de Villa Rica contó con un templo correspondiente a la iglesia parroquial o templo matriz a cargo de los Franciscanos; tres templos mayores a cargo de los Mercedarios y Dominicos y Franciscanos e igualmente tres conventos de Franciscanos, Mercedarios y Dominicos; todos dependientes del entonces obispado de la Imperial.

La comunidad eclesiástica urbana de las tres ordenes cubrió igualmente todo el radio rural el distrito de la Villa Rica española, ya que además, se ocupaban en atender las capillas levantadas en las encomiendas dispersas a grandes distancias, debiendo encargarse de la educación cristiana de los "indios tributarios" dependientes de los feudatarios o vecinos encomenderos, esto por directa disposición de los Reyes Católicos mediante las capitulaciones de Santa Fe proveídas desde un comienzo de la evangelización como bases sociales rectoras en las nuevas tierras descubiertas por Colón. Muchos fueron los esfuerzos y también aún mayormente los positivos resultados de los ministerios misioneros. Un antecedente que revela la magnitud de este trabajo evangelizador es lo acaecido en Semana Santa de 1587, en que se reunieron en la plaza de Ciudad Rica más de 12.000 almas oyendo misa el día de pascua de resurrección.
La primera visita eclesiástica la realizó el obispo de la Imperial fray Antonio de San Miguel en 1557, quien bajó a fiscalizar y orientar las obras católicas en todo el distrito de La Rica, de este hecho hay una valiosa pieza arqueológica correspondiente a una lapida recordatoria de esta visita y que pertenece hoy a la actual Diócesis de Villa Rica.

Los Franciscanos:

La orden de San Francisco fue la primera en asentarse en la ciudad, y por lo mismo, y como ya mencionamos, se ocupó del servicio del templo matriz o iglesia parroquial, la que fue favorecida con una ubicación privilegiada frente a la plaza, compartiendo el perímetro de esta junto al cabildo y demás edificios de importancia como casas de escribano público y de número.

Aquella cuadra en que estuvo emplazado el templo parroquial corresponde hoy a la manzana que ocupa la oficina de Correos de Chile. Sin embargo, el templo franciscano propiamente tal, se edificó junto al convento de la orden, cuyos sacros edificios estuvieron emplazados hacia el sector oeste, a una cuadra de la plaza colonial, en la actual manzana comprendida entre las calles Korner, Segers, Urrutia y Letelier; área que hoy ocupa las dependencias del Colegio Altas Cumbres.

El primer convento en levantarse fue el de los franciscanos en el año 1568, la fundación estuvo a cargo de fray Francisco Salcedo, quien terminó la construcción del edificio el año 1570; comenzando su vida como institución eclesiástica religiosa el 3 de Junio de 1571 bajo la advocación de “Nuestra Señora de las Nieves.”

Al parecer, el edificio del convento franciscano, fue el de mayor dimensión entre las construcciones coloniales, según relatos de expedicionarios coloniales que visitaron las ruinas de la Villa Rica: "sus escombros eran los de mayor consideración de toda la ciudad...” (Vicente Carvallo Goyeneche: Descripción Histórica y Geográfica del Reino de Chile, Tomo III, Pág. 186) Entre los últimos comendadores de este convento se encuentra el sacerdote Juan de Ocampo que prestó sus servicios y dirección el año de 1598. El padre Ocampo quien cautivado en el sitio de la ciudad y logró salvar a su presidio liberándose de las manos mapuches después de dos años y dos meses de sacrificada vida: “...Apareciendo este en Concepción sano y salvo, después de haberlo todos creído muerto...” (Vicente Carvallo Goyeneche. Ob. Cit.)
Los Mercedarios:

El segundo templo mayor fue fundado y sustentado por la sacra Orden de la Merced a principios de la década de 1570; posteriormente la orden emplaza también un convento el que fue fundado a fines del año 1575.
Los mercedarios recibieron terrenos que existían en el límite urbano colonial de la ciudad; la ubicación retirada del centro cívico o plaza, especulativamente, fue por la tardía fecha de su fundación, en que las cuadras principales de la ciudad ya contaban con solares de vecinos particulares y edificios públicos, ubicándose los aposentos de la orden hacia el oeste de la plaza, exactamente a dos cuadras de ella. El templo parroquial tuvo cierta importancia y belleza arquitectónica. Como ya indicamos, los segundos en levantar su convento fueron los mismos padres de la orden mercedaria en el año 1575, siendo su fundador conventual el padre Alonso de Traña, iniciando y concluyendo este la obra material y siendo, por lo mismo, su primer comendador.

El templo y convento mercedario ocuparon, entre los años 1575 y 1602, un lugar ubicado en la periferia de la ciudad en un sector que quedaba a la salida del camino a Valdivia al oeste de la ciudad y que cobijaba a una nutrida población o arrabal de indios amigos:

“...Se facilitó esas tareas por su relativo aislamiento...” (Gabriel Guarda, OSB. “Historia Urbana del Reino de Chile”, Pág. 47.)

El templo y convento no contó con ningún tipo bienes patrimoniales activos, ni rentas públicas, ni eclesiales, sosteniéndose este enclave mercedario “...Solo por medio de la gracia divina y la escueta vital caridad y limosna de los reducidos fieles benefactores, padeciendo sus miembros seculares grandes trabajos, mortificación y necesidades...” (Fray Policarpo Gazulla: ”Los Primeros Mercedarios de Chile”, Pág. 357.)

El último comendador del convento Mercedario fue el padre Juan Lezcano, quien cayó en manos mapuches durante el sitio de la cuidad, por el año 1601. El padre Lezcano logró escapar con vida al cautiverio solo después de padecer más de dos años de duros trabajos y pesares. Al momento de recobrar su libertad se reintegró nuevamente al cumplimiento de sus servicios religiosos instalándose al norte del Bio Bio:

“...Llamóse este religioso Fray Juan Lezcano, quien después de 25 meses, con asombro de los que le habían llorado muerto, le salvó Dios libre...” (Fray Policarpo Gazulla: "Los Primeros Mercedarios en Chile”, Pág. 406.)

Por medio del análisis del mapa de Tomás Guevara -1902- y Körner -1903- podemos concluir que este convento cobijó además el cementerio de la ciudad. El convento y templo mayor de la orden mercedaria, existieron en el lugar que hoy ocupan los sitios particulares Nº 146, 164, 170, y 220, en la actual calle Isabel Riquelme.

En octubre del año 2004, visitamos el área de este sitio arqueológico junto a un curso de Antropología de la Universidad Católica de Temuko. El grupo de alumnos estaba a cargo de la Arqueóloga Sra. Ximena Navarro Harriet; constatando todos los presentes la apreciación de los vestigios de ladrillos tejas y restos de cerámicas fraccionadas como también de vestigios orgánicos calcinados.



Los Dominicos:

En cuanto a la orden de Santo Domingo, podemos decir, que fue la última institución religiosa en establecerse en la ciudad por fines de la década de 1570, y por lo mismo, le correspondió un lugar aun más retirado del centro cívico, pero encuadrado dentro del radio urbano de la ciudad colonial. La orden se instaló a la salida del camino que llevaba hacia el boquete cordillerano y que nacía en la ribera del lago, al este de la ciudad, a cinco cuadras de la plaza colonial.

Igualmente, los terceros en emplazar su convento fueron los padres Dominicos; esta fundación se comenzó a principios del año 1580. La iglesia y convento se terminaron de construir definitivamente con la rectoría del padre Pedro Beltrán, por fines del año de 1580, siendo este su primer prior. Para los años en que fue arrasada la ciudad prestaban sus servicios en el convento el padre Bustamente, fray Diego de Obando y el hermano lego Sebastián de Villalobos; los dos últimos murieron de hambre en el sitio de la ciudad. Fray Pedro Bustamante murió trágicamente en un enfrentamiento contra los mapuches. (José Eyzaguirre: “Historia Eclesiástica, Política y Literaria de Chile”, Tomo I, Pág. 110.)
El convento de la orden de los Dominicos ocupó el área del sitio en que en la actualidad cobija el Balneario del Banco Estado de Chile, a 80 mts al suroeste de las esquinas de calle Aviador Acevedo y la Avenida Costanera. Según las crónicas la construcción tuvo cierto carácter arquitectónico de grandes proporciones, artísticas líneas y hermosa opulencia. Además, el testimonio de fray Pedro de Salvatierra, provincial de la orden de los Dominicos por el año 1607, agrega que “...El templo era de gran belleza y líneas muy sinuosas...” (José Toribio Medina: Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile, Primera Serie, Tomo XXVII, Documento Nº V.)

Todo indica que el primer religioso que pereció en lo que fuera el prolongado sitio y destrucción de la Ciudad Rica fue un clérigo llamado Cristóbal Coronel, perteneciente a la orden de los dominicos, cuyo convento, según los mapas coloniales, correspondía a una importante construcción o edificio ubicado al suroeste de la ciudad y que figura un poco apartado de la Cuadra Fuerte que construyera el capitán Bastidas frente a la plaza de armas:

“ ...Quedaron los contrarios por señores
de la ciudad haciendas y campaña
soberbios, iracundos vencedores
humildes y vencidos los de España.
Robaron ¡OH sacrílegos traidores!
los templos, y con grande furia y saña
a fray Cristóbal Coronel mataron...”
(Diego Arias de Saavedra: “Purén Indómito.” Canto XII.)

Diego de Rosales también hace referencia a la muerte de este fraile de Santo Domingo y la señala como una de las primeras bajas hispanas en el primer asalto a la ciudad el 25 de noviembre de 1598:

“...Saquearon la ciudad sin contradicción y luego le pegaron fuego, llorando las pobres señoras de ver abrasarse sus casas y al enemigo hecho señor de sus haciendas y alhajas. Mataron en esta ocasión los enemigos a un Fraile de Santo Domingo, que aunque el Capitán había mandado, que toda la gente se retirara al fuerte dio en estarse orando en su convento...” (Diego de Rosales: “Historia General del Reino de Chile.” Tomo I, Pág.701)


-Actividad eclesiástica rural en la Villa Rica:

Las Doctrinas: Las doctrinas tenían como objetivo el auxilio religioso y la conversión del aborigen a la vida cristiana; además de inculcarle a este, “los valores éticos y morales civilizados.” En esta gran cruzada evangelizadora colonial tomaron parte activa las autoridades eclesiásticas en conjunto con las autoridades públicas de la corona.
Las doctrinas consistían en capillas dispuestas en las zonas rurales y que tenían por objetivo impartir en ellas la catequesis y formación moral de los indígenas tributarios. Las tareas de evangelización eran encomendadas a un religioso denominado "Padre Doctrinero" quien debía rendir cuentas de su apostolado al obispo correspondiente a su jurisdicción.

En Villa Rica, la primera doctrina se organizó en 1557, bajo el gobierno eclesiástico de fray Antonio de San Miguel, obispo de la Imperial. Los titulares o encargados de realizar la misión doctrinaria fueron los padres mercedarios bajo la dirección de fray Tomás de Mayorga. Los mercedarios estuvieron a cargo de las doctrinas de La Rica hasta mediados de 1589, año en que el entonces obispo de la Imperial, fray Agustín de Cisneros, reemplazó a los religiosos por clérigos a cargo de la catequesis y formación moral. (Fray Pedro Nolasco Pérez: "Historia de las Misiones Mercedarias en América". Pág. 434 a 438.)


En 1576 los padres franciscanos de la Villa Rica fundan una nueva doctrina en las proximidades del lago Nawelwapi -actual Bariloche, República Argentina-, para lo cual se enviaron tres misioneros franciscanos villarricanos para su sustentación. (Roberto Lagos O.F.M: "Historia de las Misiones del Colegio de Chillán". Págs. 42 a 44.)

Para el año 1590 la Villa Rica contaba con 5 doctrinas distribuidas en la extensión geográfica de su corregimiento; doctrinas que eran asistidas por un religioso dominico y cuatro sacerdotes misioneros.

Los encomenderos también se vieron vinculados activa y directamente en el mantenimiento de la labor de las doctrinas y la educación de los indígenas a su cargo. Un testimonio arqueológico de esta responsabilidad misionera de los encomenderos de la Villa Rica, lo representa el estudio realizado en el año 1991 por el arqueólogo don Américo Górdon en la encomienda fortificada denominada “Casa Fuerte Santa Sylvia", en el sector Kaburgua - Wife, al interior de Pukön. En este sitio histórico, la capilla de la encomienda ocupó un lugar privilegiado en la disposición del asentamiento hispano colonial estudiado. Los vestigios arqueológicos indicaron que las capillas de encomiendas o doctrinas, en la época colonial, eran utilizadas como mausoleos familiares. Bajo los vestigios de la capilla de la encomienda fortificada “Santa Sylvia”, objeto del estudio, se hallaron vestigios de enterratorios tanto de hispanocriollos como de indígenas, supuestamente de mapuches preeminentes, longkos o lideres de los denominados “indios amigos” o ”indígenas tributarios”.

El estudio final desarrollado por Górdon, arrojo la existencia 5 enterratorios dentro de la capilla de la encomienda, de los cuales, cuatro osamentas correspondían a españoles y la restante a una mujer Indígena. (Américo Górdon: “La Casa Fuerte Santa Sylvia. Excavación de Sondeo.1991.)

Los Jesuitas y su incursión misionera a la Ciudad Rica:

La orden de la compañía de Jesús, fundada por el capitán de caballería don Ignacio de Loyola, llegó a Chile a solo fines de la conquista, en abril de 1593, fundando su casa matriz en Santiago la que también contó con un colegio. Los jesuitas no efectuaron ninguna otra fundación en el Reino de Chile, siendo su casa matriz de Santiago el punto neurálgico desde el cual se proyectaban todas sus actividades misioneras. Los jesuitas arribaron al área de la Villa Rica entre los años 1595 y 1597, durante el desarrollo de una incursión evangelizadora de importancia proyectada por la orden hacia el sur del territorio del Reino de Chile, que por aquella época incluía las pampas patagónicas. La incursión evangelizadora jesuita al área de la Ciudad Rica fue dirigida por el padre Hernán de Aguilera y el hermano Miguel de Teleña.

Los religiosos jesuitas destacaron positivamente entre los indígenas, quienes los acogieron afectuosamente manifestándoles su confianza, respeto, aprecio y amistad; empatía mutua que finalmente llevó a descubrir, a los misioneros, un profundo resentimiento de los naturales ante las actividades abusivas de los cristianos españoles. En retribución a las atenciones materiales y auxilios espirituales, el mapuche denominó cariñosamente a los padres jesuitas con el término “Kuripatiru”, por su hábito de color negro que los distinguía de las demás ordenes coloniales.
Así, los jesuitas en La Rica, también se transformaron en la voz de los reprimidos denunciando, los misioneros de esta orden, las actitudes irreverentes y prácticas nocivas al gobierno central y a la cúpula episcopal. Denuncias sociales que finalmente terminarían precipitando la expulsión de los “Kuripatiru” o “padres de negro” de los territorios de Chile en el siglo XVII.

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